Ser ese camaleón que se adapta y que
raramente refunfuña, que decide y que a la vez se amolda… esa es, probablemente,
una de las identidades que más nos pueden a favorecer. No se trata de ser
conformista ni sumiso, sino de estar dispuestos a abrir nuevos horizontes y,
con ello, prever posibles ventajas en algo que no se ajustaba exactamente a lo
que habíamos planeado. Y es que a veces encanta… encanta planear como si fuese algo
irreplanteable, como si aquella fuese la decisión tomada más válida y la única
entusiasta, como si amoldarnos al plan de otro fuese a significar arrebatarnos
la razón o perder parte de nuestra personalidad. Sinceramente, qué manera menos
amplia de aprovechar la vida.
Bien
al contrario, creo que no hay personalidad más beneficiosa que la de ignorar
esas ideas y probar planes que quizás nunca se nos hubiesen ocurrido por iniciativa
propia pero que permiten escoger, para otra vez, entre más opciones. Por ello me
dan pena las personas autoritarias, las que se cierran en banda ante un plan o
un capricho (y recalco lo de “capricho") pensando que se hacen algún tipo de
favor. Salirse con la suya puede parecer placentero a nivel de liderazgo pero,
las personas sensatas, lejos de creer en la figura del líder absoluto, son
personas flexibles. Ese “hoy por ti y mañana por mí” que, a menudo, acaba
significando un “hoy y mañana por ambos”. Solo aquellos que saben sacarle
provecho a un contratiempo, a una situación imprevista o a aquellas actitudes
que les rodean, pueden enriquecerse y evolucionar.