… ser agradecido; ya lo
dicen. Aunque parezca una tontería, no es cuestión de un simple detalle o de
una amable palabra, es cuestión de educación y, sobre todo, una muestra de
respeto.
Agradecer todo lo que deba
ser agradecido, es trascendente y causa más impacto del aparente tanto en quien
lo hace como en quien lo recibe. Recuerdo que, hace unos años, una persona
importante para mí, un día me dijo que no hacía falta que le diese las gracias
por según qué cosas. Casi llegó a convencerme, pero es algo que continuó
saliéndome como acto reflejo de algunas acciones, y acabó apreciándolo. Alguna
era la razón para hacerlo, siempre hay alguna... esa razón que cada uno es capaz de sentir en grandes o pequeños detalles y que expresa reconocimiento.
Por una parte, agradecer es
saber valorar algo que hace otra persona, sea más o menos costoso. El
reconocimiento es algo que a todos gusta y que, por qué no, todos podemos
merecer de alguna manera o alguna vez. Agradecer, pues, es saber apreciar que
alguien se tome el tiempo o “la molestia” de hacer algo por nosotros... eso a lo
que, en ocasiones, podemos estar tan acostumbrados como para obviarlo. Esa
persona podría perfectamente pasar de nuestra cara como muchos otros pero, sin
embargo, decide hacer un gesto hacia nosotros, bien sea una gran hazaña o alcanzarnos un objeto. Por otra parte, agradecer es la
mínima respuesta que puede recibir cualquiera de esos gestos. Cuesta poco y,
sin embargo, expresa mucho. Probablemente una sola palabra contiene bastante
más trasfondo de lo previsible.
Mostrarse agradecido y dar
las gracias con palabras o con acciones es una buena, y a menudo suficiente, manera de devolver al instante ese gesto por el que nos sentimos agradecidos. El otro día, en una conversación, tomé verdadera conciencia de ello. Es
compensar y compartir un acto de generosidad y poder sentir satisfacción mutua
por ello. Qué fácil, qué a mano y qué, a veces, tan olvidada pero importante
palabra: Gracias.