Si
algo hace sexy a una mujer, eso son las curvas y sus movimientos, o los
movimientos de sus curvas. Sacarse partido, cuidarse y mimarse a partes iguales
o mirarnos al espejo sintiéndonos bellas como lo que somos, deberían ser tareas
obligatorias en nuestro día a día. Ya no por el qué dirán, sino por nosotras
mismas, para sentirnos especiales por lo que tenemos como realmente
somos y no tan imperfectas como, a menudo, nos hacemos creer. Aceptarse y
quererse exigiéndonos un mínimo pero nunca por encima de sacrificios,
prototipos inalcanzables o lenguas viperinas que influyan sobre nuestros
sentimientos y principios, que son lo máximo, no nos olvidemos. Y llegados a
este punto, quiero destacar que hoy dedico el escrito a las mujeres pero que perfectamente
podría estar tratando lo mismo acerca de los hombres.
Lo
que enfea a una persona es la sociedad y el conjunto de nuestras propias
críticas (parece que cada vez más críticas). Eso no va a cambiar, asumámoslo. Exponemos
opiniones constantemente aun sin que nadie nos las pida. Asumamos, de hecho, que
eso forma parte de la comunicación humana. Lo que sí que podemos hacer es ser
más o menos discretos o bien mostrarnos crueles y egoístas pensando única y
exclusivamente en nosotros y no en el impacto que nuestras palabras puedan
tener en los demás. Gustos y preferencias los tenemos todos, no por eso quiere
decir que sean más válidos que otros. También podemos dejarnos llevar más o
menos por la publicidad y los prototipos de mujer triunfadora estipulados por,
únicamente, unos cuantos (que no tienen ni idea, y parece que tampoco del daño
que ello causa). De verdad, seamos más humanos y no tan dominados, tengamos
opiniones dispares pero propias y le daremos sentido a esa gran verdad que
dice que ‘el buen gusto reside en la variedad’. Y es que, por suerte, lo que a
uno puede parecerle un horror, a otro siempre puede gustar.
Como decía, pues, les
demos mayor o menor importancia, debemos acostumbrarnos a vivir bajo críticas
porque siempre vamos a estar expuestas a ello, pero también debemos saber defendernos de ellas sin
esforzarnos en hacer grandes demostraciones. Esto requiere que
aprendamos a valorarnos constantemente y sin tregua como aquellas que somos
y a sentirnos bien con nosotras mismas tanto por dentro como por fuera. Estaría
bien valorarnos como los que más ya que, pasarnos el día envidiando, va a ser
lo más inútil que podamos hacer. Al fin y al cabo, con el que vamos a tener que
convivir es con ese otro cuerpo que, en demasiadas ocasiones, desprestigiamos.
“Saber vender el pescao” también es importante porque, en definitiva, aun con
toda la importancia que pueda tener un físico, el lado psicológico es más
poderoso. Para ello no sirve aparentar (eso se percibe descaradamente, chicas),
sino estar convencida de que el conjunto que tienes, sea grande o más chico,
con los rasgos, facciones o formas que siempre quisiste tener (que es
probablemente justo aquello que no tienes) o no, es calidad y puede dar mucho juego
y mucha vida.
Que
el físico es nuestra carta de presentación, es evidente. Que en él va parte de
nuestra atracción (sea para lo que sea) también. Pero, pasada esa primera toma de contacto, lo realmente
interesante es nuestra psique, no nos engañemos. ¿Ninguno de vosotros ha dejado
o se ha quitado de encima al típico bombón pero petarda/o de turno? ¿Ninguno se
ha sentido atraído por alguien de quien, en un principio, no se había fijado por
su físico? Cuidar un físico, no vamos a engañarnos, es importante tanto para el
resto como para nosotros mismos, pero que lo que destaque sea nuestra
personalidad, es esencial. Así que una personalidad que tenga claro que va
unida a un físico de calidad es primordial para que, incluso, así sea percibido.
El envoltorio llama la atención, el interior es el que causa impresión, y mi
impresión es que todas tenemos motivos para impresionar desde el envoltorio y
para eso hace falta algo más que tener un físico subjetivamente bonito. Al
final, todo es un juego y saber jugar, también con nuestro cuerpo, es lo que
nos hace, a menudo, ganar.
Por
eso, quiero apoyar que, tengamos unas u otras preferencias, os deis la
oportunidad de, por qué no, agarraros a un michelín o a unas buenas caderas, si surge, o
simplemente de mirar cuerpos sin necesidad de compararlos. Daos la oportunidad
de comprobar que ‘tener donde agarrar’ es más que una frase, que la sensualidad
no está reñida con la chicha, que la celulitis (que todas, flacas o más gordas, tenemos) no es asquerosa sino
algo de lo más natural en una mujer y que, un vestido en un culo más respingón o
en una tripita más voluminosa, puede quedar igual o mejor que en el cuerpo de
una mujer con escasas curvas. Sin duda, hay algo más allá de las curvas que
quiero destacar y que considero mucho más sugerente, incitante, excitante y
atractivo, y es el lado sexy de la mujer. Eso se tiene o no se tiene, y si no
se tiene, se trabaja en explotarlo o no. Pero la mujer que es sexy y, de forma
más o menos consciente, tiene un toque sensual pícaro y juguetón, ya puede
pesar más que la de al lado o ser menos agraciada, pero será un pivón y, a la larga o a la corta, valdrá
y cautivará mil veces más que la otra que solo tenga un
cuerpo mono. No sé si estaréis de acuerdo conmigo pero esa es mi opinión. Y de nuevo entramos
en la idea de que, el físico, con más o menos recursos, puede al menos llegar a
sugerir otros valores más interesantes de los que pueden verse a simple vista y que
hacen que, sin duda, embellezca el conjunto.
Al
final, las curvas podrán ser más discretas o bien más pronunciadas pero, por suerte,
las opiniones variarán dependiendo de la mirada que las esté observando y de lo
que esta esté queriendo observar. Desde las más gordas hasta las más flacas,
pasando por todos sus intermedios, toda mujer es preciosa cuando llega a estar
a gusto consigo misma. Porque recordad que, como hace poco leí en algún lugar, ‘la
curva más bella de una mujer es la sonrisa’ y esa es la que, al final, más
pesa.