Páginas

Translator

domingo, 19 de enero de 2014

La necesidad básica

¿Qué necesidades tenéis? Necesidades, no cosas que os gustaría tener o hacer. Éxito en el estudio, en el trabajo, una buena economía, independizarnos, mantener buenas relaciones, encontrar el amor, permitirnos una escapada, comprarnos nuestro objeto-ilusión... todo eso son objetivos. Pero no, no me refiero a eso. Me refiero a que, a menudo, nos centramos en adquisiciones superficiales comparadas con la necesidad básica para conseguir todo lo demás: encontrar la paz interior. Puede parecer evidente que sin una base no puede construirse todo lo demás, pero no conozco a muchas personas que parezcan darle tanta o más importancia a esa base que a todo lo que hay por encima y que anhelan construir. Me da la sensación de que la base resulta, a veces, tan obvia y a la vez tan invariable que se pasa por alto el trabajo sobre ella. Y obvio sería que considerásemos que ese es uno de los mayores errores.
Voy a aprovechar este domingo espiritualmente gratificante para intentar expresar la importancia que tiene la retroinspección de nosotros mismos antes de marcarnos un objetivo, ponernos un reto o proponernos un cambio en algún sentido. La misma importancia que tiene a la hora de resolver un conflicto, evitar un trato injusto o perdernos entre ilusión e ilusión. Lo interior como principal, lo exterior como subordinado a ello y, como esencial, buscar cierto equilibrio vital que, aun siendo utópico, no deberíamos permitirnos el lujo de dejar de perseguir. Creo que es una de las pocas claves efectivas que puedo encontrarle al bienestar de uno mismo. Y cabe recordar que, un bienestar personal, siempre va a provocar una mayor sintonía con todo lo que nos rodea (a parte de envidia, claro).
Hoy lo hablaba con una chica que he conocido y que hace reiki. Le contaba que, a veces, yo también meditaba aunque nunca hubiese aprendido a hacerlo de una manera concreta, simplemente empecé por casualidad un día que sentí la necesidad de deshacerme de algo que me hacía sentir mal. Ella me explicaba la importancia de que hubiese encontrado una manera personal (que casualmente resulta que no distaba tanto del reiki) ya que cada uno debe ser el que se preocupe por encontrar, al final, la forma más útil bajo sus necesidades y circunstancias. Meditar, en este caso, podía suponer un alto de unos minutos en el camino para encontrar el punto en el que nos perdimos, en el que nos quedamos estancados o que queríamos retomar, pero buscando la mayor calma mental posible.
Hay personas que constantemente intentan amenazar el bienestar ajeno, la mayoría de veces porque sienten que ellas son incapaces de alcanzarlo. ¿Incapacidad o descuido? Partiendo de ahí, construyen un bucle de ansiedad en su interior que les hace olvidar el principal punto de partida a sus problemas: su propio malestar e inconformismo. Está claro que convivir con energías negativas a nuestro alrededor es más que irritable y que, soportar según qué circunstancias, desgasta. Es algo a lo que probablemente debamos habituarnos en según qué sociedades (y quizás cada vez más), haciendo que nos afecte el mínimo posible. Por eso es tan importante buscar momentos en los que la soledad deje de perturbarnos y hacernos sentir invisibles, pasando a esos en los que pueda sernos útil y aportarnos justo lo necesario para convivir con todo lo demás.
Soy consciente de que este es un texto superficial, ya que cada uno es el único responsable de encontrar las herramientas para conocer sus puntos fuertes y sus debilidades, sus necesidades y el excremento del que quiere deshacerse, sus limitaciones y sus objetivos. Los consejos están a pie de calle y pueden resultarnos útiles, pero las soluciones y lo que aprendamos de cada paso en falso, solo podemos encontrarlo nosotros mismos. Preocuparnos por mantenernos sanos, emocionalmente hablando, es el mayor favor que podemos hacernos. Por ello, ya bien sea meditando, llevando a cabo alguna actividad, aislándonos en lugares secretos o cerrando los ojos, sin más... todos deberíamos buscar esos instantes, más en soledad que en conjunto, que nos ayuden a vivir con, al menos, cierta armonía personal (lo que no es poco).

lunes, 13 de enero de 2014

Teorías del escapismo masculino

Tengo dos teorías acerca de los chicos y su comportamiento escapista ante una posible relación. No ofrezco la solución a nada y esto puede, reconfortar a algunos, y traumatizar a otros. ¿Queréis saberlas? Seguid leyendo. ¿No queréis? Huid como ellos.
La primera reflexión me la aportó una amiga más mayor que, con experiencia y más paciencia que un santo, me convenció: “Si a un chico le gustas, le gustas desde el principio.” Difícilmente hay vuelta de tuerca. Si un chico puede llegar a tener algo contigo, en la mayoría de casos lo sabe desde el primer día en que queda contigo, tras el primer vistazo y las primeras conversaciones. Probablemente nosotras también lo intuyamos, pero podemos cambiar de parecer con mayor facilidad por detalles más sensoriales. ¿Sabéis qué creo? Que partiendo de ahí, cualquier esfuerzo por llamar la atención de un chico al que no se la has llamado desde un principio, es malgastar tiempo. Los que me conocen saben que apuesto por dejar claro que tenemos interés en alguien, a esa persona, por lo poco que tenemos por perder. Pero sí que tenemos cosas y tiempo por perder cuando nos esforzamos en excesivo por algo que no nos corresponde. Si algo he aprendido con el tiempo (siendo consciente de que aun me queda mucho por aprender) es que, cualquier sobreesfuerzo por nuestra parte puede suponer un mero recordatorio para la otra parte, pero no mayores logros. Por eso es importante, en este terreno, saber abandonar un objetivo en un momento dado y no llegar a torturar nuestra mente ni agotar la ajena. Ya sabéis… a veces “más vale una retirada a tiempo que una batalla perdida”. O como dijo Cervantes “El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza.” Y sí, el peligro muchas veces somos nosotros mismos cuando, en forma ya de obsesión más que amor (como decía la canción), asumimos una conquista más ya como reto que como algo que creamos que realmente es buena idea seguir persiguiendo.
Ahora, la otra teoría… Una que no podía confirmar por falta de modelos pero que, un amigo, en una noche de hablar y razonar, llegó a corroborarla: “Los chicos se asustan antes que darse tiempo a sentir.” Es la típica situación en la que parece que todo va sobre ruedas pero, de repente, la historia se acaba o desaparecen en combate. Sobre unos solo voy a hacer mención porque no merecen mucho mi respeto: aquellos que tienen interés hasta que consiguen su objetivo (de usar y tirar). Me centraré en los otros. En esos que, seguramente, si permaneciesen bajo “la presión que sienten” en esa ilusión del principio, llegarían a sentir más de lo que pueden creer, por alguna de las chicas a las que han dejado pasar. En este caso, algunos sienten peligrar su libertad y temen ligamos que a veces confunden con cadenas. Otros, se ponen el reto pero, esta vez, en forma de mujer. O sea, llegado ese punto en el que la chispa está a punto de encender la mecha, despistan su objetivo inmediatamente, con otra, como vía de escape a sentimientos más profundos por la que ya están conociendo. Caprichoso, y bastante cobarde también. Me preocupa seguir tropezando con historias así porque son buenas, pero igual de buenas que efímeras, y eso acaba transformándose en más vacío que lleno o en alguna situación indeseada. A la larga, no tengo claro si alguien gana en ese caso. Y es que chicos, no sé si quiero, pero quizás algún día os acordáis de alguna de nosotras (y si es demasiado tarde, me voy a cagar en todo).
En definitiva, creo que cualquier chica que esté leyendo esto puede sentirse identificada con alguna de estas teorías y, si no, sentiros afortunadas pero estad preparadas para poder llegar a experimentarlo. De acuerdo, no es algo para lo que uno pueda prepararse pero, llegado el momento, sí que podemos rehuir de la sensación de culpabilidad porque alguien decida no querernos de la misma manera en que nosotros lo hacemos. Eso no va a hacer que esquivemos el dolor o la sensación de caída o fracaso... pero va a ayudar a que evitemos infravalorarnos. Soy consciente de que es fácil decirlo y menos sentirlo pero, a veces, no hace falta buscar culpables ante algo sobre lo que solo el corazón y su des-sincronismo entienden... nos parezca más o menos acertado o mejor o peor oportunidad para empezar algo.

lunes, 6 de enero de 2014

Magia

Dicen que por arte de magia no pasa nada y que todo es ilusión. Los niños nos dan lecciones en cuanto a eso y nos recuerdan que la ilusión es abrir una vía hacia la felicidad. Que, creer en magia, no significa ser más ignorante que quien decide aparcarla por edad, sino más imprescindible en la sociedad; cada vez más. Solo hace falta reformular el concepto en sí. Y es que, mientras los niños juegan a ser mayores, hay algo que no imitan y es la incredulidad. Ese poner pegas todo lo que pasa por la cabeza del vecino, esa poca esperanza de que sucedan cosas que no esperamos… Inconscientemente, aquel que mantiene ilusión por cualquier mínimo detalle, contiene algo imprescindible para un mundo tan diverso y, bajo mi opinión, maltratado y devaluado como este. 
A los adultos nos encanta jugar con la magia y reírnos de ella: “Si incluso los Reyes Magos acabaron siendo los padres…”. Es lo más fácil, no creer en nada ni en nadie. También algo triste. Nos alejamos de cualquier tipo de esperanza desorbitada porque estamos demasiado acostumbrados a la decepción. Envidian y anhelan la niñez aquellos que desisten de la sorpresa y se olvidan de encontrar, al menos, una de ellas cada día. Y las hay. Por eso creo que es tan importante sorprender y dejar que otros lo hagan. Un regalo, una compañía, un lugar… un detalle. Con la misma energía podemos romper hoy el papel de regalo de unos calcetines de invierno o el sobre de una carta, que con la que, tiempo atrás, desenvolvíamos la Game Boy Colour o cualquier otro juguete con el que nos pasásemos toda la noche soñando.
Ninguna sorpresa deja indiferente. Debemos saber apreciar detalles minúsculos como si fueran los más grandes, porque probablemente lo sean. Incluso aquellos que hoy se quedan sin regalo pueden recibir alguno mejor que no pueda meterse en una caja ni envolverse con papel. Aquello que nos gustaría alcanzar, o que alcanzaremos aunque lo desconozcamos, es lo que mantiene la ilusión y lo que frena el pensamiento de que el mundo esté podrido por completo. La magia está en la cabeza de cada uno y en nuestra capacidad de sorprender y de sorprendernos. Quizás, magia, sea solo eso: ilusión, pero exista... porque a mí no me engañan, esa no son los padres.