Tras
escribir, en la última entrada, sobre una de las versiones de “el efecto
microondas” apuntando a las personas que se calientan con cierta facilidad, hoy
voy a por la segunda versión que me aportaron a raíz de esa primera. Y es que
se ve que la versión oficial lo aplica a las personas que excitan a otras sin
querer, luego, nada más que eso. Es decir, aquellos que calientan lo que
después no se van a comer. ¡Bastante cruel! Suelo defender a las mujeres
siempre que tengo ocasión, pero esta vez voy a ejemplificar el término con
nosotras. Porque, por mucho que no todas actuemos así (y lo remarco), por lo
que he podido observar hay más pecadoras que pecadores en este sentido, aunque
también los haya.
Él
suele dar, más que el primer paso, la primera mirada. Ella, lo capta rápido, lo
provoca anteriormente si lo cree necesario, y se siente deseada. De hecho, le
encanta ir de aquí para allá para que le puedan contemplar. Intenta disimularlo
(bastante mal por norma general) pero es su meta primordial desde que se levanta
hasta cuando decide acostarse. Le encanta ser el centro de atención, sentirse
la envidia y el deseo al mismo tiempo; resaltar sus habilidades sin tener muy
en cuenta si deja o no en evidencia al resto. Ser bruja y embrujar y, que beban
los mares por ella es su ambición principal. Y el chico, mientras tanto, no
solo se los bebe sino que por ella babea. Seguramente, un perfil de chica
microondas, así sea.
Personalmente,
creo que ese tipo de comportamiento se desarrolla por una autoestima
cuestionable que busca el aprobado y el elogio ajeno con insistencia, y por algún
otro motivo por el que no solo la culpo a ella. Por ejemplo, en primer lugar, por creerse
bella, más bella que ninguna porque probablemente así se lo hayan hecho creer
toda la vida. Regalar la oreja está bien pero, si se le regala a alguien que no
tenga los pies bien en la tierra, pueden fomentarse seres prepotentes. En
segundo lugar, y ligado con lo anterior, por la tendencia de algunas personas a
sobrevalorar el físico ya que, si no fuese así, ni se fijarían en ellas ni
mucho menos babearían por conseguirlas, partiendo de que, en el sentido
emocional al menos, son bastante huecas y egocéntricas. Por último (y
seguramente me deje algún apunte más), por el bucle solitario que van creando a
su alrededor. Buscan sentirse deseadas y necesarias constantemente combatiendo la
soledad personal que ellas mismas provocan con su propia conducta. No digo que el fondo de su fondo no pueda ser bondadoso, pero sí que no llegan a demostrarlo. Al
final, se acaba calando a las personas simplemente observándolas y el sentido
común se encarga de apartar a según quienes de nuestras vidas como plan de
autoprotección. Así es como, personas que en un momento dado pueden verse en el
centro de todas las miradas y alabadas, en cuestión de días pueden encontrarse
en la más absoluta soledad afectiva.
En
definitiva, a todas las mujeres nos gusta sentirnos guapas y, por qué no, nos
gusta gustar. Pero una cosa no lleva a la otra y, manipular a las personas
no debería ser una opción aceptable sino rechazada, así como tampoco debería poner en duda las buenas intenciones de las demás. Las “efecto microondas” gastan cartuchos con pólvora peligrosa que, fácil y rápidamente, se
les puede volver en contra. Depende de cómo las integremos. Aun así, no nos engañemos, siempre habrá quienes caigan
ante sus armas confundiendo el juego sucio con ideas como que "son tías duras". Probablemente sean las más débiles (que para nada sensibles). Las ensalzarán mientras
ellas calienten pero no coman ni dejen comer, simulando intenciones de que sí lo harán. O sea,
alimentarán esperanzas de personas que aguanten sus modales por la quimera de
llegar a conseguir lo que ellos consideran el premio final. Con un poco de
suerte, las cosas acaban cayendo por su propio peso. Aunque también puede
que para ellas simplemente sea un “vuelta a empezar” hasta que alguien que de verdad les guste les ponga los puntos sobre las íes. De todas formas, confío en que cada vez son
menos los ilusos y más los escarmentados.