Páginas

Translator

viernes, 30 de noviembre de 2012

Da miedo, el miedo.


¿Qué sería de nosotros sin miedo? Probablemente ya habríamos muerto. Pero, por miedo, ¿hace falta matar proposiciones con fin abierto e intenciones anheladas? ¿Abandonar sin haber empezado? ¿Desear sin intentar? ¿Creer sin comprobar?  No vale la pena y todos lo hemos hecho alguna vez.

Sin miedo no habría decisiones difíciles ni actos sentenciosos. Sin miedo no existirían guerras, ni inseguridades, ni avaricia, ni tristeza, ni límites. Viviríamos al máximo por lo máximo. Sin miedo todo sería un riesgo constante y una ausencia de peligro a la vez. No buscaríamos la perfección ni ser valientes porque ya lo seríamos.  No pisaríamos por dinero porque no temeríamos perder y empezar de cero. Actuaríamos por voluntad y no sometidos. Seríamos nuestro mayor ejemplo y referencia y, entre nosotros, diferentes pero respetando las diferencias. Sin miedo a cambios entre relaciones, apuestas, cuestas o en el mundo. Arriesgaríamos asumiendo cualquier tipo de consecuencia lanzándonos a perseguir lo que en ese momento nos llenase. Viviríamos más el momento y no tanto de fantasmas del pasado y falsos pasos en un futuro utópico. La muerte sería una anécdota más y la vida lo sería todo.

Juzgamos por miedo y nos dejamos empequeñecer por pánico. Hacemos y deshacemos y, lo que es más grave, no nos dejamos hacer, por miedo y egoísmo. Por no llegar a sentirnos débiles mientras ya lo estamos siendo. Atacamos nuestros principios y nuestra voluntad, los cuales perdemos cada vez que dejamos de ser auténticos y decidimos vivir a la mitad. Sin miedo, podríamos ser mucho más bellos y felices; tratar y tratarnos mejor. Actuando de corazón tenemos la conciencia mucho más tranquila y en paz; nos sentimos más realizados. Ganaríamos en atrevimiento y perderíamos en mentira. Actuar desde el corazón: apasionante: actuar con pasión.

El miedo nos quita libertad y eso es lo más esplendoroso que tenemos porque sin libertad no podríamos hacer lo que nos hace felices.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Deberíamos prohibirlo


¿Alguna vez os ha pasado que cuando le dices a una persona que le quieres es después de tener que habérselo dicho hace mucho? Pero se encalló y ahora es cuando sale y te apetece, osea, cuando debe ser. ¿Alguna vez os ha pasado que cuando se lo dices es ya dicho con otro significado pero probablemente se malinterpreta y piensas que, para eso, podrías haberlo dicho bastante antes cuando sí que podía interpretarse así? Las deducciones y la poca comunicación, el mismo error de siempre. ¿Alguna vez os ha pasado que instantes después de decirle a alguien que le quieres es justamente cuando le dejas de querer? Da lástima, pero a mí sí.

Me pasó cuando me di cuenta de que la indiferencia era siempre mala pero que después de un “te quiero” era aun peor. No puede haber un silencio tanto verbal como gestual después de algo así. No puede haberlo por completo, de verdad. Creo que alguien que responde con silencio absoluto a cualquier muestra de cariño merece echarlo de menos para saber valorarlo, o bien que merezco saber que ha sido valorado para llegar a comprenderlo.

Hoy no estoy especialmente sentimental, pero si el mundo tiene sentido, creo que tiene que sentir.

martes, 13 de noviembre de 2012

“Cuando pase algo…


lo que tienes que hacer es vivir el momento, centrarte en tu respiración.”

No estoy segura de si ha sido una frase aleatoria ni si la persona que me la ha dicho siquiera ha pensado mucho antes de decirla. Tampoco creo que conozca la importancia que le he dado, pero esa frase ha aliviado el día.

La conversación se había adentrado en un bucle entre misterio y angustia con un sabor agridulce. Y esos sabores, solo en la comida china, porque ya se sabe que lo que empieza con términos medios acaba en términos negativos. Éramos tres y me he vuelto silencio. Por dentro mucho ruido y pocas nueces; no sacaba nada en claro. Solo escuchaba, asentía y hacía alguna mueca que marcaba incertidumbre sin llegar a poner cara de tonta. No suele pasar que me dejen sin palabras a menos que me hablen de amor pero, últimamente, cuando me hablan del futuro también pasa.

Resulta que yo pensaba que era de letras y pocos números, pero ahora parece que de todo soy más que de futuro. No sé pensar en él, solo imagino y hago hipótesis, mil hipótesis. Yo alucinaba con la convicción con la que hablaban hoy los otros dos. Parecían muy seguros de lo que decían, ¿sabes? Pareciéndome a la vez imposible. Está visto que el futuro está en nuestras manos pero que no se sabe en qué momento nos ofrecerá la mano porque no se deja agarrar.  Cada vez que decían algo yo me imaginaba entre un camino a mis espaldas y mis pies al borde de un precipicio. Y ellos, seguros, afirmando que el 21 de diciembre va a pasar algo. Yo ya empezaba a creerlo y a hacer de una hipótesis una verdad. Me imaginaba en algún sitio alto de la ciudad donde poder ver el fantástico espectáculo de fuegos menos artificiales que nunca y esquivando meteoritos dejando mi futuro en manos del destino, para variar, ya que se nos muestra más accesible en estos casos. Osea, imaginaba sobre imaginaciones, con menor seguridad que cuando afirmo que Venus existe.

Pero de repente, se han referido a términos más místicos y han hablado no de un fin, pero sí de un cambio en la humanidad de las personas. Y ahí he visto todo tan complicado y utópico que entonces he optado por apostar por la salida más fácil por la que anteriormente no había apostado nada: un fin. Cambiar la humanidad me ha parecido algo improbable e irreversible ahora mismo y aquel tema estaba empezando a parecerme ya incluso absurdo. Hasta que uno de los chicos ha dicho que para que eso pasase tenía que suceder algo muy gordo. Se ha hecho el silencio y muchas imágenes apelotonadas se nos han pasado por la cabeza en cuestión de segundos.

Entonces ellos se quedaban en la parada del bus y yo tenía que seguir mi camino justo en ese momento. ¿Veinte minutos más andando sola por la calle habiendo oído, como última conclusión sobre el tema, eso? Era angustioso; nada aliviador. Eso sí que era gordo. Me ha entrado frío, pero porque hacía frío, la verdad. He cogido la bufanda, me la he enrollado mejor y cuando estaba a punto de girarme para despedirme de ellos con un muy seguro "Bueno, hasta mañana. Mañana nos vemos."  el otro chico me ha mirado y me ha dicho: “Pero, ¿sabes qué? Cuando pase algo, lo que tienes que hacer es vivir el momento, centrarte en tu respiración." Y entonces, podría haber optado por seguir pensando en meteoritos, catástrofe y fin… pero no, ahí me he visto salvada. He respirado hondo y me he visto salvada. Porque lo único que podía importarme en ese momento era vivir el momento y centrarme en la respiración, y ya lo estaba haciendo así que esa era mi salvación, por lo menos, la de ese instante.

Ha sido así como he sobrevalorado esa frase porque he encontrado calma en ella. Como hago con las personas. Una frase que era lo menos imaginario de los últimos diez minutos y que incitaba a seguir haciendo lo único involuntario que sabemos hacer al final: Respirar e hipótesis sobre el futuro para acabar saboreando solo lo agrio o lo dulce de la continuación, que es lo más futuro que llegamos a pisar. Y cuando pase algo, no va a pasar, porque ya estará pasando. Y yo siempre quiero que pase algo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Con lo buena que eras de pequeña...

Me da la sensación que desde nuestra infancia se nos educa destinados a ser una nueva pieza de un proceso parecido al de fabricación en serie. La mayor parte de la población está educada para seguir unas pautas sociales que  parece ser que son la única vía directa al éxito en la vida. Si ya no eso, la clave para ser una persona digna, cuerda y de provecho. Pues vamos a dar un rodeo.

Partiendo de la obviedad de que "las pautas sociales" las ha tenido que crear y asumir la propia sociedad, y creyendo firmemente que soy una persona digna y cuerda (no tanto "de provecho" porque la dicha sociedad actual no me lo permite), voy a hablaros del gran lado oscuro de la frase "Con lo buena que eras de pequeña...". Es la típica frase que está preparada para tocar la fibra de personas que creen que, tener una visión más amplia y personal de las pautas con las que nos han educado, no está nada pero que nada bien y que nos asemeja más al diablo. Esa frase que algunas personas se atreven a soltar a la ligera cuando entran en desacuerdo contigo. Sin argumentos y sin pensarla mucho, la utilizan, como otras muchas, en su propia defensa, abusando del poder devastador que puede provocar en la personalidad del otro. Ese otro que tampoco la escucha con atención, solo la oye y se hace chiquito. Alguien que va a ser otra pieza de la sociedad que, a la larga o a la corta, probablemente acabe teniendo algún tipo de frustración anclada.

Haciendo un esfuerzo, puedo llegar a entender a las personas que sueltan perlas como esa por su boca. Otra común es la de "Muchos pajaritos en la cabeza tienes tú, eso es lo que tienes". Creo que hubo un día en el que ellos también quisieron escribir este texto y creérselo, pero alguien les dijo que por salirse un poco de las pautas eran unos rebeldes que acabarían muy mal. Entonces prefirieron seguir las indicaciones de "lo correcto" creyendo que realmente lo era. Ahora, se mueren de miedo porque las personas a las que ellos han educado para seguir su camino y tener un futuro próspero, eligen arriesgar un poco, si se le puede llamar así, decidiendo que tienen otras perspectivas o que sienten de otra manera. Porque... "¿Y si sale mal? ¿Y si no logra llegar a dónde quiere? Me apuntarán con el dedo y dirán que fui yo quién, con mi comportamiento y dándole alas, destiné ese futuro." Y así, una vez más, 'el que dirán' nos come. Creo en la individualidad de las personas. Al fin y al cabo las personas que acusan sobre vidas ajenas lo hacen por aburrimiento o por envidia y le damos una importancia exagerada, hasta el punto de llegar a 'hacer' o 'dejar de hacer' según a ellos les parezca.

Y está quedando precioso esto por escrito, pero quiero dejar constancia de que soy la primera que, en ocasiones, se ha visto afectada por esa constante infinidad de juicios paralelos. Igual que, de las pocas cosas de las que realmente me puedo arrepentir son de esas que no he hecho dominada por la maldita inseguridad que estos provocan a veces. A fin de cuentas, he sido educada sobre ciertas pautas, seguramente parecidas a las vuestras. Pero, sea como sea, yo sí que me estoy creyendo este texto y, planteármelo, ya hace que sea una "persona dudosamente encarrilada y con pajaritos en la cabeza" para muchos. Sin duda, mucho peor que cuando era pequeña, doy mucho más miedo.

La realidad, es que las típicas frases "correctas", a menudo se utilizan de forma incorrecta y  sin tener en cuenta las consecuencias. Un ejemplo de ello es que hayan acabado estando en boca de todos en el día a día, tratándose como se tratan de reprimendas sin fundamentos. No somos peores que de pequeños por pensar de manera diferente a la de otra persona. Sea esa persona más o menos cercana y tenga nuestra misma edad o esté en otra etapa vital, no tiene ningún derecho a pretender hacer de nosotros un clon suyo en cuanto a personalidad. Ni los gustos, ni las percepciones, ni las experiencias vividas van a ser las mismas, y ¿qué somos sino eso?

Entendería que se me intentase encarrilar si tuviese excesivo morro o algún tipo de malicia, pero todo lo contrario. De pequeña la única violencia física y verbal que quería ver era la de Digimon. Era una niña de paz, amor y sonrisa. ¿Ahora? Ahora igual. Pero somos nuestra propia evolución y demasiado a menudo asusta que cada uno, por nosotros mismos, llegue un momento en el que seamos capaces de tomar nuestras propias decisiones. Más que nada porque, inevitablemente, vamos a provocar discrepancias. Intentamos reprimirnos unos a otros por algo que todos deberíamos acabar haciendo: dentro de un marco de convivencia, ser y comportarnos como nosotros deseamos. Creo que eso sucede cuando escuchamos más a nuestro corazón y no tanto a frases envenenadas. Y también creo que, universalmente hablando, eso es más puro y, por tanto, positivo. Si nos centrásemos en ello, la pieza fundamental y que más debería preocuparnos en cuanto a educación tendría que ser el respeto, esa es la clave del éxito en sociedad, lo demás sería pura vida.

No sé si alguien llegará a darme la oportunidad de ejercer como maestra, ni sé si seré madre o si me rodearé de muchos niños a lo largo del resto de mi vida, pero tengo claro que quiero aportar valores para que sean piezas aladas, con opciones y sin reprimendas. Y ya no solo a  niños. Porque al final, lo que a la gente le hace perder la ilusión o lo que hace que se frustre, es no haber sido como ellos decidieron un día que les hubiese gustado ser. Nacimos para vivir y viviendo moriremos. Quizás mejor aprender pegándose un tortazo que desaprender con lo que otras personas crean mejor para ti... Aunque parezca lo más correcto, ya se sabe que no siempre lo correcto es lo mejor. Por suerte, aun quedan frases sabias.