Páginas

Translator

lunes, 11 de agosto de 2014

Es de bien nacido...

… ser agradecido; ya lo dicen. Aunque parezca una tontería, no es cuestión de un simple detalle o de una amable palabra, es cuestión de educación y, sobre todo, una muestra de respeto.
Agradecer todo lo que deba ser agradecido, es trascendente y causa más impacto del aparente tanto en quien lo hace como en quien lo recibe. Recuerdo que, hace unos años, una persona importante para mí, un día me dijo que no hacía falta que le diese las gracias por según qué cosas. Casi llegó a convencerme, pero es algo que continuó saliéndome como acto reflejo de algunas acciones, y acabó apreciándolo. Alguna era la razón para hacerlo, siempre hay alguna... esa razón que cada uno es capaz de sentir en grandes o pequeños detalles y que expresa reconocimiento.
Por una parte, agradecer es saber valorar algo que hace otra persona, sea más o menos costoso. El reconocimiento es algo que a todos gusta y que, por qué no, todos podemos merecer de alguna manera o alguna vez. Agradecer, pues, es saber apreciar que alguien se tome el tiempo o “la molestia” de hacer algo por nosotros... eso a lo que, en ocasiones, podemos estar tan acostumbrados como para obviarlo. Esa persona podría perfectamente pasar de nuestra cara como muchos otros pero, sin embargo, decide hacer un gesto hacia nosotros, bien sea una gran hazaña o alcanzarnos un objeto. Por otra parte, agradecer es la mínima respuesta que puede recibir cualquiera de esos gestos. Cuesta poco y, sin embargo, expresa mucho. Probablemente una sola palabra contiene bastante más trasfondo de lo previsible.
Mostrarse agradecido y dar las gracias con palabras o con acciones es una buena, y a menudo suficiente, manera de devolver al instante ese gesto por el que nos sentimos agradecidos. El otro día, en una conversación, tomé verdadera conciencia de ello. Es compensar y compartir un acto de generosidad y poder sentir satisfacción mutua por ello. Qué fácil, qué a mano y qué, a veces, tan olvidada pero importante palabra: Gracias.

martes, 5 de agosto de 2014

Master-femmes

Muy probablemente, por cada quedada de mujeres que se da, muere un hombre en este mundo. Eso sí, en compensación, otro renace, es bien mentalmente jodido o amado incondicionalmente. A veces, llega a darse cuenta cuando ha muerto.
Probablemente también, gran parte de la humanidad tenga una mente parcialmente perversa, sucia y furcia… Menos de lo aparente pero tanto como el subconsciente nos asegura, para suerte de todos. En el caso de las mujeres, a nivel individual es una pasada cómo cada una podemos hacernos sentir increíbles y sensuales, en pareja, la clave de la seducción es sentirse deseada pero, ¿y cuando se pone la experiencia en común? Comparar, observar, opinar, aconsejar… es sumamente divertido e interesante. Al fin y al cabo, una mujer que disfruta su feminidad, necesita sentirse mujer, con todo lo que eso conlleva. Esos momentos en que lo consigue, son siempre trascendentes.
Hay mujeres insatisfechas. Sí, las hay... con su vida en general. Muchas de ellas, oportunistas que intentan boicotear esa actitud que envidian… esa que no llegan a alcanzar por la razón que sea y que, en definitiva, muestra el esplendor decisorio femenino. La frustración les impide pedir ayuda o querer ser ayudadas. Se den cuenta o no, lo único que hacen es alimentar que la mujer aun se sienta en ocasiones juzgada simplemente por su instinto animal (¡como si en eso hombres y mujeres fuésemos tan distintos!). Algunas mujeres, es cierto, son decepcionantes… otras sin embargo, a su estilo y afortunadamente, son hermosas.
Si alguna vez habéis presenciado una conversación sexual entre mujeres, sabréis que es presenciar un ritual apasionante. Si sois hombres y habéis tenido la oportunidad, sentíos afortunados... pocos entran ahí. Sin límites, retroalimentamos nuestra libertad de expresión y de pensamiento. Lo que puede surgir de ahí es una locura, a parte de un sinfín de risas. Como si de un confesionario o de un consultorio del amor se tratase, se acaban uniendo lazos y, creedme, creando escuela. Se aclaran cuestiones, se sugieren opciones y, al final, la única pretensión es la de conseguir la satisfacción personal y, por qué no, una buena cara de “Master of Univers” del adversario, como recompensa.
Hay que saber con quién, pero el hecho de compartir conocimientos y experiencias es, más allá que un disparate, algo que agradecer.  ¿Cuántas parejas pueden estar ahora mismo satisfechas por resoluciones extraídas de alguna quedada femenina perversa?  Hombres, cuando un grupo de mujeres se reúne y habla de sexo, más que temer, sujetad bien la cabeza para que la que ruede no sea la vuestra... Por lo demás, celebradlo porque, a la larga o a la corta, algo positivo sacaréis de ello si sois capaces de mantener a esa fantástica mujer... una Master-femme.


(Dedicado a mis Master-femmes y todos esos ratos tan divertidos.)