¿Hay algo más terrorífico que ver un enemigo en
alguien que intenta hacer de ti una mejor y más competente persona? En alguien
que trata, más que enseñarte a cómo enfrentarte al mundo, a poder vivir en él
lo más amplia y tranquilamente posible? Más que egoísta o paranoico, me parece
atroz. ¿Estamos creando y convirtiéndonos en monstruos? ¿Estamos dejando que la
presión que supone la sociedad como concepto, pase por encima de nuestra
identidad como personas y el peso que ello debería conllevar? ¿Es que nos da
igual uno más que uno menos, que uno feliz y otro más jodido? El egocentrismo,
la ambición y ese sentimiento de frustración cada vez más común, ¿nos estarán
deshumanizando?
Posiblemente más que nunca debamos centrarnos
en la importancia de la educación. Pero sobre todo de la educación en valores, de la educación emocional como base de cualquier sistema. Nos
está abrumando la competitividad, el querer ser los mejores en todo, estar en
el poder de la razón y actuar por nuestro orgullo y bajo nuestras leyes (las que obviamente
consideramos más válidas que las de cualquiera). Como si todo ello nos hiciese
mejores y más respetables. Como si todo ello, en vez de consumirnos, fuese a sernos
más útil para llegar más lejos. Pero, ¿qué destino buscamos si todo corre más deprisa que nosotros? Todos estamos cansados y seguimos en esa
corriente que nos hace, de todo, menos vivir en calma, que es lo que
seguramente deseamos. Por favor, paremos de vez en cuando a conservar nuestra humanidad y reconstruyamos los valores que
nunca debimos ir devaluando por el camino.
Estamos
perdiendo el norte viendo enemigos en todas partes, detestando cada gesto
generoso o placentero mientras cultivamos envidia y rabia, mostrando nuestra
peor cara, de brazos cruzados, ante cualquier logro ajeno. ¿De qué vamos? Como una vez leí, a
este paso vamos en camino de tener que avergonzarnos o peor, de tener que acojonarnos,
al expresar cualquier muestra de ilusión o felicidad porque eso nos haga responsables indirectos de la desilusión e infelicidad de otros. El enemigo, pues, ¿en
todas partes o en nosotros mismos? El significado de amistad y enemistad empieza en nuestra propia mente y, algunas, probablemente deberían cambiar el chip ahora que aun no
es implantado. Demasiado tenemos como para que nos busquemos nuestra propia ruina. Si
todos nos esmerásemos en proteger algunas simplicidades más útiles tanto como nos esmeramos en otras
imbecilidades, probablemente no nos sentiríamos ni tan desgraciados, ni tan
frustrados, ni tan solos y olvidados tan a menudo.