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viernes, 31 de octubre de 2014

Dilemas que no comprendo

¿Hay siempre que escoger? Mi respuesta es “no”. Muchas veces se debe hacer, pero no todo son dilemas. Ya dicen que en la variedad está el gusto, así que los combinados son, a veces, una buena solución. Puede que la mejor y más sensata. Detesto a aquellos que intentan poner entre la espada y la pared como salida a cualquier cuestión. Ni blanco del todo ni del todo el negro.

En este caso quiero hacer una pequeña reflexión sobre lo que opino de esa clásica pregunta en estas fechas: “¿Tú eres de La Castanyada o de Halloween?”. Pues de nada y todo a la vez. ¡Igual que de Papá Noel o los Reyes Magos! De ambos, tonto, de ambos…¿Para qué tener que escoger si puedo celebrarlo todo? Buscar incompatibilidades en asuntos de este tipo, me pone de los nervios. Las tradiciones básicamente culturales, sin colores ni exclusiones, siempre nos pueden enriquecer mientras no hagan daño a nadie (entiéndase, como ejemplo personal de daño: “corridas de toros”). Me parece que, dicho eso, quien critica alguna de ellas demuestra basarse más en otros cimientos (políticos, de desconocimiento, de rabia contra el mundo y lo que le rodea, etc.) que en la razón de la celebración en sí.

Si nos quejamos de mentes cerradas, empecemos haciendo autocrítica y a dejar de plantear dilemas absurdos o de cuestionarnos qué es mejor y qué peor en base a nuestra simple opinión, ¿no? Al fin y al cabo, si a algo nos invitan las festividades es a celebrar todo lo celebrable, que es lo que al final nos queda. Así que, a aquellos que se pregunten de qué o de quién soy yo, les digo que de donde y de quien me quiera, y arreando.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Si la vida son dos días…

… quizás se te pase como si fuese uno. Quizás, de él, únicamente recuerdes esas 5 personas que caben en la palma de la mano, 4 canciones que te arrancaron el corazón, 3 abrazos y algunas palabras que te cortaron y devolvieron la respiración, 2 viajes y uno de ellos el de vuelta a eso que sientes casa y 1 encuentro íntimo que, por qué no, por momentos te hizo cambiar de dimensión. Asegúrate de que, entre toda la aparente normalidad, vivas cosas locas, extremadas o revolucionarias… Como quieras llamarlas, pero lo suficientemente profundas e intensas como para que el tatuaje, y la evolución de sus consecuencias, vayan quedando grabadas con tu imprenta natural. Asegúrate también de que con ellas no haces mal.

Larga y maldita es la vida para quien la malvive y corta para todos al final. “El tiempo” es incierto y, “el momento”, esa medida exacta con la que poder resumir, de nuestra totalidad, la realmente aprovechada. La memoria se alimenta de prioridades, entusiasmo, sorpresas y dolor y, más que selectiva, es el rebote de aquello a lo que dimos o damos valor. Experimenta, conoce y disfruta porque, para joder, siempre hay algún cerdo sin escrúpulos o alguna zorra astuta.

Si la vida son dos días, hoy me lo paso, seguro, conmigo… y únete si vas a hacer algún bien o si caminas al lado con algún sentido. Evita hacer por hacer, por crecer, por merecer, por agradecer, por obedecer o desobecer o por cualquier tipo de verbo. Hazlo por el placer de todo ello y siéntelo, más que en la mente, en las entrañas… allá donde quieran que estén. Merece cada logro porque: logro no merecido, algún contrachoque en el camino. Y pisa fuerte el orgullo y el rencor porque, a cada paso, le restan razón.

Toma decisiones y aparca el miedo que, lejos de frenar, solo ralentiza el proceso. Porque, es lo que se quiere lo que se acabará haciendo, mientras la posibilidad siga existiendo. Y ama, ama mucho pero, sobre todo, ámate más y siempre mejor. Nuestra imperfección trata de dejarnos siempre con ese grito ambicioso que cree que detrás de un acto puede haber algo más espectacular. Es eso mismo lo que nos impide valorar con criterio toda la genialidad que, a nivel personal, sí vamos consiguiendo. Por eso ama también aquello que consigues y a quien, por lo que sea, te consigue o te ama. Cree en tus percepciones porque hay gente que habla más cuando te mira que cuando articula o traga palabras.

Si la vida son dos días... dale a tu cuerpo alegría Macarena.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Merecer la pena

Nos cuesta desprendernos de cosas que estamos acostumbrados a poseer, de lugares a los que decimos pertenecer, de personas a las que solíamos querer ver o de rutinas a las que cada día nos sometíamos. Insistir por algo, tiene antes que merecerlo. A menudo vemos las cosas desgastarse sin darles otra alternativa. Nos aturden los cambios, nos bloqueamos ante las nuevas oportunidades pero, sobre todo, intentamos conservar todo, le encontremos mayor o menor utilidad. Nos cerramos, a veces, ante opciones alternativas y nos cegamos frente a comodidades que dictaminan. 

Como una vez leí: Si nuestro sentido de la identidad se basa en lo que tenemos, se ve siempre amenazado. Queremos preservar todo cuanto nos rodea porque, a aquello que poseemos, no le damos un sentido únicamente de propiedad sino que le atribuimos ciertas connotaciones de identidad. Nos cuesta ganar las cosas, pero más conservarlas con sentido. Tener algo no conlleva deberse a ello, sino disfrutar de ello. Si no, está de más. Sentir, ver, amar, estar contento, estar triste... son actividades o estados, verbos que significan experiencias. Esas son las cosas que no podremos perder ni destruir, las que conservaremos y nos identificarán.