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martes, 22 de septiembre de 2015

Ser camaleón

Ser ese camaleón que se adapta y que raramente refunfuña, que decide y que a la vez se amolda… esa es, probablemente, una de las identidades que más nos pueden a favorecer. No se trata de ser conformista ni sumiso, sino de estar dispuestos a abrir nuevos horizontes y, con ello, prever posibles ventajas en algo que no se ajustaba exactamente a lo que habíamos planeado. Y es que a veces encanta… encanta planear como si fuese algo irreplanteable, como si aquella fuese la decisión tomada más válida y la única entusiasta, como si amoldarnos al plan de otro fuese a significar arrebatarnos la razón o perder parte de nuestra personalidad. Sinceramente, qué manera menos amplia de aprovechar la vida.

Bien al contrario, creo que no hay personalidad más beneficiosa que la de ignorar esas ideas y probar planes que quizás nunca se nos hubiesen ocurrido por iniciativa propia pero que permiten escoger, para otra vez, entre más opciones. Por ello me dan pena las personas autoritarias, las que se cierran en banda ante un plan o un capricho (y recalco lo de “capricho") pensando que se hacen algún tipo de favor. Salirse con la suya puede parecer placentero a nivel de liderazgo pero, las personas sensatas, lejos de creer en la figura del líder absoluto, son personas flexibles. Ese “hoy por ti y mañana por mí” que, a menudo, acaba significando un “hoy y mañana por ambos”. Solo aquellos que saben sacarle provecho a un contratiempo, a una situación imprevista o a aquellas actitudes que les rodean, pueden enriquecerse y evolucionar.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

El buzón como caja de sorpresas


No seré la única a la que le fascina cuando el buzón se convierte, en vez de en un depósito de facturas y propaganda, en una caja de sorpresas. Admito que, cuando descubrí esta carta al abrir el buzón, se me escaparon unas cuantas carcajadas que reflejaban incredulidad, inquietud y alegría… Así que me voy a dirigir a ti, al remitente en blanco,  al atento lector y al anónimo escritor:

Sé quién eres. Vale, no, mentira, pero si he conseguido inquietarte por un segundo, me doy por satisfecha. Reconozco que me has sorprendido (ahora se te ha escapado una sonrisa, seguro)  y que mereces, tanto saberlo, como una respuesta. No tengo claro que nos conozcamos ya que, ni mi melena es negra, ni cambio constantemente de portada pero, por otra parte, espero que sí nos hayamos conocido en algún momento porque no sé de dónde carajo podrías haber sacado mi dirección, a no ser que deba sentirme perseguida hasta la puerta de mi casa. (Acosadores no, gracias, deben dejarnos hacer.) Por tu letra pareces alguien seguro. También jovial al decir “face”, pero maduro, modernillo o no tan joven al ponerlo entrecomillado, al escribir con “estilográfica” y al seguir un orden coherente. Bien, eso último no tengo claro que ni la gente madura lo haga. 

Te comiste acentos y te sobraste al firmar, pero aquí está la contestación, por donde me indicaste, al tan atrevido como cobarde acto, a la tan intrigante como original iniciativa. No me importa que me escribas, sabes bien que me gustó, aunque advierto que no quiero convertir esto en un juego a través del blog o la red social y que los juegos con autor anónimo tienen gracia solo por un tiempo. Por eso quizás estaría bien desvelar el entramado, ¿no? Gracias por leerme, por la sorpresa y por tu futura respuesta, ¡seguro! 



PD: Con buen pie… y buena letra.