Páginas

Translator

lunes, 29 de abril de 2013

Atención, que vienen curvas


Si algo hace sexy a una mujer, eso son las curvas y sus movimientos, o los movimientos de sus curvas. Sacarse partido, cuidarse y mimarse a partes iguales o mirarnos al espejo sintiéndonos bellas como lo que somos, deberían ser tareas obligatorias en nuestro día a día. Ya no por el qué dirán, sino por nosotras mismas, para sentirnos especiales por lo que tenemos como realmente somos y no tan imperfectas como, a menudo, nos hacemos creer. Aceptarse y quererse exigiéndonos un mínimo pero nunca por encima de sacrificios, prototipos inalcanzables o lenguas viperinas que influyan sobre nuestros sentimientos y principios, que son lo máximo, no nos olvidemos. Y llegados a este punto, quiero destacar que hoy dedico el escrito a las mujeres pero que perfectamente podría estar tratando lo mismo acerca de los hombres.

Lo que enfea a una persona es la sociedad y el conjunto de nuestras propias críticas (parece que cada vez más críticas). Eso no va a cambiar, asumámoslo. Exponemos opiniones constantemente aun sin que nadie nos las pida. Asumamos, de hecho, que eso forma parte de la comunicación humana. Lo que sí que podemos hacer es ser más o menos discretos o bien mostrarnos crueles y egoístas pensando única y exclusivamente en nosotros y no en el impacto que nuestras palabras puedan tener en los demás. Gustos y preferencias los tenemos todos, no por eso quiere decir que sean más válidos que otros. También podemos dejarnos llevar más o menos por la publicidad y los prototipos de mujer triunfadora estipulados por, únicamente, unos cuantos (que no tienen ni idea, y parece que tampoco del daño que ello causa). De verdad, seamos más humanos y no tan dominados, tengamos opiniones dispares pero propias y le daremos sentido a esa gran verdad que dice que ‘el buen gusto reside en la variedad’. Y es que, por suerte, lo que a uno puede parecerle un horror, a otro siempre puede gustar.

Como decía, pues, les demos mayor o menor importancia, debemos acostumbrarnos a vivir bajo críticas porque siempre vamos a estar expuestas a ello, pero también debemos saber defendernos de ellas sin esforzarnos en hacer grandes demostraciones. Esto requiere que aprendamos a valorarnos constantemente y sin tregua como aquellas que somos y a sentirnos bien con nosotras mismas tanto por dentro como por fuera. Estaría bien valorarnos como los que más ya que, pasarnos el día envidiando, va a ser lo más inútil que podamos hacer. Al fin y al cabo, con el que vamos a tener que convivir es con ese otro cuerpo que, en demasiadas ocasiones, desprestigiamos. “Saber vender el pescao” también es importante porque, en definitiva, aun con toda la importancia que pueda tener un físico, el lado psicológico es más poderoso. Para ello no sirve aparentar (eso se percibe descaradamente, chicas), sino estar convencida de que el conjunto que tienes, sea grande o más chico, con los rasgos, facciones o formas que siempre quisiste tener (que es probablemente justo aquello que no tienes) o no, es calidad y puede dar mucho juego y mucha vida.

Que el físico es nuestra carta de presentación, es evidente. Que en él va parte de nuestra atracción (sea para lo que sea) también. Pero, pasada esa primera toma de contacto, lo realmente interesante es nuestra psique, no nos engañemos. ¿Ninguno de vosotros ha dejado o se ha quitado de encima al típico bombón pero petarda/o de turno? ¿Ninguno se ha sentido atraído por alguien de quien, en un principio, no se había fijado por su físico? Cuidar un físico, no vamos a engañarnos, es importante tanto para el resto como para nosotros mismos, pero que lo que destaque sea nuestra personalidad, es esencial. Así que una personalidad que tenga claro que va unida a un físico de calidad es primordial para que, incluso, así sea percibido. El envoltorio llama la atención, el interior es el que causa impresión, y mi impresión es que todas tenemos motivos para impresionar desde el envoltorio y para eso hace falta algo más que tener un físico subjetivamente bonito. Al final, todo es un juego y saber jugar, también con nuestro cuerpo, es lo que nos hace, a menudo, ganar.

Por eso, quiero apoyar que, tengamos unas u otras preferencias, os deis la oportunidad de, por qué no, agarraros a un  michelín o a unas buenas caderas, si surge, o simplemente de mirar cuerpos sin necesidad de compararlos. Daos la oportunidad de comprobar que ‘tener donde agarrar’ es más que una frase, que la sensualidad no está reñida con la chicha, que la celulitis (que todas, flacas  o más gordas, tenemos) no es asquerosa sino algo de lo más natural en una mujer y que, un vestido en un culo más respingón o en una tripita más voluminosa, puede quedar igual o mejor que en el cuerpo de una mujer con escasas curvas. Sin duda, hay algo más allá de las curvas que quiero destacar y que considero mucho más sugerente, incitante, excitante y atractivo, y es el lado sexy de la mujer. Eso se tiene o no se tiene, y si no se tiene, se trabaja en explotarlo o no. Pero la mujer que es sexy y, de forma más o menos consciente, tiene un toque sensual pícaro y juguetón, ya puede pesar más que la de al lado o ser menos agraciada, pero será un pivón y, a la larga o a la corta, valdrá y cautivará mil veces más que la otra que solo tenga un cuerpo mono. No sé si estaréis de acuerdo conmigo pero esa es mi opinión. Y de nuevo entramos en la idea de que, el físico, con más o menos recursos, puede al menos llegar a sugerir otros valores más interesantes de los que pueden verse a simple vista y que hacen que, sin duda, embellezca el conjunto.

Al final, las curvas podrán ser más discretas o bien más pronunciadas pero, por suerte, las opiniones variarán dependiendo de la mirada que las esté observando y de lo que esta esté queriendo observar. Desde las más gordas hasta las más flacas, pasando por todos sus intermedios, toda mujer es preciosa cuando llega a estar a gusto consigo misma. Porque recordad que, como hace poco leí en algún lugar, ‘la curva más bella de una mujer es la sonrisa’ y esa es la que, al final, más pesa.

sábado, 27 de abril de 2013

¿Quién se moja más?


“Llueve, ¡coge el paraguas!”, es esa frase que se repite tan frecuentemente en los hogares los días de lluvia. Pero, ¿en todos los lugares por igual? Pues no lo creo… me temo que en los que predomina el sexo femenino se dice bastante más. La estadística que he hecho en 5 minutos y a ojímetro, concluye que aproximadamente 8 o 9 de cada 10 personas que se resguardan de la lluvia con un paraguas son mujeres y que, ese par de personas que no lo son, probablemente pertenezcan a la categoría senior o infantil. Luego está la variedad “señor-padre-de-familia”, de esos que dominguean haciendo barbacoas familiares en el campo, los cuales sostienen un paraguas tamaño XXL y cobijan bajo él a mujer, hijos, suegros e incluso sobrinos.

Sea porque somos más presumidas y “Aish, es que se me moja el pelo”, porque no siempre llevamos una capucha encima o porque prefiramos que el agua no nos cale hasta las… bueno, hasta los huesos, solemos usar la mayoría de los paraguas que se venden. También puede ser que a los chicos os falte un bolso donde plegarlo y guardarlo cuando para de llover o llegáis a vuestro destino. O que seáis más despistados, lo asumáis y no lo saquéis para no perderlo. Porque en eso tengo que daros la razón… si hay algo fácil de olvidar en algún lugar, eso es un paraguas. ¿Hay algo más incordiante que tener que cargar con él? Sí, tener que cargar con él una vez ha parado de llover. Creo que solo a unos cuantos asiáticos (a quienes únicamente les falta ponerse piel de lichis como complemento) les gusta la idea de llevarlo por placer, como decoración o para cubrirles incluso cuando hace sol. Eso sí, sea para lo que sea y para quien vaya a usarlo, elegir un paraguas no es tarea fácil. Los hay de distintos tamaños, formas y colores, plegables o de bastón, discretos o más cantones, pero si te decantas por los estampados, ¡a cuál más hortera! “Aish, vamos, que si no fuese porque se me moja el pelo y se me empapa el trasero igual me pensaba eso de prescindir de él.”

En conclusión, los hombres adolescentes y de mediana edad sois mucho más reticentes a los paraguas que nosotras, quienes empezamos siendo niñas con paraguas de topos y botas de agua a conjunto y acabamos siendo señoras que se ponen bolsas de la compra en la cabeza cuando la lluvia les pilla desprevenidas. No quiero influenciar, pero ¿aceptamos, pues, paraguas como complemento de señoritas y otras minorías?

lunes, 22 de abril de 2013

Sexo casual, sexo por cuidar



Estaremos de acuerdo en que el sexo es uno de los grandes placeres de la vida. Aun siendo sexo de principios del siglo XXI, lo es. ¿Por qué digo esto? En la época actual podemos gozar del sexo libremente de forma mucho más fácil que hace unos años, con más medios y sin tantos reparos aunque siempre existan algunos prejuicios y personas entrometidas. Vivimos una revolución sexual que casi podríamos calificar como “era sexual”, y no hablo de promiscuidad. Pero, de la misma manera que el sexo frecuentemente apacigua problemas, a la vez puede generar otros y, en ocasiones, o te paras a reflexionar sobre ellos o puedes acabar dejando de lado los valores de aquello que haces, llegando a automatizar el acto. Me refiero a que me da la sensación de que, demasiado a menudo, se cosifica el sexo y se promueve su inmediatez hasta el punto de desnaturalizar el erotismo. Y sí, eso me parece un problema.

En los últimos años, el sexo ha pasado a un primer plano bastante interesante e inquietante en las relaciones interpersonales. Generalizando, tenemos un mayor número de relaciones y, si ya no eso, nos acostamos con más personas que tiempo atrás. Eso en parte se debe a que, antes, la experimentación sexual no se veía de manera tan positiva y a que, actualmente, tenemos más posibilidades porque ya no vivimos en contextos limitados en cuanto a espacio físico, sino que hay muchos medios para conocer posibles compañías. Todo esto hace que la vida amorosa también haya variado y que cada vez sea más frecuente encontrar casos de reticencia al compromiso o en los que una relación pasa, rápidamente, a suponer una carga. Se crea un clima, pues, de cierta dependencia sexual pero absoluta independencia personal (lo cual no juzgo, simplemente expongo). Abundan las relaciones pasionales pero rápidas y luego nos dejamos atrás, quizás porque la mayor de nuestras pretensiones es básicamente la autorrealización. Para algunos, eso conlleva a la filosofía de “no dejar nada en el camino y coger todas las opciones”, experimentando al máximo sin renunciar a ninguna oportunidad, propuesta o tentación, sin “tener” que dar explicaciones. Para otros, simplemente se trata de no arriesgarse a fracasar en algo evitable que tampoco consideran necesario en ese momento dado de su vida. Otros, creen no dar con nadie que conjugue bien con ellos en el terreno amoroso, sin más.

Aunque la libertad sexual de exploración y experimentación suele considerarse saludable, esta dimensión sexual, por lo que comentaba antes, llega a crear también peligros asociados con la psicología de las personas en los que pueden crearse dependencias, adicciones o trastornos de la intimidad o identidad emocional. Por eso, como consejo, nos amemos o no nos amemos, al menos comuniquémonos e irá todo mucho más rodado y gratificante. No creo que esté mal disfrutar del sexo libremente y no quiero caer en considerar como catastrófica la mera autorrealización (si es con unos mínimos humanos), pero sí que me parece decepcionante oír hablar de cada vez más casos en los que las experiencias sexuales se convierten, ya no solo en algo común, sino en algo casi obligatorio con escasez de deseo, sensualidad o una atmósfera apropiada para sentirse satisfecho. ¿No creéis que es una pena? Pienso que el sexo indiferente, irreflexivo y meramente superficial no debería convertirse en el sexo predominante porque merecemos o necesitamos más para percibirlo como lo que es, como placer. Para eso, mejor pasar sequía.

Entonces, ¿existe alguna solución? No sé si es una solución o una alternativa interesante, pero desde luego no tener sexo casual o solo tenerlo cuando existe compromiso no me parece la solución ni tampoco algo natural ni más digno. Sin embargo, desde que el sexo es ‘tan fácil de conseguir’ y el romanticismo ha quedado en un plano más discreto (no por ello no existente, claro), quizás lo más sensato es buscar la buena compenetración, comunicación y armonía. Es decir, si tener pareja estable se ha convertido en algo difícil, secundario o, al menos no uno de los objetivos primordiales, aspirar a tener una relación de complicidad es, seguramente (junto a hacerlo cuando y con quien realmente quieras), lo más satisfactorio para no llegar a banalizar el sexo (y ya no solo el sexo). Esa complicidad no es que sea tan fácil de conseguir como de llegar a disfrutarla cuando se consigue, pero ya que hablamos de autorrealización, siempre será más pleno que el sexo gane en calidad, placer y deseo, ¿no?


(Reflexión/Adaptación de unos artículos de "El Confidencial")

sábado, 20 de abril de 2013

Cerveza-beer


Te odiaba. Detestaba tu sabor y hasta tu olor. Pero en un verano lúcido, el espíritu taja de las fiestas de la Bur y una espléndida juventud hicieron lo inevitable: que entre agua y el alcohol de la barra, me cautivaras tú.

Sea cuál sea tu denominación de origen y sea cuál sea tu color, no estás tú para hacerte desprecios y eres una clara tentación. Haya o no acompañamiento, sueles ser la gran opción. Eres la caña en caña, quinto, vaso, copa, litro o palangana. Me rociaron contigo en alguna celebración. A modo de confesión, incluso me bañé contigo en algún momento. Y aunque te quiero fría, el culo caliente también irá para adentro. De amargo, aunque exquisito, solo tienes tu sabor, sea en las tardes-noches de terraza o en cualquier noche de apalanque o bien de acción. En barril, botellín o botella, más grande o más pequeña, suavizas el instante, agravas la alegría  y refrescas la garganta… otras veces vas y te me ofreces en plan lata barata. Imposible rechazarte; venero tu efecto afrodisíaco, curandero y bien entrante adaptándose al ambiente… te cojo entre mis manos, te elevo hasta mis labios, te bebo de un trago y entre lengua y paladar te noto ahí al instante.

Pequeña... la adrenalina me aceleras. Tomarte es buen ritual para ahogar penas, para darlo todo o para simplemente conversar o compartir, pero por el cual, tras pasar... repetir y repetir.

miércoles, 17 de abril de 2013

Voz feroz


- No sabes quién soy y, si lo sabes, te haré creer que solo te sueno a conocido. “¿Quieres fantasear conmigo?” Vas a tener que confiar. No nos vamos a ver, pero tu mente me va a pensar. Me conoces por sonido y tu forma de atender mi llamada la misma noche de cada semana sugiere que quieres que lo siga haciendo. Probablemente te enciendo y es exactamente esa mi intención.

Descuelgas el teléfono y contestas con voz impaciente, algo tímida y exasperada. El número oculto te inquieta, pero siempre menos de lo que lo hace mi voz. Yo ya voy bajando, a todo esto, la bragueta, llámame perturbado o, por decírtelo, perturbador. Imagino cómo se mueven tus dedos entre el aparato y tu pelo… cómo se deslizan como los míos al marcar: sin prisa, con deseo. “¿Qué me vas a proponer?” “Busca un sitio cómodo y tranquilo porque te quiero entretener.”

Hoy vas a imaginar que estamos en un iglú de Laponia, vas muy tapada y el color de tu nariz me dice que te dé de lo bueno. Te vendo los ojos con tu bufanda de terciopelo negro y me escuchas solo, mientras yo te veo contonearte entre mis dedos de nuevo. No sabes ni cuál es mi olor pero te da igual, me pides sensación y te la voy a dar. Me pones la capucha y perspicazmente me río mientras, refirmada en el suelo, ya notas su pelo por debajo de tu ombligo… Hoy no vas a dormir… ni siquiera conmigo esquimal. “Acerca más tu boca al auricular. Oigo lejos tu respiración y quiero sentirte intensa… atenta, ahora te voy a tocar.” La piel de gallina ya no es por frío y me pides que te siga hablando cerca mientras desabrocho el último botón. Tiene vaho esta habitación y tu sujetador ya puede ser de piel de zorro (seguro que menos que yo), pero me lo voy a comer deprisa a traición. Tu abrigo queda tendido y aísla tus curvas del hielo que se empieza a fundir. "Antes de que te ahogues por agua, te ahogo de erección". Mi abrigo se desliza por la espalda y cae a un palmo de tu nalga. Te doy un cachete, nos hará de edredón. Sabes más de mí de lo que puedo pensar, desconoces mi rostro pero ya lo ha creado tu imaginación. De mi sabes que soy cálido y yo sé que tú necesitas calor… No estoy seguro de querer llegar a conocerte pero, por favor, de momento deja que la próxima semana tampoco sea esa en la que me responda el contestador. -
____

La voz. No la eliges ni, a veces, la controlas. Expresa y también, en ocasiones, la pifia. Se alterna con el silencio queriendo expresar pero, sobre todo, transmitir. Solo a través de una voz, podemos descifrar estados de ánimo, intenciones e incluso muecas ocultas según la entonación. Podemos imaginar y crear ambientes y llegar a confiar más o menos en alguna gente. Sea como sea, si la proyectas con intención puede ser uno de los puntos fuertes de atracción y fantaseo. ¿Jamás has querido conocer a nadie tras escuchar, tan solo, su voz, sea este un cantante, un anónimo o ese perfecto locutor? De todas formas, hay que pensarse bien eso de ponerle cara a una voz; no siempre la imagen será lo que era y te arriesgas a que la tuya fuese mejor.

miércoles, 10 de abril de 2013

Positiva, a secas y por suerte

¿Sabes por qué soy positiva? Porque no serlo nunca me ha servido para nada, por lo menos no más. ¿Crees que soy una ilusa? ¿Crees que no sé que hay momentos sobre los que patalear, sentirse diminuto o simplemente insatisfecho? Andas equivocado, ¡claro que lo sé! Yo también las he pasado putas varias veces y he visto pasarlas peor. De hecho eso ha sido lo que me ha obligado a forzarme a estar bien en varias ocasiones.

Creo que constar con las armas mínimas como para, a la larga o a la corta, poder levantarnos solos ante aquello que nos ofusca sin estar esperando a que lo hagan es, más que recomendable, una tarea esencial (que, a menudo, solo se aprende con algo de dolor). Porque, ya sabes, quizás nadie viene a levantarnos, hay que estar expuesto a ello. Cuando nos sentimos mal y vemos todo negativo, no queda otra que espabilar ¿no? Pues puesto en una balanza, a mí, al menos, siempre me ha servido más y me ha sido más gratificante ser positiva que negativa tanto a nivel personal como cara a lo demás.

Existen muchos momentos negativos en los que, por dentro, uno se siente un hueco en la faz de la tierra y, hacia fuera, se tiene que crecer para sobrevivir en sociedad y para seguir haciendo cosas más o menos productivas con su vida. Hay gente mala que si te ve al borde del precipicio es capaz de darte un empujón y hay que saber ser más hábiles que ellos y tirar dos pasos hacia atrás antes de que eso suceda. Ni extasiarse de manera esperpéntica ni dramatizar en exceso. Darle vida a las vidas, eso es, porque sino la motivación es una mera entrada de diccionario y eso, según mi parecer, es muy poco inteligente. En ese momento en el que tu mente es un agujero negro en un cuerpo, se ve todo asquerosamente idiota, oscuro y voraz. Pero, al final, te vas dando cuenta, ¿no? Te das cuenta de que vas saliendo vivo de todos esos momentos y de que cada vez eres más psicológicamente independiente, algo muy útil de lo que enorgullecerse. Por eso, quítale el "demasiado", gracias, pero sí, soy positiva.

Yo creo que no hay nada mejor que tener una chispa de alegría siempre que haya algo ínfimo que pueda encenderla y, sino, saber salir a buscarla. Pienso que hacen falta personas positivas porque negativas sobran y personas que pretenden negativizarnos también. Así pues, si me lo repienso, siempre estaré a tiempo. Además, no protestes; si fuese negativa te aburriría y no significaría para ti ni la mitad de lo que lo hago ahora (sea eso poco o mucho). Quizás ni hubieses querido conocerme. Incluso tú, muchas veces agradecerás que alguien positivo te contagie ilusión o le aporte algo distinto a tu polo y, no te martirices, esa podría ser yo, quién sabe.

viernes, 5 de abril de 2013

¿Alguna vez has sido el “de la mesa” de al lado?


Si eres ese chico que está esperando a sus colegas en la terracita del bar café en mano, ese que ha decidido pasar una tarde bohemia en el césped más cercano, el que ha plantado su toalla en la arena de la playa bien en la orilla o el del banco de la facultad que se ha quedado hoy sin la pandilla, no sé a qué esperas ahí quieto y parado, las chicas tienen para ti un plan alternativo bastante interesante: ser el chico de al lado.

Esto consiste en que yo, por ejemplo, quedo con mis amigas una tarde para tomar algo; nada de encerrarse en casa. Llega el buen tiempo y hay que aprovechar el sol, lucir los primeros tirantes en el Antic Teatre o en algún lugar similar con terraza, bebida y eso sí, un buen rincón. Llegas tú, buscas sitio y tienes dónde elegir: la mesa más cercana entre barra y pareja o la otra, la de al lado nuestro en el rincón que de lejos huele a perversión… y obviamente escoges esa. Esta es tu tarde de suerte y, de rebote, aprenderás sobre más mujeres, con pose chulesca y estratégicamente acomodado, con tu mirada disimulada mientras tomas algo ahí sentado.

Quizás luego viene un amigo tuyo y se une a ti y, mientras comentáis los últimos proyectos o tu última adquisición, ponéis oreja porque nuestra charla capta vuestra atención. Al principio  os parece un poco pava: sumario-actualidad, anécdota de la semana y chicos, mucho chico y corazón y blablabla… pavadas, ¡báh! Nos levantamos a la barra, pedimos otra birra, nos dais el repaso de arriba abajo y oye ¡pues no estamos tan mal! Leemos vuestra mirada, nos echamos unas risas y vosotros os colocáis el paquete discretamente mientras levantáis la copa y le dais otro trago. Pretendemos picar, os pedimos unos filtros y tabaco de liar. Ya está, es nuestra tarde de chicas y la vuestra de chicos pero ya hay conexión que, como fondo de emisión, entre charla de unos y charla de otros, sutilmente se intentará colar. Sí, porque empieza la sección “Sex and the city”, vuestra favorita y probablemente la nuestra, no te vayas a pensar. Esa que, a parte de no tener desperdicio, es de tiempo imprevisible y tiene pinta de que va a durar y divertir y durar. Esa que no va a relatar tan solo fantasías (que también) sino que se basa en alguna que otra historia real. ¡Ahí querías tú llegar! Y no ha tardado tanto, tonto.

Si eres el chico de la mesa de al lado y quieres divertirte, aprender e incluso empalmar, no te pierdas el capítulo doble de hoy que empieza con la anécdota de una y continúa hablando de sexo oral. Nosotras, entre risa, pregunta y relato intentaremos captar vuestra historia algún que otro rato para convertirnos en las chicas de la mesa de al lado y, no sé si para sorprendernos, pero sí para intentar encantarnos de algo.

lunes, 1 de abril de 2013

Cuestión de (des)confianza

No voy a pedir que confiéis en mí porque demostraría desconfianza. Tampoco voy a desconfiar si me contáis motivos por los que alguna vez fue mejor desconfiar o consecuencia de algún caso concreto. Lo que sí que haré será advertiros de que la desconfianza es, probablemente, el arma de defensa que más desconfianza puede llegar a crear a su vez; así que la desconfianza nos aleja. 

“Pero, espera, ¿es que nunca te has quemado "por poner la mano en el fuego" por algo y te has sentido inútil después? ¿Jamás te ha decepcionado el haber confiado?” Pocos se salvan de lo primero, ¿no? Sin embargo, lo segundo creo que no debería ser así; el problema, en cualquier caso, lo tiene la persona que traiciona, no la confiada. Lo decepcionante es acabar pagando con el resto de ocasiones lo que en una te hirió. La desconfianza nos hace seres fríos, calculadores, cerrados y más desconfiados aun. La confianza, por el contrario, es un puente, más o menos seguro, que nos conduce a vivir nuevas experiencias, a conocer desconocimiento… y eso es entre curioso e interesante. Entonces, no hay duda de que hay que andarse con ojo, pero ¿desconfiar? ¡Desconfiar es de cobardes!

Quizás creemos que adoptar una actitud menos receptiva de entrada nos protegerá y hará más fuertes de cara a asumir cualquier batacazo que pueda venirnos dado. Nos creemos inmunes de palos cuando el mayor contratiempo con el que nos topamos es que no nos permitamos conocer situaciones que “pican a nuestra puerta” a diario o a personas que, seguramente, tienen cosas que aportarnos… ya sea una buena historia, una buena anécdota o simplemente un buen rato.

Si cada persona debe intentar ser su mejor desdoblamiento de entre la cantidad de opciones que tenemos, ¿no creéis que de todas las palabras opuestas (por ejemplo: confianza/desconfianza) deberíamos escoger la favorable aunque a veces pueda ser arriesgado? Yo, personalmente, prefiero confiar. Simplemente no veo en ello un lado tan sustancialmente malo como para preferir, desconfiar en general ante lo conocido, y casi siempre ante lo desconocido, como si el mundo conspirase, vaya.