Páginas

Translator

jueves, 27 de abril de 2017

Mi tiempo me costó

Lo que más me gusta de una persona que ha encontrado en su interior lo que no quiere (más que lo que quiere), qué rumbo desea o qué no está dispuesta a permitir, es la pérdida de temores. Eso no solo la hace más confortable consigo misma, sino más capaz de conseguir satisfacciones a nivel personal. Otro de los factores destacables de alguien que ha dedicado el tiempo necesario a sí mismo, a su identidad y a su camino, es la poca incomodidad que siente ante la soledad. Que, por mucho que no sea su mejor compañera de viaje, pueda encontrar en ella un lado agradable, ya bien sea porque haya tenido que acomodarse a ella en varias ocasiones o porque estar con uno mismo pueda ser temporalmente acogedor o incluso algo necesario.

Una persona con esas características, no solo considero que es alguien más libre, liberado de lastres e independiente, sino que está más preparada que nadie para compartir con otras personas, o con otro alguien, todos esos valores y aprendizajes, de forma sana. Es probablemente más capaz de hacer sentir a gusto a alguien desde una posición más cálida, en la que es uno mismo quien se siente a gusto en primer lugar. Además, una vez nos dedicamos tiempo suficiente para descubrir ciertos nudos internos, es habitual que perdamos egocentrismo y que ofrezcamos una versión más generosa a nuestros intereses, ya bien tengan estos forma de persona, de aficiones o de tiempo de relax. Llegar a ese punto, seguramente significa constar de experiencias buenas y malas, de esas para recordar y de algunas para olvidar, pero experiencias varias y choques a las espaldas. Cuando pasamos de quejarnos a reírnos de ello o de la frustración a la reflexión, algo empieza a activarse y a profundizar en el interior. Aunque parezca un coñazo es, sin duda, lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos. Hay gente que huye de la estabilidad, pero cierta estabilidad mental nos ayuda a ser más fieles a la obtención de lo que deseamos obtener.

Del mismo modo, a la hora de relacionarnos con otras personas (ya no solo con nosotros mismos) o de encontrar a alguien con quien ir compartiendo ese y más logros de ahí en adelante, se tienen las cosas más claras, algo que resulta aliviador. Ya no tiembla tanto la voz ni se camuflan los pensamientos, ni siquiera las emociones. Somos más justos con nosotros mismos, entendiendo que justo lo que merecemos es poder expresar preocupaciones o sentimientos sin miedo a ganar o a perder. Es más, más vale una pérdida a tiempo que una pérdida de tiempo. Y, con todo ello, cabe destacar que, tener las ideas claras no tiene por qué significar tener más filtros, sino tener unos filtros más fuertes que no permitan que se cuele morralla de esa que nunca quisimos y que, sin embargo, quizás alguna vez aceptamos. Se coge o se deja ir sin titubear tanto, porque no hace falta demasiado tiempo para deducir si una experiencia va a sernos más positiva o un quebradero de cabeza innecesario. Y es que siempre fuimos esa persona que algún día llegamos a ser, solo que por el camino pasamos por algunas etapas de confusión y de dispersión, entre el error y el acierto, para aprender a escoger. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario