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jueves, 16 de junio de 2016

Lo que no es real

Dentro de nuestra realidad (si se puede llamar así) todos tenemos nuestro lado más puro y el que no es real. Nuestra parte real es nuestra esencia, algo así como nuestra base de valores: eso que nos mueve e inquieta y que activa los sentimientos. Lo que no es real (aunque a veces lo vivamos como tal) es esa misma esencia alterada y negativizada por factores externos: eso que hace que mostremos nuestra peor versión.

Me explico. Está claro que a todos nos influye una mala temporada, una mala noticia, un sueño truncado, un amor herido o una ilusión frustrada. Y aun podemos simplificarlo más: A todos nos influyen sensaciones corrientes como la presión, la impotencia, el estrés, el agobio, la impaciencia, el cansancio, un mero día desafortunado... Todo ello hace que nos cambie el humor; nos sentimos enfadados o desanimados, descontentos. Cualquier "sí" y cualquier "no" pueden convertirse en su contrario solo por llevar la contraria. Cualquier emoción se vuelve extremista sin apenas opción a intermedios y cualquiera de ellas es totalmente imprevisible, cambiante, desequilibrada e incluso contradictoria. A la vez, cuanto más mostramos ese humor, menos nos reconocemos y más alimentamos ese incómodo inconformismo. Son épocas (o momentos) en las que necesitamos sentir cerca a aquellos a quienes queremos y recibir cierta atención y comprensión por su parte y, si no es así, nos sentimos (o eso percibimos) tristes, desamparados, super molestos. No es real, son reclamos más que necesidades; un tanto egoístas, más que justas si lo pensamos. Presionamos o esperamos demasiado del resto, priorizando impacientemente nuestro interés.

Todas esas emociones y formas de dirigirnos nos pertenecen, pero no nos hacen sentir identificados. La energía que acumulamos a través de ellas, nos transforma y crea un alter ego desmejorado, ya que en un estado más tranquilo y harmonioso no nos comportaríamos de ese modo. Por eso es importante "perder/ganar tiempo" en reflexionar sobre nosotros mismos e incluso llegar a comunicar nuestro malestar para prevenir antes de tener que curar. Somos los primeros que debemos encontrar el fondo que genera esa actitud para que también el resto pueda entenderlo sin juzgarnos. En ese sentido, mucho mejor ejercer conciencia tratando de ser justos en nuestros impulsos. Van a volver a aparecer en cualquier momento, pero mantener la mente fuerte y llegar a controlar esas reacciones  de antemano, puede mejorarlo. Y sino, siempre nos quedará pedir perdón una vez reviva nuestra esencia. Creo, de hecho, que son las "gracias" y el "perdón" lo que distinguen a las personas´.

(Perdón por desaparecer durante el curso. Gracias a dios porque huela ya a vacaciones.)