Páginas

Translator

martes, 30 de diciembre de 2014

¿Continuamos con ello?

Quizás esta va a ser una entrada más personal a modo de reflexión y hablando un poco más de mi experiencia. Hace un año comentaba que 2014 podía ser un año decisivo en algunos aspectos… y la verdad es que lo ha sido y que lo sigue siendo. Si a nivel personal se vive cada día con la intensidad de quien empieza un nuevo año, una nueva oportunidad o un nuevo reto, el resultado no suele decepcionar. Este año casi todo ha ido rodado y estoy contenta. Y, lo que no lo ha ido tanto, ya tan apenas lo recuerdo y hablo enserio. Eso debe de ser buena señal. Así que, haciendo un balance, podría decir que durante este año…

He dejado de justificar tanto o de darle más de tres días y medio de vueltas a un asunto que no encuentra ni acción correcta ni respuesta incorrecta, retomándolo solo en momentos de lucidez. He intentado no consultar preocupaciones con la almohada y evitar resolver con la luna el día, y he dormido menos por tiempo pero mejor por calma. He respirado antes de tomar algunas decisiones pero las he ido tomando. He comprobado que la energía física tiene que ver bastante con la mental, que despertar con el pie derecho no es más importante que dar los buenos días frente al espejo o que mantenerse activo te hace sentir vivo. He decidido discriminar importancias, infravalorar lo dañino y conservar la buena intención. He ido desatando emociones con quien las merece, con quien se lo gana o con quien me da la gana y, al resto, ajo y agua y fuera de juego mejor. Entiendo que es sensato apostar fuerte si se tiene convicción, reflexionar sobre errores y saberse valorar antes de atribuir cualquier otro valor. He trabajado en ser más decidida y decisiva. He entendido que mi culo siempre será más pequeño y menos seductor que mi corazón. He podido enseñar a aprender y a aprender enseñando. Me han hecho reír y me han hecho llorar, he puesto sobre la mesa temores que ocultaba y potenciales que desconocía. He experimentado situaciones variopintas geniales. Y he abrazado y amado como si no hubiera mañana, tal cual. 

He tenido mucha compañía, pero he sabido disfrutar también de la soledad pese a ser consciente de que, lo mejor de mi año, vuelve a estar igual de relacionado que otros con personas. Y vosotros, ¿habéis pensado en la cantidad de cosas que habéis vivido, conocido y sentido durante este año? Es alucinante. Para acabar quiero resaltar cuatro cosas importantes que creo que deberíamos tener presentes en nuestro día a día, por encima de cuál sea nuestro humor: 1- La importancia del equilibrio entre el deber disfrutable y el disfrute del placer. 2- Si queremos, decir y demostrar HOY, si odiamos, pensar en qué problema tenemos con nosotros mismos. 3-Cuidar de “los nuestros” pero de nosotros también. 4- Darle mucha importancia a lo que consideremos  pequeños placeres de la vida.

Para 2015 vuelvo a tener encargos y puede ser un año movido en el que, a la vez,  se empiecen a estabilizar distintos ámbitos. Como dije hace un año: Tened ilusiones vosotros también ya que no hay por qué no tenerlas y es de lo poco de lo que podemos apropiarnos. Feliz fin de año a todos ¡y mejor comienzo del nuevo!

lunes, 22 de diciembre de 2014

Lucky-Luck

Algunos no saben la suerte que tienen hasta que esa suerte se esfuma. Nosotros mismos, seguro que recordamos joyas de cuyo valor no fuimos conscientes cuando nos fueron ofrecidas. Algunos ni siquiera creen en la suerte, pero inconscientemente también se pasan el día invocándola. Una vez, 'M' me dijo que la suerte no existe, que existe el esfuerzo. Que la suerte no viene, que la suerte se gana. Otro día, 'A' me convenció de que lo primero que hay que hacer para tener suerte es desearla. Así que, está bien... venga por azar o por constancia, no todos los días toca la lotería en cifras, pero sí en oportunidades, en entorno o en compañía. Y es que no hace falta ser pirata para tener buena pata, atribuir un valor o distinguir tesoros.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Desde el aliento, al sin aliento

Escribo en forma de relato pero hay ocasiones que, por sus sensaciones, indudablemente son poesía.

Hay días en los que nos llama como si lo tuviésemos enfrente. No por nuestro nombre, ni a la puerta, sino a latidos. Hay días en que lo anhelamos como si nos fuese el tiempo en ello, como si pararlo y retenerlo fuese solo una cuestión mental estrepitosa y sin poder preverlo. De repente, un escalofrío peina el cuerpo. De arriba a abajo, porque aun está en camino el "para adentro". Cerramos los ojos sin esfuerzo... "que no miro, que imagino". Eso que tantas veces nos rescata y nos provoca el suspiro. Y nos llega su aliento como si lo tuviéramos enfrente, si es que no lo tenemos. Como si nos rozase delicadamente la frente, bajando suave por la nariz, acariciando las mejillas, las de donde sea pero tiernamente, al principio... con deseo al final de ese principio en el que no parece caber fin.

Ese aliento, cálido y húmedo, como anticipando lo que viene sucediendo y se acerca, se impregna en la cara como lo hace el vaho en el espejo en una de esas duchas interminables de una tarde-noche fría y tenue. Viene lento y casi susurrando el "cómeme" de Alicia o de todas sus maravillas. Va abriendo uno a uno cada poro de la piel. Atontando... Hipnotizando... Y lejos de abrir los ojos, quieren estos dormirse en ese sueño. Se incorpora lentamente el cuerpo, con intención y sin lugar a miedo. Avanza poco a poco la cara como corriendo con prisas pero lento... alargando la tensión que duradero haga ese encuentro... El de esa nariz que choca con otra y hace que estalle el inconsciente sobre el consciente, activando la burbuja que capota ese vuelco. Un encuentro que se pasa de salado y se vuelve tan dulce, sensacional y animal que se nota  en el interior de nuestro adentro. 

Decidido, el rostro se ladea, inspira y acompaña a ese imán invisible, perceptible y devoto, que continúa poco a poco descendiendo, que provoca insensatamente y a lo loco, que locos se vuelvan todos nuestros pretextos.  Y justo en ese instante en el que el magnetismo se recrea, las ganas se relajan y se deja llevar el juego, robando labio a labio, mordiendo beso a beso, recorriendo cada rincón de ese momento saciado, llamado deseo. Se reactiva entonces ese pulso que por instantes parecía haber quedado muerto. Que aparece y desaparece entre tensión saciada e impulso resuelto. Justo ahí, se recrean los instintos capturando el momento. ¿Hay algo más sencillo que sea tan intenso? Y es que, viene y se desenvuelve ese beso que se busca y que se siente nuestro.

Y ahora decidme si eso no es poesía.

martes, 9 de diciembre de 2014

¿Celos?

¿Eso qué es? Pues eso que, alguna vez, todos hemos sentido para llegar a la conclusión de que son malos, lo peor, muerte, ¡destrucción! Coñas aparte, los celos lo queman todo, llegando a romper aquello que precisamente intentábamos retener. Hay varios tipos de celos, (y paradójicamente comparte nombre con ese 'rollo' que sirve para unir pedazos de algo) pero si hablamos del celo pasional, creo que es una enfermedad de doble filo dentro de la relación.

Apoyar la infidelidad, por mi parte, sería absurdo porque no creo que sea plato de buen gusto para nadie pero, considerarlo un escándalo totalmente improbable, también me lo parece. La monogamia y el “hasta que la muerte nos separe” son dogmas que el cristianismo inculcó hace mucho tiempo (y basta que nos prohíban algo para que lo veamos tentador –preguntadle a Adán y a Eva-). En nuestra sociedad, creo que la fidelidad ha dejado de ser una obligación, pero lo cierto es que simboliza respeto. Por ello mismo, por no ser una obligación, crea inseguridad y, por simbolizar respeto, se exige y se pena su omisión.

Podríamos reflexionar sobre si una infidelidad se basa en una necesidad real ante la búsqueda de ciertas carencias, de si simplemente se trata de añadir una experiencia más, de si es una consecuencia ante el placer personal de sentir que nuestros encantos (aun) son efectivos, de si vienen provocados por un estado de enajenación mental… Cada uno encuentra sus justificaciones (si llega a necesitarlas) ante su desaprobación y, también cada uno, siente el impacto de una manera u otra en su situación concreta. Lo que probablemente comparten los celos es, por una parte lo que suponen: Inseguridad en uno mismo, desconfianza en la pareja así de entrada y hacer que empecemos a comportarnos como imbéciles. Por otro lado lo que conllevan: Confabular sobre meras sospechas, falta de comunicación y discusiones que afectan al entendimiento emocional.

No quiero hablar hoy de la importancia de la comunicación ni voy a enredar con valoraciones ni ética barata porque cada uno tendrá su reflexión personal. Pero sí que me gustaría aportar una idea general que me parece sensata para prevenir un ataque de celos o, al menos, para pensar dos veces si nos sirve más que centrarnos en otros pensamientos: Al final, si a alguien le merece la pena estar con nosotros, haya lo que haya y quien haya por el medio, acabará viniendo para intentar estarlo. Igual que si alguien encuentra motivos de mayor peso para no hacerlo, se irá, y no por más intentar retenerlo lo evitaremos. No es tan cuestión de voluntad como de sentimientos o ilusión. Mientras tanto, si no tenemos la certeza de nada, ¿qué favor nos hacemos bombardeándonos antes de tiempo?

lunes, 24 de noviembre de 2014

Coqueta hasta la croqueta

Hombres, hay cosas que las mujeres no os pedimos que comprendáis, solo que entendáis. Hay cosas de las mujeres que los hombres no compartís o de las que a veces no pedís haceros partícipes. No es necesario pero, hay cosas en los hombres que se preocupan por ello, que las mujeres amamos: el interés por nosotras en lo que nos forma y nos envuelve, y no solo por un bollito dulce o un rato picantón. Hay cosas nuestras que algunos hombres insisten en criticar y que, sin embargo, deberían adorar. A veces se dan cuenta, otras un poco tarde. Existen costumbres femeninas que, miradas con otros ojos, a todos nos hacen algún bien. Una de esas cosas es la coquetería.

"¿Por qué te maquillas? ¿Por qué el pintauñas? ¿Por qué luces escote? ¿Por qué llevas tacones? ¿Por qué esa manía con el pelo? ¿Por qué esas cremas? ¿Por qué te miras tantas veces al espejo? ¿Por qué, por qué y por qué?" ¡Qué pesados! (Y qué pesadas algunas también.) Porque necesitamos sentirnos guapas. ¡Porque nos gusta sentirnos guapas y femeninas! Cada una dentro de su estilo, pero femeninas, porque también eso marca una huella personal en cada una de nosotras. El motivo de la coquetería empieza en nosotras y acaba por vosotros. El momento, empieza en el despertar y acaba al apagar la lámpara de noche para irse a dormir. No vamos a negar que conlleve cierto sacrificio pero, mientras no llegue a obsesionarnos, no vamos mal o, incluso, vamos bien. Y es que, que una mujer se preocupe por arreglarse no tiene por qué ser síntoma de baja autoestima como algunos apuntan, sino de un mínimo de preocupación por cuidar el aspecto físico.

No veo el problema, más bien al revés. En la misma línea del típico “Mens sana in corpore sano.”, podríamos añadir el “Mens bella in corpore bello.”, y supongo que aún lo mejoraría. De hecho, que los hombres seáis mínimamente presumidos, es algo que puede agradecerse a la vez. Una mujer mayor hace poco me dio un recital de consejos, atemporales y que no entienden de edad, acerca de la belleza interna y externa femenina. De cómo sentirse bien y guapa con una misma e incluso de cómo todo eso repercutía directamente en conservar la pasión con nuestro hombre. De cómo todo eso que a veces detestan, detestáis, luego puede y suele volveros locos. De cómo la conquista debe de ser diaria a partir de detalles aparentemente tontos como este. De cómo, en definitiva, aparte de cuidarnos a nosotras mismas, si existe “ese hombre”, tanto nos debería de cuidar y complacer él a nosotras como nosotras a él, y este tema entra en el juego.

Por último, si existe "ese hombre", ya que las tenemos, podemos explotar las llamadas “armas de mujer" de las que cada una consta. Por mucho que él reniegue, combinadas con un toque coqueta pueden hacer que se le caiga la baba y que se eleve su orgullo de que seamos nosotras, ella, "su chica, su mujer". Así que creo que todos salimos beneficiados o, como poco, sanos y salvos, de las muestras de coquetería de una mujer (siempre que no sean excesivas y rocen la obsesión como decía antes). Dejando de lado la prepotencia con la que algunas sí llegan a mostrarse, creo que la coquetería va más allá. Más que el ansia por estar realmente guapa consiste en intentar sentirse bonita. ¿Hay algo tan dulce como una mujer que se siente bonita? ¿Quizás que quiera mostrarnos que lo es aún más por dentro? No hace falta ser un bellezón para gustarnos o para gustar a alguien, pero mi reflexión de hoy es que quizás sea más probable que ocurra si cuidamos a la vez la manera de sentirnos y de mostrarnos.

martes, 18 de noviembre de 2014

¡Suerte la tuya!

Algunos no se creen la suerte que tienen. Durante estos días he coincidido con diversas de esas muestras de “desgracias por el mundo”: Una exposición sobre fotoperiodismo tan real como duro, otra sobre la desconsideración de la mujer (y el ser humano -pobre- en general) en otros países, los conflictos a los que están sometidos algunos territorios y que ocupan más de medio informativo cada día, un vídeo que te pasa una amiga sobre el pan de cada día en el tercer mundo… ¿Y es que ese tercer mundo no está en otro más que en este? Puede parecer “más de lo mismo” que escriba sobre este tema (total, se habla mucho y cambia poco) y algunos querrán llamarlo “demagogia” (ya que suele usarse como recurso fácil para girar la vista). Pero cuando te llegan muestras así de seguidas de golpe, te saturas y de verdad que, como mínimo, te paras a reflexionar unos minutos. Te quedas embobada durante un rato, viene alguien y te pregunta que si estás enamorada y, aun con los dolores de cabeza que eso te haya podido generar a veces, de repente, no puedes dejar de pensar en otra cosa que en lo afortunada que eres. Te sientas en el metro y empiezas a escribir esto porque tienes que escupirlo sobre algo ya que sobre alguien no puedes.

No quiero alargarme mucho, pero la reflexión no es otra que la misma de siempre… esa misma de siempre que está visto que la gente con suerte necesitamos recordar. Por un lado, quizás estamos demasiado acostumbrados a ver y a hacernos eco de desgracias gordas a través de medios de comunicación, hasta el punto de poder cenar impasibles mientras las vemos, comentamos otras jugadas o esperamos el espacio de los deportes con ansia. Nos hemos vuelto de acero a base de tragar metralla por diferentes pantallas. La verdadera peli de terror no está en los mejores cines, sino a no tantos kilómetros de nuestra casa como a veces puede darnos la sensación. Por otra parte y lamentablemente, parece que somos más conscientes de nuestra suerte cuando vemos desgracias ajenas… así nos va de cargadito de ira y envidia entre unos y otros este “primer mundo”, mientras todo nos va bien a todos pero algunos desean la suerte de otros.

Con este texto no quiero hablar de ayudar a esas personas que viven situaciones alarmantes, no quiero hablar de solidaridad, sino de coherencia con nuestra propia vida. Es obvio que vamos a sentir rabia, tristeza, impotencia o dolor ante según qué situaciones, ya que nuestro contexto es el que es y estamos habituados a la vida a este estilo, pero no deberíamos dejar pasar un día en el que no nos sintamos afortunados por más de un motivo. O sin que no sean esos motivos suficientes como para sentir fortuna. En especial esos días de mierda que todos pasamos alguna vez. Podemos vestirnos y comer, estudiar y elegir trabajos, pegarnos fiestas, viajes y placeres, amar a quien queramos, expresarnos con bastante libertad… Cosas que consideramos normales pero que pueden no serlo tanto para otras personas, ni mejores ni peores que nosotros. Entonces, creo que debemos aprender a calibrar lo más objetivamente posible nuestra fortuna si tratamos de conseguir nuestro supuesto objetivo: sentir felicidad. Porque repito: algunos no se creen la suerte que tienen… pero es que otros la consideran un derecho tan básico, innato e indiscutible que ni creen tenerla.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Inconformismo

En los tiempos que corren lo queremos todo (bueno, bonito y barato). No sé si es una cuestión generacional, de sociedades que han crecido con algunas comodidades, de egoísmo, de ritmo de vida o de todo a la vez, pero lo queremos todo y en el menor tiempo posible. En el rango entran, desde cosas materiales, hasta estados de ánimo que dependen, en definitiva, de nuestro propio comportamiento. Y bueno, a menudo nos ceñimos a pensar que algo incierto y abstracto (llámale Dios porque hasta el más ateo alguna vez le ha pedido algo) va a venir de la nada y nos lo va a conceder. Y, si no, pues “me cago en la puta” y ya está. Ese ser divino debe de estar partiéndose el culo y montándose fiestas bizarras junto a los Reyes Magos y el Genio de Aladín entre listas interminables de caprichos de los nuestros.

Que si “mucho dinero y fácil por favor, viajes, belleza y alabanzas, churris, churros y vicios…” y la tan ansiada felicidad como estado de Nirvana permanente y objetivo final. Como si nos fuese otorgado sin tener que provocarlo. Algo así como que quien lo alcanza ya no lo pierde y, quien no lo tiene, “míralo, pobre desgraciado”. Nos cuesta aceptar momentos de flaqueza porque parece que aquí solo sobrevive “El rey del mambo”. Postureo, ¿os suena? Los psicólogos están llenos de tarados que quieren o creen abarcarlo todo y no acaban saboreando nada. Actualmente, las posibilidades de conquista de lo que sea son muy amplias y, abasteciéndonos únicamente de efímeras satisfacciones, probablemente no acabamos teniendo casi nada realmente bueno. Y no hablo de suprimir las primeras, sino de pensar también en lo segundo, tan o más importante.

Creo que nos agobia el sacrificio y que no nos concedemos vivir etapas transitorias de conquista. Pero, a la vez, cuando conseguimos algo bueno que nos viene como de la nada, le restamos importancia porque no ha requerido esfuerzo. Nos gusta tener suerte, pero parece no sernos suficiente como para alimentar nuestro ego de ganadores. Sea como sea, a veces creo que no hemos aprendido a cuidar tanto lo bueno como lo caprichoso. Algunas ocasiones, conseguimos algo y ya estamos pensando en lo siguiente, sin conservar su relevancia o intentar añadirle valor. Tendemos a girar la vista y “a otra cosa mariposa”. Quizás deberíamos recordar más a menudo  que, para que un logro sepa realmente bien, fuera de que sea fortuito o trabajado, hacen falta 3 cosas: 1- Saber verlo como un tesoro, 2- Saber merecerlo, 3- Saber seguir ganándolo. Creo que, tras la primera, las dos siguientes van rodadas y hoy quería recordarlo.

viernes, 31 de octubre de 2014

Dilemas que no comprendo

¿Hay siempre que escoger? Mi respuesta es “no”. Muchas veces se debe hacer, pero no todo son dilemas. Ya dicen que en la variedad está el gusto, así que los combinados son, a veces, una buena solución. Puede que la mejor y más sensata. Detesto a aquellos que intentan poner entre la espada y la pared como salida a cualquier cuestión. Ni blanco del todo ni del todo el negro.

En este caso quiero hacer una pequeña reflexión sobre lo que opino de esa clásica pregunta en estas fechas: “¿Tú eres de La Castanyada o de Halloween?”. Pues de nada y todo a la vez. ¡Igual que de Papá Noel o los Reyes Magos! De ambos, tonto, de ambos…¿Para qué tener que escoger si puedo celebrarlo todo? Buscar incompatibilidades en asuntos de este tipo, me pone de los nervios. Las tradiciones básicamente culturales, sin colores ni exclusiones, siempre nos pueden enriquecer mientras no hagan daño a nadie (entiéndase, como ejemplo personal de daño: “corridas de toros”). Me parece que, dicho eso, quien critica alguna de ellas demuestra basarse más en otros cimientos (políticos, de desconocimiento, de rabia contra el mundo y lo que le rodea, etc.) que en la razón de la celebración en sí.

Si nos quejamos de mentes cerradas, empecemos haciendo autocrítica y a dejar de plantear dilemas absurdos o de cuestionarnos qué es mejor y qué peor en base a nuestra simple opinión, ¿no? Al fin y al cabo, si a algo nos invitan las festividades es a celebrar todo lo celebrable, que es lo que al final nos queda. Así que, a aquellos que se pregunten de qué o de quién soy yo, les digo que de donde y de quien me quiera, y arreando.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Si la vida son dos días…

… quizás se te pase como si fuese uno. Quizás, de él, únicamente recuerdes esas 5 personas que caben en la palma de la mano, 4 canciones que te arrancaron el corazón, 3 abrazos y algunas palabras que te cortaron y devolvieron la respiración, 2 viajes y uno de ellos el de vuelta a eso que sientes casa y 1 encuentro íntimo que, por qué no, por momentos te hizo cambiar de dimensión. Asegúrate de que, entre toda la aparente normalidad, vivas cosas locas, extremadas o revolucionarias… Como quieras llamarlas, pero lo suficientemente profundas e intensas como para que el tatuaje, y la evolución de sus consecuencias, vayan quedando grabadas con tu imprenta natural. Asegúrate también de que con ellas no haces mal.

Larga y maldita es la vida para quien la malvive y corta para todos al final. “El tiempo” es incierto y, “el momento”, esa medida exacta con la que poder resumir, de nuestra totalidad, la realmente aprovechada. La memoria se alimenta de prioridades, entusiasmo, sorpresas y dolor y, más que selectiva, es el rebote de aquello a lo que dimos o damos valor. Experimenta, conoce y disfruta porque, para joder, siempre hay algún cerdo sin escrúpulos o alguna zorra astuta.

Si la vida son dos días, hoy me lo paso, seguro, conmigo… y únete si vas a hacer algún bien o si caminas al lado con algún sentido. Evita hacer por hacer, por crecer, por merecer, por agradecer, por obedecer o desobecer o por cualquier tipo de verbo. Hazlo por el placer de todo ello y siéntelo, más que en la mente, en las entrañas… allá donde quieran que estén. Merece cada logro porque: logro no merecido, algún contrachoque en el camino. Y pisa fuerte el orgullo y el rencor porque, a cada paso, le restan razón.

Toma decisiones y aparca el miedo que, lejos de frenar, solo ralentiza el proceso. Porque, es lo que se quiere lo que se acabará haciendo, mientras la posibilidad siga existiendo. Y ama, ama mucho pero, sobre todo, ámate más y siempre mejor. Nuestra imperfección trata de dejarnos siempre con ese grito ambicioso que cree que detrás de un acto puede haber algo más espectacular. Es eso mismo lo que nos impide valorar con criterio toda la genialidad que, a nivel personal, sí vamos consiguiendo. Por eso ama también aquello que consigues y a quien, por lo que sea, te consigue o te ama. Cree en tus percepciones porque hay gente que habla más cuando te mira que cuando articula o traga palabras.

Si la vida son dos días... dale a tu cuerpo alegría Macarena.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Merecer la pena

Nos cuesta desprendernos de cosas que estamos acostumbrados a poseer, de lugares a los que decimos pertenecer, de personas a las que solíamos querer ver o de rutinas a las que cada día nos sometíamos. Insistir por algo, tiene antes que merecerlo. A menudo vemos las cosas desgastarse sin darles otra alternativa. Nos aturden los cambios, nos bloqueamos ante las nuevas oportunidades pero, sobre todo, intentamos conservar todo, le encontremos mayor o menor utilidad. Nos cerramos, a veces, ante opciones alternativas y nos cegamos frente a comodidades que dictaminan. 

Como una vez leí: Si nuestro sentido de la identidad se basa en lo que tenemos, se ve siempre amenazado. Queremos preservar todo cuanto nos rodea porque, a aquello que poseemos, no le damos un sentido únicamente de propiedad sino que le atribuimos ciertas connotaciones de identidad. Nos cuesta ganar las cosas, pero más conservarlas con sentido. Tener algo no conlleva deberse a ello, sino disfrutar de ello. Si no, está de más. Sentir, ver, amar, estar contento, estar triste... son actividades o estados, verbos que significan experiencias. Esas son las cosas que no podremos perder ni destruir, las que conservaremos y nos identificarán.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Fin de ciclo, marca inicio

La vuelta de las vacaciones o el fin del verano, según se tenga que trabajar o no, provoca efectos devastadores. No voy a ser yo la que tire los primeros fuegos artificiales, pero tampoco voy a ahogarme entre melancolía. Toca hacer una valoración resumida y afrontar sin perder tiempo. Con calma pero sin pausa. Porque todo el mundo odia septiembre pero yo creo que, es en septiembre, cuando realmente empieza el año. Es un mes de oportunidades, ¿no? Un trance que se alarga hasta octubre. Septiembre, de hecho, no tiene 30 días, sino que, hasta bien entrado octubre, podría ser un único mes. Llamamos “volver a la rutina” a un inicio de ciclo ya que tendemos a negativizar todo. Son días en los que no valen indecisiones o dudas: o empiezas fuerte o la has cagado, o estás conmigo o empiezo sin ti, o tomas algún tipo de decisión o estarás perdido como mínimo hasta,  probablemente, después de navidades. A coger el timón y escoger dirección.

lunes, 11 de agosto de 2014

Es de bien nacido...

… ser agradecido; ya lo dicen. Aunque parezca una tontería, no es cuestión de un simple detalle o de una amable palabra, es cuestión de educación y, sobre todo, una muestra de respeto.
Agradecer todo lo que deba ser agradecido, es trascendente y causa más impacto del aparente tanto en quien lo hace como en quien lo recibe. Recuerdo que, hace unos años, una persona importante para mí, un día me dijo que no hacía falta que le diese las gracias por según qué cosas. Casi llegó a convencerme, pero es algo que continuó saliéndome como acto reflejo de algunas acciones, y acabó apreciándolo. Alguna era la razón para hacerlo, siempre hay alguna... esa razón que cada uno es capaz de sentir en grandes o pequeños detalles y que expresa reconocimiento.
Por una parte, agradecer es saber valorar algo que hace otra persona, sea más o menos costoso. El reconocimiento es algo que a todos gusta y que, por qué no, todos podemos merecer de alguna manera o alguna vez. Agradecer, pues, es saber apreciar que alguien se tome el tiempo o “la molestia” de hacer algo por nosotros... eso a lo que, en ocasiones, podemos estar tan acostumbrados como para obviarlo. Esa persona podría perfectamente pasar de nuestra cara como muchos otros pero, sin embargo, decide hacer un gesto hacia nosotros, bien sea una gran hazaña o alcanzarnos un objeto. Por otra parte, agradecer es la mínima respuesta que puede recibir cualquiera de esos gestos. Cuesta poco y, sin embargo, expresa mucho. Probablemente una sola palabra contiene bastante más trasfondo de lo previsible.
Mostrarse agradecido y dar las gracias con palabras o con acciones es una buena, y a menudo suficiente, manera de devolver al instante ese gesto por el que nos sentimos agradecidos. El otro día, en una conversación, tomé verdadera conciencia de ello. Es compensar y compartir un acto de generosidad y poder sentir satisfacción mutua por ello. Qué fácil, qué a mano y qué, a veces, tan olvidada pero importante palabra: Gracias.

martes, 5 de agosto de 2014

Master-femmes

Muy probablemente, por cada quedada de mujeres que se da, muere un hombre en este mundo. Eso sí, en compensación, otro renace, es bien mentalmente jodido o amado incondicionalmente. A veces, llega a darse cuenta cuando ha muerto.
Probablemente también, gran parte de la humanidad tenga una mente parcialmente perversa, sucia y furcia… Menos de lo aparente pero tanto como el subconsciente nos asegura, para suerte de todos. En el caso de las mujeres, a nivel individual es una pasada cómo cada una podemos hacernos sentir increíbles y sensuales, en pareja, la clave de la seducción es sentirse deseada pero, ¿y cuando se pone la experiencia en común? Comparar, observar, opinar, aconsejar… es sumamente divertido e interesante. Al fin y al cabo, una mujer que disfruta su feminidad, necesita sentirse mujer, con todo lo que eso conlleva. Esos momentos en que lo consigue, son siempre trascendentes.
Hay mujeres insatisfechas. Sí, las hay... con su vida en general. Muchas de ellas, oportunistas que intentan boicotear esa actitud que envidian… esa que no llegan a alcanzar por la razón que sea y que, en definitiva, muestra el esplendor decisorio femenino. La frustración les impide pedir ayuda o querer ser ayudadas. Se den cuenta o no, lo único que hacen es alimentar que la mujer aun se sienta en ocasiones juzgada simplemente por su instinto animal (¡como si en eso hombres y mujeres fuésemos tan distintos!). Algunas mujeres, es cierto, son decepcionantes… otras sin embargo, a su estilo y afortunadamente, son hermosas.
Si alguna vez habéis presenciado una conversación sexual entre mujeres, sabréis que es presenciar un ritual apasionante. Si sois hombres y habéis tenido la oportunidad, sentíos afortunados... pocos entran ahí. Sin límites, retroalimentamos nuestra libertad de expresión y de pensamiento. Lo que puede surgir de ahí es una locura, a parte de un sinfín de risas. Como si de un confesionario o de un consultorio del amor se tratase, se acaban uniendo lazos y, creedme, creando escuela. Se aclaran cuestiones, se sugieren opciones y, al final, la única pretensión es la de conseguir la satisfacción personal y, por qué no, una buena cara de “Master of Univers” del adversario, como recompensa.
Hay que saber con quién, pero el hecho de compartir conocimientos y experiencias es, más allá que un disparate, algo que agradecer.  ¿Cuántas parejas pueden estar ahora mismo satisfechas por resoluciones extraídas de alguna quedada femenina perversa?  Hombres, cuando un grupo de mujeres se reúne y habla de sexo, más que temer, sujetad bien la cabeza para que la que ruede no sea la vuestra... Por lo demás, celebradlo porque, a la larga o a la corta, algo positivo sacaréis de ello si sois capaces de mantener a esa fantástica mujer... una Master-femme.


(Dedicado a mis Master-femmes y todos esos ratos tan divertidos.)

lunes, 28 de julio de 2014

Amantes del círculo estival

El calor, el “a la fresca” y el refrescar… muchos encuentran en el verano un aliciente para salir a pescar. Todo puede empezar con un baile seguido de una frase ingeniosa. Hay quienes prefieren frases típicas y probar suerte: “Estoy solo en casa estos días, ¿te pasas a echar un mojito?” Y mojito, moja. Algunos se sumergen en la dieta del cucurucho y otros se lo toman como reto personal: “A Dios pongo por testigo que me lo/la voy a tirar”. Hay que tener cuidado con la fauna, bien autóctona, exótica o de corral... para llegar a septiembre entero y sin ralladas se debe tener en cuenta lo que se quiere, lo que te dan y lo que se quiere dar.
Los hay que rompen el año abriendo una brecha en verano… poco de fiar. Y los que escogen el verano para dar un paso al altar. Los hay también los del polvo infiel, que con la excusa de “la carne tira”, una despedida de soltero o un festival, ponen el calentón por delante, el alcohol como excusa y el amor a la baja. Otros tienen un amor en cada puerto y apuran el tiempo allá donde van. O los que aprovechan el índice de promiscuidad para dar rienda suelta a deseos, fetiches o al “amor” experimental. Los hay que echan mano del listado de contactos, amantes fugaces o solteros que encagen y, a contrarreloj flirtean, quedan, exprimen el tiempo y se ven cuando cae el sol. También están los infinitos vis a vis o amantes, que de verano o de todo el año, se hacen bien entre tanto mal de forma eficaz. Entre cena y revolcón se desata la pasión. Y luego están aquellos que, buscándolo o no, esperándolo o de imprevisto, no imaginan que ese amor de verano traerá cola desde que por primera vez fue visto. Y, para al que el amor le resbale este verano o al que se le escurran sus objetivos, energía y actividad, una canita al aire, una manita a tiempo o un baño con otras mangueras y a gozar.
Sea como sea y responda a lo esperado o no, el verano está para divertirse y disfrutarlo sin dejar de darnos amor. Que en septiembre, cuando ‘no queden días de verano porque el viento se los llevó’ acabemos cantando el Summertime Sadness con más morriña que dolor. Nos quedemos o nos vayamos, lo que para unos tres meses es mucho, para otros más bien poco y, si se fue con el verano, se mantuvo o se quedó… algo valió. Pónganse los protectores, salgan mucho y laméntense poco porque el verano está loco. 

viernes, 25 de julio de 2014

Palabras a un click

El mundo a través de una pantalla, palabras a un click y más almas solitarias que nunca. Algo estamos haciendo mal o no tan bien, seres solitarios. El rodearnos de tanta gente y de tanta información tiene consecuencias a las que hemos acabado acostumbrándonos y que pueden influir en nuestra personalidad pero, especialmente, en nuestra afectividad.
El “postureo” es la palabra que engloba gran parte de esas consecuencias y el “egocentrismo”, otras tantas. Porque, a veces, la grandeza y todopoderosidad con la que se intenta inflar una vida es inversamente proporcional a la que una persona acaba sintiendo por sí misma. Con esas formas, comúnmente aparecen problemas de autoestima añadidos, por si nos parecían pocos los que ya teníamos. Sin mucho éxito, la desconfianza marca las pautas del individualismo compulsivo que perseguimos para evitar que el mundo nos afecte demasiado. Aquello que más nos afecta es lo primero que acabamos ocultando entre cuatro paredes, tras una bonita canción o en una conversación de chat casual que no siempre pone tanta atención como requiere. A veces, somos tan espontáneos y confiados para relacionarnos a partir de un teclado, como herméticos para mostrar algunas emociones cuerpo a cuerpo. No dejamos que la compañía nos demuestre que tiene, en nuestra vida, fines tan importantes como los de la soledad.
Sin embargo, cuando finalmente hay alguien dispuesto a romper barreras, e ir más allá de una pantalla quedando en persona, cada vez nos cuesta menos cagarla. ¿Por qué digo esto? Porque cada vez se hacen más comunes las excusas, creyendo que cuelan y colando por fuerza y pena. Porque, en general, tan tonto es quien pone la excusa como listo el receptor para captarla. Obvio que a todos nos ocurre alguna vez, pero me preocupa que sea algo que estemos normalizando y permitiendo tanto en nuestro día a día: Acostumbrarnos a quedarnos sin plan, sobre todo a última hora, por egoísmo o pereza.  Creo que inconscientemente eso hace que desconfiemos más, que esperemos cada vez menos y que nos aislemos. Entre comodidad, desconfianza y faltas de compromiso repentinas, tenemos la decisión, el “sí” y el “no”, al alcance de un simple “click” y a veces permitimos que se mermen algunas relaciones prometedoras. Al final, todos solos en demasiadas ocasiones. Somos la ostia.

viernes, 4 de julio de 2014

Propulsión

Busco sorprenderme. No prever que detrás de esa esquina me esperará ese retroceso siempre dispuesto a joder la marrana. Busco el avance personal, espiritual, pasional y de otras palabras acabadas en “al”. Ese sustancial salto de obstáculos con el que sentirme invencible y salir sola del paso, de nuevo y por mis santas narices. Busco empaparme de cultura y reafirmar mi odio contra una visión unilateral del mundo. Busco compartir y no dar explicaciones, no tener que justificar y rodearme de belleza de la buena. De la buena. Ante la duda, notar cómo me resbala la indecisión y ver claro siempre ese motivo mayor que compensa al lanzarse. Busco enamorarme de iniciativas y decisiones, e incluso de sus consecuencias. Que el mundo explote conmigo o sin mí, pero que, para mí, empiece a hacerlo tras cada uno de mis pasos. Sentirme dispuesta a muchas opciones y restringirme en nada. Sentir cada día, como hoy, que nada acaba pero que todo empieza.

viernes, 13 de junio de 2014

¿Desengaño? Increíble, vamos.

(Vacío, comunicación a medias tintas, devaluación caprichosa y mucha tontería).

"- Ei, com estas?
- No cal que facis veure que et preocupes."

Cuando repetido es el desengaño, el borrón y cuenta nueva no se hace más fácil, pero tampoco ya inalcanzable. Cada vez que conoces a alguien hay que entrar en el apestoso juego de defensa y despiedad esperados, competencia por todos los lados e incertidumbre llevada al extremo. Pues eso no es lo que quiero. "A prendre pel cul" ("A tomar por culo" en su defecto) va a ser, al final, la mejor filosofía y la gran solución alternativa.

sábado, 31 de mayo de 2014

Subir por las escaleras

Hay que tener siempre una excusa por la que subir por las escaleras cuando se tiene a mano el ascensor. Raramente es algo que se escoja como primera opción, pero acabamos habituándonos, empezando por las del metro.  Recuerdo que, hace unos años, un amigo me comentó que él siempre subía a su casa por las escaleras pese a vivir en una sexta planta. Le daba miedo al ascensor, como a mi vecina del tercero desde que se quedó atrapada. Ella intenta superar su fobia por comodidad  y por la edad. Él, apasionado del deporte, simplemente prefería no forzarlo. Ahora, me he dado cuenta de que este amigo pudo descubrir bastantes más cosas en 6 pisos y 2 minutos que los demás en 30 segundos tensos mirando los botones y el cartel rallado de “prohibido fumar” de el ascensor, que el vecino del primero nunca respeta. Esto último lo descubrí el otro día subiendo por las escaleras.
Pasas por el entresuelo y ya no está el característico olor del perro que murió hace unos meses. El mismo que se empeñaba en meter su hocico en lugares impertinentes, a las chicas, cuando coincidíamos con él en el ascensor. Los vecinos del entresuelo no ven tan raro que subas por las escaleras… a fin de cuentas, ellos son los únicos que de normal lo hacen. Bueno, lo cierto es que no todos… quizás aquel no era el único perro que por allí había. Alcanzas el primero… Ni siquiera recuerdas quién vive ahí pero enseguida te viene a la cabeza. Es el “vecino-tobacco”, del que mencionaba algo antes. Solo hace falta alcanzar los cinco últimos peldaños antes de llegar a su rellano para notar el olor de las 500 cajetillas que deben fundirse en ese piso diariamente. De pocas no subo por la bocanada repentina. Ahora, siempre recuerdo evitar respirar durante los segundos que paso por delante de su puerta. Llegar al segundo con suficiente aire supone poder alcanzar tu casa con éxito. Llega cuando le restas mérito a la admiración que sentías por el vecino de ese rellano que recuerdas subiendo siempre, en carrera, por los peldaños. El segundo solía oler a betún por el zapatero jubilado. Ahora, los potajes a partir de las 12 y las croquetas recién hechas, lo han substituido. En el tercero te mosquea el juego de felpudos… dos de cuatro. Las puertas sin felpudo te sugieren, de repente, individualismo y poca hospitalidad. Las que lo tienen, un gusto retro que se quedó en diseños de los años 80. Corro hacia el siguiente, dando un último empujón. Y así hasta que llega tu piso, en el que la ventana que da al patio de luces, siempre abierta, hace que se mezclen todos los olores, para bien y para mal. Los de tu bloque y los del lado. El de sardina y el de asado. Tu vecino se echa mucha pero buena colonia, no es un mal fin del trayecto si te paras a pensarlo. Pero no te paras. Sin duda tu rellano te parece el mejor y más acogedor y, la puerta de tu casa casi lleva escrito: "estás a salvo".
Subir las escaleras andando, pues, no es solo cosa de deportistas o desafortunados que viven en bloques sin ascensor, sino también de detallistas. Subir por las escaleras, ha pasado de ser un simple esfuerzo para mantener el culo respingón y las piernas fuertes, para dejar descubrir un poco más por encima de quién vives. Se convierte en un deporte al más puro estilo radiopatio, por oído y por olfato. Como el vaso que se le ha caído a esa vecina patosa mientras pasaba y que ha acabado roto y te percatas. Eso sí, si huele a gas… escalera o ventana pero echa a volar.

martes, 6 de mayo de 2014

Creatividad cohibida, comunicación perdida

Actividades como dibujar, cantar, hacer manualidades o jugar, a menudo se relacionan con las etapas infantiles. Los adultos repetimos una y otra vez: “No sé dibujar.”, “¿Cantar? ¿Quieres que llueva?”, “¡Yo no bailo!”, “Esto no es lo mío...” No sé hacer esto, no sé hacer lo otro... Pasamos por alto que, más allá de simples actividades lúdicas, son formas de comunicación: lenguajes alternativos al escrito y hablado a los que estamos más acostumbrados. Sabemos utilizarlos, otra cosa es que queramos. Y ya no es cuestión de eso, sino de lo cómodos que nos resulte personalmente o de lo libres que nos sintamos de hacerlo de cara a la galería.
A través de formas de expresión más artísticas, reflejamos estados de ánimo y rasgos de identidad que posiblemente solo a través de estas técnicas somos capaces de mostrar en estado puro, tal y como nosotros los percibimos. Eso nos ayuda a mostrarnos. Se trata de libertad de expresión amplia y sin códigos, tan válida como cualquier otra, pero no menos. No sé en qué momento decidimos abandonar ese lado más artístico o “infantil” (para los que prefieran llamarlo así, aun equívocamente) pero prescindir de ello supone limitar nuestras capacidades comunicativas y perder en creatividad personal.
Avergonzarnos de utilizar estos lenguajes nos hace más inútiles. Una cosa es la estética y otra la profundidad. Quizás las personas nos volvemos excesivamente superficiales con los años y nos creemos muy capaces de juzgar si esto está bien o lo otro está mejor. A veces obviamos aspectos más importantes. Aunque sea a diferente escala, los niños tienen una mente más prodigiosa en ese sentido. No creo que sea cuestión de que las personas adultas seamos más o menos creativas que ellos, sino de que tendemos a restringir nuestra creatividad restándole importancia y dedicándole menos tiempo a actividades que pueden ampliarla. Quizás, aunque conscientemente no la tengamos tan presente, por nuestro propio bien no deberíamos olvidarla.

martes, 22 de abril de 2014

Ser bueno es ser justo

“Te voy a dar algún consejo y pretendo que lo tomes a modo de lección. Regla número 1: debes respetarte a ti misma. Tanto si eres una buena persona como si no, por favor, piensa en ti. A veces puedes herirte a ti misma intentando ser tan complaciente y amable con los demás. Lo sé, lo sé, siempre eres encantadora con todo el mundo porque no sabes ser de otra manera… ¡y tampoco es que quieras! Pero no es un problema de personalidad, se trata de un problema de experiencia.

Imagina una escalera con varios peldaños. Cada peldaño tiene algunas personas que han sido importantes para ti y otras que no tanto. Ahora céntrate en las que sí y en el peldaño que merecen. Si tú consideras que alguien está en el último peldaño, no te sientas culpable de ello porque, si es así, probablemente será porque esa persona no ha hecho muchas cosas importantes por ti o no ha estado apoyándote en el momento apropiado. ¿Por qué dar, repetidas veces, aquello que tú no has recibido?

Mira, mi mejor amigo empezó a ser mi mejor amigo discutiendo. Porque, cuando yo era un completo niñato, él vino y me dijo: "Que te den. No vas por el buen camino y no creo que debas comportarte tal y como ahora lo estás haciendo. Por tanto, que te den, tío." Y, ahora, él es mi mejor amigo. Alguien importante, quizás a veces no estará a tu lado, pero sí lo estará en el momento en que lo necesites y sabrá aportarte eso suyo que necesitas.

Ser bueno, entonces, probablemente sea ser justo, hacer justicia. Si no eres justa en cada situación, estarás siendo más mala que buena. Tanto si no das nada como si lo das todo o más de lo que debieras... en un caso harás mal ajeno y, en otro, te autodañarás. Entonces, no des o permitas ni más ni menos, busca el equilibrio y deja que los demás puedan encontrarlo. Cada uno a su ritmo ¿sabes lo que quiero decir?

Ve con cuidado, por favor. Está bien para ti tratar de ser amable con todos pero, si continúas así, puedes llegar a sentirte sola o triste en un futuro y darte cuenta de que demasiada gente se aprovechó de ti en un pasado. No le des a nadie lo que no merece… y tú sabes perfectamente lo que cada uno merece de ti. Y, hazme caso, no intentes ser demasiado bondadosa con alguien si esa persona, al final, no sabe valorarlo.”
(Charla de Vincent a “frenchie” en Helsinki'11.)

lunes, 7 de abril de 2014

Todo es misterio

A veces perdemos el rumbo, la noción del tiempo, del espacio y de la identidad. Olvidamos que el sentido depende de aquello que para nosotros lo tiene y no siempre de aquello a lo que nos estábamos dirigiendo. Algunos lo llaman "crisis existencial", otros "malas rachas"… y lo que pasan por alto es que esas son las rachas en las que más creatividad y abanicos de opciones vamos a ser capaces de abrirnos. ¿Hacia dónde ir? ¿Junto a quiénes caminar? ¿Cuándo empezar? ¿Qué buscar? Hacemos cuestiones que resumen el temor que sentimos antes de descubrir o de decidir. Tantas son las posibilidades y tanta la indecisión que, al final, es la comodidad la que acaba matando nuestros  verdaderos deseos.

Todo es misterio. Nos cuesta aceptarlo. ¿Por qué nos ahoga? Nos resistimos a dejarnos sorprender. Paremos de hacer preguntas y de perseguir siempre respuestas. Las respuestas más ansiadas las tenemos nosotros mismos a base de responder interrogantes con acciones. ¿Qué es verdad? ¿Qué es mejor? ¿Por qué y para quién? Ansiamos controlar la evolución de todo y el pensamiento de todos e, intentarlo si quiera, es completamente inútil. Somos más conocedores de lo que imaginamos. Olvidamos que siempre nos será más útil perseguir 'lo que sentimos que necesitamos' frente a 'lo que pensamos que queremos'.

jueves, 27 de marzo de 2014

Keep calm and...

… let it flow. Forzar la maquinaria nunca fue buena idea. Conviene, aun así, no confundir eso con ser fiel a lo que nos apetece. A veces tomaremos decisiones más torpes, otras supondrán un triunfo con buen sabor de boca final pero, mantenernos en esencia, no entiende de equívocos... no al menos en el mundo de lo que pudo haber sido y no fue. No todo depende de uno mismo y, saber separar deseos de antojos, puede hacernos bien. Pero, mejor aun, sernos fieles con seguridad... con la seguridad de que lo que tenga que ser será, sin querer forzar acontecimientos. Es importante dejar fluir las cosas. A veces nos impacientamos. Sentimos todo cercano, fuerte e intenso y queremos que todo sea ahora, ya e inmediato. Respira.

martes, 25 de febrero de 2014

Sociología invertida, es la sometida. Conversa y atiende.

Una de las cosas más apasionantes de la vida (junto a viajar) es conversar. Al menos a mí me lo parece. Podemos encontrar paja por el camino (de hecho debemos) pero, al final, siempre topamos con alguna conversación apasionante. Informar, enseñar, reconfortar, ayudar o compartir... Sea cual sea la finalidad, hay palabras que adquieren un peso importante por la forma y por el contenido pero, sobre todo, por lo que expresan. La expresión… Eso es algo que cada uno percibimos de manera distinta y que, incluso, se ve influido por la situación personal en la que nos encontremos. Es lícito que lo apasionante para una persona no sea lo mismo para otra y que, la probabilidad de serlo, resida en aquello que nos interese individualmente. Posiblemente, también en aquello que pueda despertar nuestro interés de repente. Eso es una verdadera habilidad (que los argentinos tienen bastante desarrollada, dicen) porque, suscitar interés, no siempre es sencillo.
De todas formas, el foco del interés probablemente no reside tanto en quiénes somos, en cuál es nuestra posición o en la temática de la conversación en sí, sino en saber tratar el tema desde diferentes perspectivas o plantearse nuevos horizontes. Acatarlos o no, llevarlos a la práctica en nuestra vida o no... pero reconocerlos como realidades o como posibilidades. Eso es lo realmente interesante. A veces somos como burros a los que ponen anteojos y no vemos más allá de la línea recta que nos marcan (que nos marcamos). “Tú, por aquí. Será más o menos duro, será más o menos aburrido, pero será más fácil y, lo más importante: será socialmente mejor aceptado. Lo vas a hacer muy bien.” Ser una persona de primera, no arriesgar a equivocarnos ni en la práctica ni en pensamientos, claro que sí... Así seguro que aprendemos, así seguro que acabamos amando nuestra vida… (y deseando que algún día adquiera sentido, claro). 

No se trata de ser rebeldes, se trata de permitir que la expresión y la opinión sean derechos mínimos de verdad, sin someternos a una dictadura mental establecida. Somos una cantidad de personas descomunal con una cantidad desorbitante de ideas, de creatividad, de pensamientos y de imaginación. Sin embargo, en algunos aspectos no cubrimos nuestras necesidades e inquietudes y ocultamos nuestros verdaderos pareceres tras la falsedad social, la trastienda de lo que sentimos. Seguramente todos nosotros hemos echado de menos en algún momento de nuestra vida la figura de una persona anónima, desconocida, discreta, imparcial y desinteresada a quién poder contar alguna batalla sin sentirnos condicionados por nada. Hay aspectos que ni instituciones, ni familia, ni algunas amistades están preparadas para escuchar de la forma más clara y pura posible, directamente sacada del sentimiento o de la emoción que lo genera. A la vez, otras veces, simplemente no estamos dispuestos a mostrarlo, como técnica de autoprotección. Distinguir qué conversaciones podemos tener los unos con los otros y quiénes, directamente, no están preparados para conversar, es nuestra responsabilidad. 

Todos sabemos que, siendo aquellos con los que la sociedad está preparada para tratar, no seremos ni la mitad de buenos de lo que podemos llegar a ser. Todos formamos parte de esos marcos estipulados entre los que ninguno queremos estar pero a los que todos nos sometemos de alguna manera. Nadie aspira a ser un reprimido, sin embargo, pensadlo, todos en alguna vez lo somos o lo hemos sido. No nos engañemos, nadie va a cambiar eso a nivel global… así que sigamos comportándonos como guste con aquellas “personas de primera” y sin juicio alguno por bandera y, apasionando, a tantos como nos demuestren merecerlo. Es algo que he ido aprendiendo y que una buena conversación, de buena mañana, me ha recordado. Aun quedan muchos prejuicios por eliminar, tabúes y estereotipos que cubrir, bocas que tapar y mentes por abrir.

jueves, 20 de febrero de 2014

La distancia no se mide en metros

La distancia es relativa. Os voy a contar la historia de cuándo fui realmente consciente de ello. Corría el año 2008 y me dieron una beca para ir a estudiar unas semanas a New York. Fui sin conocer a nadie y me planté en el aeropuerto de Madrid un buen rato antes de que saliese mi vuelo. La historia y el cómo ahora es lo de menos, pero conocí a Pablo, un gallego que iba a ser uno de mis compañeros de viaje durante esos días. Casualidad o no, la primera persona que conocí en ese viaje, fue la persona de la que tan apenas me separé las siguientes 3 semanas. Como suele decirse: “Como culo y caca” o “Como uña y carne”. A veces conectas con la gente y, otras, conectas mucho. Ambos supimos darnos cuenta de ello. ¿Problema? El viaje llegó a su fin antes de que cualquiera de nosotros hubiésemos querido y justo cuando más lazos habíamos estrechado entre todos. Éramos como una pequeña familia de casi-desconocidos que nos conocíamos y congeniábamos ya, incluso más, que con personas con las que tratábamos a diario en nuestras respectivas ciudades de origen. Podéis imaginaros la de lágrimas que eché ese día de despedida, y algunos otros, por poner tierra de por medio con los compañeros de ese viaje que tanto me marcó. Entre ellos, que mi amigo Pablo viviese en Galicia, se me hacía un mundo. Pensé que nunca más iba a verlo y eso me ponía triste. Galicia, por aquel entonces me parecía inalcanzable, lejana y un trayecto caro teniendo en cuenta que vivía en Barcelona. Pero la amistad es la amistad y hay energías humanas realmente poderosas.
No, Pablo no vino a vivir a Barcelona ni se quedó si quiera en Galicia. Como buen culo inquieto, viajero y emprendedor en aquello que anhela, el curso siguiente fue a estudiar a Estados Unidos. En aquel momento, Galicia dejó de ser para mí Finisterre (literal) y me pareció estar a tiro de piedra… cuando parecía que ya era tarde para darse cuenta de ello. En aquel momento USA me pareció mucho más inalcanzable que Galicia en cualquier sentido, claro, sin embargo ya no imposible… la barrera, en mi mente, ya no era tan grande y se me abrían las puertas del mundo por momentos. Así fue como, lo primero que hice cuando Pablo volvió a Galicia fue ir a verlo, con mi misma economía y la misma distancia terrenal de por medio. Me di cuenta de que tampoco estaba tan lejos y, lo más importante de todo: que me merecía la pena. La distancia pues, quizás solo depende de eso, de cuánto nos merezca la pena, por la razón que sea, recorrer esas distancias. Pablo volvió a marcharse, a Alemania esta vez, y allá que fui. El pasado año se desplazó a otra ciudad, a Berlín y, ¿qué acabé haciendo? Cogí la maleta y en verano volví a ese país a verlo. Con una economía mejorable, sin un trabajo estable, pero con muchas ganas de sentirme viva, sabía que lo que iba a aportarme esa escapada iba a compensar eso indudablemente. 

Pues bien, lo que quiero expresaros con esta historia es que, ahora, la distancia para mí tiene una perspectiva muy distinta de la que tenía antes de ella. Ahora entiendo que, cualquier barrera que nos frena a la hora de hacer algo que deseamos, es una realidad distorsionada por un cúmulo de emociones que nos bloquean. Que la distancia por motivos económicos, por ejemplo, a veces debe esperar, pero otras la establecemos nosotros mismos. Nuestras necesidades personales, la conexión con según qué personas, qué problemas, qué valores, qué culturas o qué inquietudes, hacen que unas distancias nos parezcan demasiado largas y, según qué cercanías prefiramos alargarlas. A veces, ni eso, sino que simplemente se trata de prioridades y, con el tiempo, estrechamos distancias o alejamos lo que anteriormente nos era cercano, por motivos X. ¿Qué motivos tenía yo de perseguir a una persona allá donde fuese que estuviese? Pues ese ya es otro tema del que puedo hablar otro día, pero os puedo asegurar que por ningún otro ciudadano berlinés y, ni siquiera por algunos barceloneses, hubiese recorrido la mitad del trayecto. Así que supongo que la conclusión de todo esto es que la distancia se hace corta en función de la motivación personal y se alarga en función de nuestros miedos y límites. A fin de cuentas, aunque con diferentes costumbres, todos rondamos por algún lugar del mismo globo terráqueo.
Y ya puestos a hablar de distancias, podríamos extrapolar el tema al cotidiano mundo de las redes sociales sin abandonar el mismo hilo argumental. Por un lado, el tema de estar o no conectado a alguien a través de una red social que usamos frecuentemente, está sobrevalorado para según qué chorradas pero creo que nos parece una chorrada en según qué aspectos importantes. ¿De cuántas personas sabemos un mínimo de cosas que no sabríamos si no fuese por tenerlas como contactos? Y, ¿a caso si dentro de un tiempo, no podemos estar estrechando distancias con cualquiera de esas personas por H o por B? El campo de "conocidos conectados" se ha ampliado y, como en la vida real, los contactos de las redes sociales están, virtualmente, tan cerca o lejos de nosotros como queramos. Lo poco o mucho que nos podamos conocer a través de ellas, es lo que nos acaba uniendo más u olvidando. 

Por otro lado, os aseguro que Pablo y yo podríamos tener mucha más comunicación. De hecho casi nos hemos escrito más cartas que mensajes a la bandeja de entrada y probablemente hemos compartido más abrazos que “holas” electrónicos. Supongo que todo responde a necesidades personales. Por eso se suele decir que, si realmente se quiere quedar con alguien, el tiempo y la distancia no son el verdadero impedimento, tan solo hay que sentir "la excusa". Sin embargo, el medio de comunicación en el que estemos conectados también influye. Puede ser que con algunas personas estrechemos distancias en las redes sociales y eso nos sea suficiente y que, con otras que lleguemos incluso a detestarlas por esos medios, pudiésemos pasarnos ratos y más ratos a su lado. Es decir, la distancia en estos medios no solo debe valorarse como algo no necesariamente negativo, sino que también debe gestionarse. Antes que echar de más, es preferible que echemos de menos en su justa medida y, antes de comunicarnos porque sí, es preferible percibir el sentido. Al final, la distancia más jodida es la que existe cuando estamos emocionalmente lejos de alguien a quien deseamos tener cerca. De ahí que la distancia, realmente, no se mida tanto en metros como en sentimiento ni sea tan física como emocional.

miércoles, 5 de febrero de 2014

La copa menstrual

Cuando recibí el pedido por correo sentí esa emoción que tiene un niño cuando estrena zapatos nuevos. No muchas personas me habían hablado de ella y tan apenas hacía medio año que sabía de su existencia, pero tenía referencias suficientes e información convincente como para hacer el cambio, comprarla y probar… ¡y llegó justo a tiempo! Hablo de la copa menstrual. De algo que puede dar un poco de grima a algunos pero que no deja de ser algo útil y normal para la vida diaria de las mujeres. Algunos os estaréis preguntando de qué narices trata y por eso escribo sobre ella, para que sepáis qué es, para qué sirve y en qué consiste. Y, si alguna chica también se atreve a hacer el cambio, estupendo, porque creo que es una auténtica ventaja para nosotras en esos días en los que tenemos la menstruación.
Es un recipiente de silicona que tiene forma de copa/campana. Es de uso interno pero a diferencia del tampón, no absorbe la sangre, sino que va quedando depositada en el recipiente, lo que me gustó ya que se expulsa y no queda concentrado. Para introducirla hay que doblarla y acomodarla hasta que haya entrado entera y sobresalga, un poco, un manguito que tiene para poder luego extraerla. Una vez dentro, queda de tal manera que se acomoda a las paredes para que no haya pérdidas y todo el flujo quede en el interior. Para sacarla, debe estirarse del manguito a la vez que ayudar haciendo un poco fuerza con los músculos. Como con un tampón, vamos. Una vez fuera, el líquido puede verterse en el váter y la copa debe lavarse antes de volver a introducirla. Si estamos en un baño público, esto puede ser complicado a veces, entonces puede limpiarse con papel higiénico simplemente y, una vez en casa, ya se limpia mejor. No es recomendable llevarla más de 12 horas seguidas, aunque la frecuencia con la que se cambie también dependerá de la cantidad de menstruación que se tenga. Difícilmente se llenará enseguida. Después de utilizarla por última vez tras cada periodo, debe hervirse durante 5 minutos aproximadamente para esterilizarla de nuevo.
Ventajas: Es muy cómoda, no produce picores y ni la notas. Se puede dormir con ella sin ningún tipo de problema y puede hacerse vida normal. No hace daño ni produce molestias. Ahorras mucho dinero en compresas y tampones ya que, en un principio, el artículo en sí es más caro (yo lo conseguí por 20€ por Internet), pero a la larga sale mucho más económico ya que es reutilizable y puede durar hasta 10 años. Es higiénico y supone menos deshechos para el medio ambiente (a diferencia también de la compresa o el tampón).
Desventajas: No hay que ser escrupuloso (al fin y al cabo lo que va a parar dentro de la copa es nuestra propia sangre). Las primeras veces es aconsejable ponerse un salva-slip por si acaso la colocamos mal hasta que le cojamos el tranquillo. Y, como siempre, cuidado para los que puedan ser alérgicos al material del que está hecha.
Como una de las chicas que a mí me la recomendó, me dijo: “Es uno de los inventos revolucionarios del siglo XXI para las mujeres”. Por eso, yo os animo a que probéis ya que le veo muchas más ventajas que inconvenientes. Ante el desconocimiento, a veces nos cuesta dar el paso y cambiar, pero os quería informar porque creo que vale la pena. Podéis buscar información y otras opiniones por Internet porque cada día se está conociendo más y la utilizan más mujeres. Ya me contaréis las que la probéis.

PD: Gracias a Alba y a Ruth que fueron las que a mí me la recomendaron.

domingo, 2 de febrero de 2014

Actuaciones que se basan en carencias

Hay mujeres que, cuando alguien les gusta, se entregan. Mucho, fácilmente y al 100%. No desde el principio pero sí desde ese momento en el que perciben un buen trato y que las valoran como querrían y merecen… Es decir, rectifico, se comportan así desde el principio porque justamente es el inicio el período en el que más pueden percibir ese tipo de cosas. Creen que quizás no es para siempre pero que pueden intentarlo. Y acaban intentándolo solamente ellas cuando, tras los tres primeros polvos o primer mes de citas, algo siempre ocurre: algo siempre falla (supuestamente ella) y algo siempre huye (él). Suele achacarse, en cierto modo, a la “fácil” entrega de ella que no llega a satisfacer el “afán” de conquistador de él. No sé ciertamente si es ese el motivo principal porque yo, a veces, he adquirido ese papel y me reconozco habiendo sido una más de ellas en alguna ocasión, pero sí que estoy casi convencida. Creo que tanto ellas como ellos, deberían reflexionar acerca de situaciones así y cambiar o adaptarse. Pero ambos. Porque no se trata de buscar culpables cuando no los hay… tan solo hay circunstancias (que deben descubrirse). Por eso, si hay circunstancias que sabemos que deben cambiar, hay que buscar la clave del cambio y afrontar las nuevas oportunidades que surjan para hacerlo bien, o mejor. Llegar al kit de la cuestión.
El otro día, una conversación me hizo llegar, al fin, a lo que creo que debe de ser el fondo del problema y la causa de una actuación así, de entrega “demasiado precipitada y ciega”. Al menos, desde entonces, me siento más segura y aliviada, como si hubiese descubierto La isla del tesoro

Por un lado, creer en la bondad de las personas debería de ser instintivo: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Partiendo de ahí, nadie debería aprovecharse de nosotros, prometer en falso, crear expectativas exageradas o engañarnos. Menos aun alguien que nos tiene cariño. Pongámonos en la mente de una mujer que piense eso. Quizás esas mujeres tan solo buscan protección... cariño y protección masculina. Hay hombres que marcan un referente o que simbolizan una figura importante en la vida de una mujer. Es una protección inconsciente pero constante que perciben las mujeres y que ellas no pueden aportarse de igual manera (desde el lado femenino) a sí mismas. Quizás quien la tiene la obvia y quien no la tiene la necesita. Por poner un ejemplo, un padre podría ocupar ese tipo de protección afectiva. Pero hay mujeres que carecen o que han carecido de esa figura masculina referente y, lo que en un principio parece haber sido prescindible sin problema, puede que en el fondo se convierta en una carencia que se necesita suplir, llegándose así a proyectar en el terreno amoroso. Como quien lo hace por inseguridades o exclusión. No se es más débil por vivirlo sino más fuerte por encontrar la solución. 

Todos somos imperfectos. Es algo sobre lo que hay que trabajar con esfuerzo, primero dándonos cuenta del problema y, después, buscando otras alternativas que puedan cubrirlo. Quizás el mero hecho de darnos cuenta de ello ya es una gran ayuda y por eso he decidido escribir sobre esto, por si a su vez puede ayudar a alguien a recapacitar sobre sus actuaciones.
Creo que llegar a hacer reflexiones como esta puede suponer, por una parte, un paso importante para fortalecer el individualismo de algunas chicas y, por otra parte, una explicación para chicos que buscaban, muchas veces, un por qué ante algún tipo de reclamo afectivo que (aun) no sentían. Creo que empezar a trabajar eso de manera más consciente, e incluso en pareja, puede suponer un cambio importante y positivo, tanto en la propia mente como en el enfoque sentimental que se dé a partir de ese momento. Incluso puede servir para hacerse valorar más, o valorar más, a esas personas ya que, a fin de cuentas, es lo que así de primeras necesitan. Y, al final, triunfará o no el amor porque eso ya es cosa de dos, pero estarán, seguro, más cerca de ello.

PD: De nuevo hablo desde el lado femenino porque es el que me toca más directamente y desconozco si en los hombres se muestra de igual manera, aunque supongo que sí.
Gracias Lu. (Y gracias Max y Nat por vuestra sinceridad también.)

domingo, 19 de enero de 2014

La necesidad básica

¿Qué necesidades tenéis? Necesidades, no cosas que os gustaría tener o hacer. Éxito en el estudio, en el trabajo, una buena economía, independizarnos, mantener buenas relaciones, encontrar el amor, permitirnos una escapada, comprarnos nuestro objeto-ilusión... todo eso son objetivos. Pero no, no me refiero a eso. Me refiero a que, a menudo, nos centramos en adquisiciones superficiales comparadas con la necesidad básica para conseguir todo lo demás: encontrar la paz interior. Puede parecer evidente que sin una base no puede construirse todo lo demás, pero no conozco a muchas personas que parezcan darle tanta o más importancia a esa base que a todo lo que hay por encima y que anhelan construir. Me da la sensación de que la base resulta, a veces, tan obvia y a la vez tan invariable que se pasa por alto el trabajo sobre ella. Y obvio sería que considerásemos que ese es uno de los mayores errores.
Voy a aprovechar este domingo espiritualmente gratificante para intentar expresar la importancia que tiene la retroinspección de nosotros mismos antes de marcarnos un objetivo, ponernos un reto o proponernos un cambio en algún sentido. La misma importancia que tiene a la hora de resolver un conflicto, evitar un trato injusto o perdernos entre ilusión e ilusión. Lo interior como principal, lo exterior como subordinado a ello y, como esencial, buscar cierto equilibrio vital que, aun siendo utópico, no deberíamos permitirnos el lujo de dejar de perseguir. Creo que es una de las pocas claves efectivas que puedo encontrarle al bienestar de uno mismo. Y cabe recordar que, un bienestar personal, siempre va a provocar una mayor sintonía con todo lo que nos rodea (a parte de envidia, claro).
Hoy lo hablaba con una chica que he conocido y que hace reiki. Le contaba que, a veces, yo también meditaba aunque nunca hubiese aprendido a hacerlo de una manera concreta, simplemente empecé por casualidad un día que sentí la necesidad de deshacerme de algo que me hacía sentir mal. Ella me explicaba la importancia de que hubiese encontrado una manera personal (que casualmente resulta que no distaba tanto del reiki) ya que cada uno debe ser el que se preocupe por encontrar, al final, la forma más útil bajo sus necesidades y circunstancias. Meditar, en este caso, podía suponer un alto de unos minutos en el camino para encontrar el punto en el que nos perdimos, en el que nos quedamos estancados o que queríamos retomar, pero buscando la mayor calma mental posible.
Hay personas que constantemente intentan amenazar el bienestar ajeno, la mayoría de veces porque sienten que ellas son incapaces de alcanzarlo. ¿Incapacidad o descuido? Partiendo de ahí, construyen un bucle de ansiedad en su interior que les hace olvidar el principal punto de partida a sus problemas: su propio malestar e inconformismo. Está claro que convivir con energías negativas a nuestro alrededor es más que irritable y que, soportar según qué circunstancias, desgasta. Es algo a lo que probablemente debamos habituarnos en según qué sociedades (y quizás cada vez más), haciendo que nos afecte el mínimo posible. Por eso es tan importante buscar momentos en los que la soledad deje de perturbarnos y hacernos sentir invisibles, pasando a esos en los que pueda sernos útil y aportarnos justo lo necesario para convivir con todo lo demás.
Soy consciente de que este es un texto superficial, ya que cada uno es el único responsable de encontrar las herramientas para conocer sus puntos fuertes y sus debilidades, sus necesidades y el excremento del que quiere deshacerse, sus limitaciones y sus objetivos. Los consejos están a pie de calle y pueden resultarnos útiles, pero las soluciones y lo que aprendamos de cada paso en falso, solo podemos encontrarlo nosotros mismos. Preocuparnos por mantenernos sanos, emocionalmente hablando, es el mayor favor que podemos hacernos. Por ello, ya bien sea meditando, llevando a cabo alguna actividad, aislándonos en lugares secretos o cerrando los ojos, sin más... todos deberíamos buscar esos instantes, más en soledad que en conjunto, que nos ayuden a vivir con, al menos, cierta armonía personal (lo que no es poco).