Páginas

Translator

jueves, 26 de septiembre de 2013

Inteligencia emocional

Como diría Punset, el ser humano es extraordinario. En nuestro énfasis por descubrirlo y saberlo todo, muchas cosas se nos escapan a la vez que cada vez menos. En la actualidad, somos capaces, incluso, de descubrir avances que nos ayuden en nuestra propia búsqueda de conocimiento, acentuando esa manera rápida de vivir que tenemos y almacenando, cuanto más mejor, con menor esfuerzo y en menos tiempo. Es el método que nos hemos acostumbrado a seguir como corriente. Queremos y pretendemos saber, averiguar, resolver y alcanzar tanto contenido como nos sea posible, a pesar de que algunos modelos educativos nos lo pongan complicado y de que, día tras día, lo de ayer deba revisarse por quedarse, en cuestión de minutos, anticuado. Parece que, si no sabes cosas, eres un idiota, y quiero romper una lanza a favor de todos esos idiotas de documentación y bases de datos, reivindicando la inteligencia emocional por encima de cualquier otro conocimiento. 

No voy a ser yo quien diga que preocuparse por ampliar nuestro aprendizaje, a cualquier nivel, esté mal. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, sí que considero primordial preocuparse por otro tipo de conocimiento que hay que alimentar, constante y obligatoriamente, para sobrevivir y mantenernos mentalmente sanos; algo básico para mantenernos vivos en vida. La inteligencia emocional, pues, es ese tipo de conocimiento que se centra en asimilar lo de dentro para poder llegar a entender, con ello, lo de fuera. Exactamente, se trata de la capacidad que tiene, una persona, de manejar, entender, seleccionar y trabajar sus emociones y las de los demás con eficiencia y generando resultados positivos. Es decir, la habilidad para gestionar bien las emociones; tanto las nuestras como las de los demás. Creo, entonces, que preocuparse por saber cosas es algo alternativo y, según cómo se mire, discriminatorio dependiendo del acceso que se tenga a ello. Sin embargo, preocuparse por comprender comportamientos, diseccionar experiencias, sacar conclusiones de estas y actuar de la mejor manera que consideremos en base a ello, es algo que está al alcance de todos y que deberíamos imponernos. Es por eso que, ante todo, defiendo un saber en el que 'el fondo' sea importante porque, anteriormente, nos hayamos preocupado un mínimo por 'la forma'. Me parece más interesante porque creo que, a la larga, aprendemos más.

A lo largo de la vida, y más aun si cabe en la sociedad actual, cualquier tipo de conocimiento es positivo siempre y cuando el uso que se le dé también lo sea. Nuestra ambición por saber cosas no es negativa si, la intención con la que vaya a usarse esa información, no tiene consecuencias dañinas sobre terceros. Eso es algo que escogemos. En cualquier caso, saber cosas puede hacer que vivamos más fácilmente y resultarnos sumamente útil en algunos contextos. Pero el saber emocional, puede facilitarnos increíblemente la vida, personal y socialmente hablando, en cualquiera de ellos. Así que, más vale que andemos con cuidado a la hora de juzgar a alguien más por su contenido intelectual que por su sensibilidad al filtrar emociones porque, mientras el listillo llama tonto al resto, ya está perdiendo la oportunidad de compartir lo que sabe y de sacar algún provecho de ese momento. Mientras tanto, los demás, analizan la situación y  preparan su mente para, por ejemplo en este caso, combatir situaciones adversas y a gente, quizás no tonta, pero sí inútil. Es decir, unos aprenden lecciones y otros dan lecciones de vida. Elijamos, entonces, conocer a partir de habernos conocido porque, no es más feliz el que sabe mucho sino el que se siente mejor.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Locución y redacción, desde el corazón

Estoy muy contenta y no puedo disimularlo, ni siquiera atenuarlo… y tampoco tengo por qué. Esta vez, la novedad, se ha colado en mi vida prácticamente de imprevisto. Voy, día tras día, descubriendo más y más y está siendo una experiencia increíble. Hacer radio, para mí, es uno de esos sueños que la gente tiene, que ven hipotéticos y que, un día, porque seguramente así tuviese que ser, se hacen realidad. Ilusiones que estás acostumbrada a ver en tercera persona y que, un día, te toca a ti cumplir. Quien me conoce bastante, sabe que hace mucho tiempo que soñaba con los medios de comunicación. Ni afán de protagonismo, ni nada de eso que se presupone malintencionadamente cuando alguien quiere trabajar en alguno de estos sectores… simplemente ganas de entretener, compartir y aportar. Y es que, probablemente, sea esa mi verdadera vocación, vaya o no a tener un hueco en ello en un futuro. Llevaba la espina clavada de hacer algo así y, para consolarme, solía pensar: “Todo en su debido momento…”. Ahora sé que no eran palabras dichas del todo en vano, ya que parece que ese momento ha llegado. Cuando algo que deseamos mucho, sale bien, se genera una energía dentro de nosotros mismos que, inevitablemente, se desprende alrededor. Algunos de los que nos rodean, intentan sacar el lado positivo a ello y, otros, despotrican por las espaldas. Pero es que eso, ocurra o no ocurra algo extraordinario en nuestras vidas, va a seguir pasando, así que mejor que sea haciendo lo que nos llena. Por eso, también sé que, aquellos que me quieran, aprecien o sepan cómo soy, al final van a estar a mi lado en esta experiencia que me hace feliz, por eso mismo. Y por supuesto, yo quiero compartirla con ellos.

¿Qué tiene la radio que la haga especial? Yo creo que es realidad y magia a la vez. Por una parte, lo expliqué en el primer programa que hice en mi vida (el junio pasado), la radio nos permite crear a través de la imaginación. Oír, pero no ver, da pie a un doble juego: el de quien la crea y el de quien la escucha. Todo puede estar desarrollándose de manera distinta a aquello que el oyente imagina y eso depende de dos parámetros: la actitud del programa y la actitud con la que se reciba. El mensaje que se desea transmitir, al final es claro y bastante directo, pero la radio permite esa libertad para crear una atmósfera personal en base al estado anímico, a las necesidades y a la creatividad del receptor. Entonces, en esa misma línea, puede decirse también que es un medio que crea un espacio íntimo. Es cierto, ¿cuántas veces, por ejemplo, nos hemos sentido más acompañados en el coche con la radio puesta? O mientras nos duchamos o antes de irnos a dormir o, en definitiva, en cualquier momento en el que nos apetece cierta compañía. La radio es un medio cercano aun en la distancia. Esto, a veces, también va un poco ligado al juego de voces que se da. ¿Cuántas cosas es capaz de idear una voz? La radio te da la oportunidad de percibir, construir, reflexionar e, incluso, sentir, a través de unas palabras dichas de una manera determinada. Y todo ello, dejándonos llevar por pensamientos, opiniones o, al fin y al cabo, esencias personales. Porque una voz, no solo habla hacia afuera, sino que, la mayoría de veces, también transmite un interior y, eso, cautiva.

El llegar a  “Sants-Montjuïc Ràdio”, en cuestión de poco tiempo ha aportado a mi vida ilusiones y oportunidades que, en este momento, necesitaba. El iniciarme en esta emisora permitió, a la vez, que contactase de manera directa con el periódico “La Marina”, llevando de alguna manera, mi afición por la escritura, al mundo profesional. Es una manera distinta de tratar las palabras y de expresar y, eso, también lo hace un reto interesante. Es una sensación de jugar a ser periodista sin considerarlo meramente un juego ya que, para mí, significa algo más. Así es como, de repente, me he convertido en locutora de radio y redactora en un periódico llegando, incluso, a descubrir aspectos más técnicos. ¿Quién me lo iba a decir? Pues así es cómo, también, más allá de eso y de lo “guay” que pueda sonar, mis ganas por superarme y por aprender, cada día van en aumento. Se trata de algo que, sin duda alguna, hace que, gente que ama esta profesión, a partir del contacto directo y del ánimo, e incluso desde cierta libertad, llegue a amarla aun más… y creo que hay pocas cosas tan satisfactorias.

¿Sabéis qué pasa? Que poder trabajar de algo que disfrutas es un placer pero, si lo haces con un equipo de gente que te acoge e integra en esa, por qué no, “familia radiofónica” y, en general, de los medios de comunicación, y todo en cuestión de segundos, a cambio de nada, se convierte en una gozada. La implicación, la pasión, la motivación y el deseo, son parte del día a día y es algo que se respira en la emisora. Es más, el día que no tienes programa o ninguna tarea que desempeñar, llegas a echarlo de menos. No hay precio que pueda pagar el momento en el que tu trabajo se ve recompensado y valorado con palabras o muestras y, eso, en el poco tiempo que llevo de momento, me lo he encontrado y es lo que me ha empujado a no abandonar y a exprimir lo máximo posible de mí dentro de ese contexto. Las ganas de empaparte de todo, de conocer, de participar y de compartir con el resto de personas que tienen en común contigo esa misma pasión, son una constante. Que tengas alguna duda, la consultes y, seguidamente alguien te la resuelva cercana y humildemente… Que cuenten contigo para colaboraciones, propuestas y opiniones… En definitiva, que cuenten contigo de forma más o menos directa, pero que llegue a hacerte sentir calidez, es muestra de que te rodeas de un gran equipo humano. Y eso se contagia, facilita la conexión desde un primer momento y hace que, juntos, sigamos tirando adelante con este pequeño pero tan gran proyecto a la vez.

Por todo ello, quiero aprovechar este escrito para agradecer a todo el equipo de “Sants-Montjuïc Ràdio” y del periódico “La Marina” que, actualmente, estén llenando mi saco de felicidad. Podría ir nombrando uno por uno a aquellas personas que han tenido algún gesto amable, de valoración o de agradecimiento hacia mí, pero creo que este mensaje les llegará igual y que, lo que nos queda por aportarnos, aun puede ser más interesante si cabe. Sí que quiero dar las gracias, con nombres, a las personas que hicieron posible mi primer contacto con el equipo y que, de alguna forma permitieron que descubriese todo lo demás: A Kekio, porque un día hablando y, casi por casualidad, fue quién me facilitó la entrada y me animó a que formase parte de esto. Y, a Juan Marín, por ser el primero que confió en mí, por intuición, para estrenarme co-presentando su programa. A parte de ellos, como he dicho, es un agradecimiento genérico para todos a los que os he ido conociendo y que desempeñáis alguna función dentro de esta casa (porque así es como me hacéis sentir) y que me habéis abierto las puertas sin inconvenientes, con total respeto y haciéndome sentir una más. Si en el tiempo que llevo, ya he vivido tantas cosas y siento todo esto, estoy deseosa por ver lo que podemos llegar a ser, a hacer y a compartir a partir de ahora y en el tiempo que nos queda.


Lo que, aparentemente, es "guay", no siempre decepciona cuando lo conoces. Si le das la oportunidad necesaria, a veces cautiva.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El striptease

El juego en pareja quizás sea tan importante como tener pareja en sí. Si una pareja no se divierte y entretiene aun en el aburrimiento, a la larga o a la corta, adiós pareja. Todo es cuestión de actitud, también hay que decirlo. Hay muchas formas de jugar, tantas como parejas haya, y hay juegos más o menos conocidos, igual que otros tontos o más bien atractivos. Unos los clasificarán como ‘pasados de moda’ y otros como ‘juegos de esos a los que alguna vez deberíamos probar a jugar’. Si sois de la primera opinión, quizás os parezca una cutre, igual que a mí vosotros unos sosos. Si sois de la segunda, probablemente alguna vez acabaréis haciendo o acabarán haciéndoos un striptease. Personalmente, creo que un striptease masculino es más gracioso y burlón que uno femenino, que me parece más atractivo y seductor. No es cuestión de machismo, sino de formas, de curvas y de maneras de moverse. Así que, sin descartar radicalmente los primeros, hablemos de los segundos.

Mujer, ¿cuántas veces has soñado con sentirte tan sexy como Violet Sanford en Bar Coyote, por ejemplo? Seguramente, antes de la noche del striptease, ella se pasó más de un rato repensándolo y echándose atrás, pero eso no sale en la peli, claro. Nena, deja la vergüenza de lado y decide quién lleva la batuta hoy. Elige canción, o más bien lista de reproducción, porque estoy segura de que la anécdota va a provocar que se alargue la velada. Tienes infinitas variedades, más atrevidas o más suaves. Abre tu armario con actitud picaresca y olvida eso de que “son cosas de fresca”. Dale alegría a la vida, jugando hoy con tu seducción. Mírate al espejo y quiérete, mírate, muévete y ensaya si hace falta porque hoy no piensas, hoy te lanzas. Ambienta bien la ocasión y usa complementos para aumentar la temperatura, para realizar fantasías, para desatar la tensión. Ve decidida y date vida. Y no olvides reírte de ti misma si se da la ocasión. No hay qué temer cuando hay confianza, como no hay qué esquivar cuando atado al cabecero, el valiente caballero se convierta en tu reo y lo puedas provocar, seducir y tocar. Saca a relucir tus armas, revoluciona esos minutos, nena. Muévete, roza, tapa, destapa, baila y deja entrever. Más divertido o más flipado pero, el carácter, eres tú quien lo va a poner. Y puede pasar… en tu casa no hay barras de esas para salas preparadas y contra el armario empotrado te la puedes pegar. Pero tú, con la cabeza bien alta y con gesto de “mi amor, todo está bajo control”, te levantas, te desenrollas el marabú y te das cuenta de que, aun con resbalón, caída o descontrol, no es lo único que has conseguido levantar. Que sí, ¡que hoy te has propuesto triunfar!

No importa la forma sino el fondo y el por qué. Destápate mientras te sientas bien, con quién te sientas cómoda y frente a quien lo pueda merecer. En todos los aspectos de tu vida pero, hoy, explícitamente también. Porque recuerda que el mayor fin no es satisfacer, sino pasarlo bien. Por eso, quizás no ha ganado la partida la profesionalidad a la velada, sino más bien la intención y tu mirada. Las armas de seducción de una mujer son amplias y siempre más de las que solemos aprovechar y de las que nos proponemos conocer. Si tenemos al lado a esa persona que nos motive para sorprender, para soltarnos la melena y en nosotras confiar y creer, tenemos todos, en pareja o sucedáneos, más que ganar que perder. Y así es como hoy te acuestas con más seguridad y desatada, con ganas de más soltura y naturalidad, con puntos extra en lección-seducción y, probablemente, bien acompañada.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Puertas abiertas como inicio

Cuando queremos conocer a alguien, formar parte de otra vida, de una comunidad o de un proyecto, es tan necesaria la motivación para hacerlo como la acogida con la que nos encontremos. De persona a persona, todo es más sencillo, el tiempo destinado a conocerse y de conexión es menor y el proceso va rodado. Si el paso se da para introducirse en un grupo o proyecto conjunto, hay que prever que, el tiempo necesario para crear vínculos con todos los que forman parte de ello, será mayor. Requerirá un esfuerzo más grande que no podemos tomar a la ligera ni mucho menos permitir que nos agobie. Conocer a una persona no es tan fácil como creemos, así que llamar “conocido” a alguien es un tanto arriesgado si lo pensamos de manera objetiva. Alguien conocido es alguien de quien tienes más allá de sospechas, rumores o mitos, alguien con quien has tenido cierto contacto, una idea creada a través de hechos, conversaciones y cierto interés mutuo, también objetivamente hablando. Un amigo, es más, significa coger todo eso que un conocido sabe y aceptarlo, estar dispuesto a formar parte de ello con mayor o menor implicación, pero sin poner en duda la esencia, la intención y la base humana de esa otra persona.

Justamente este verano pasado, por distintos motivos, varios años de por medio y algún que otro empujón decisivo, me lancé a formar parte de un grupo ya formado y bastante consolidado del cual ya tenía bastantes referencias, pero desde fuera, claro. Grupo al que quería juntarme pero, el cual, a la vez y por distintos sucesos, me merecía cierto respeto. “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, dicen, y yo no tiré ninguna piedra pero sí mis rayadas, prejuicios y temores por la borda, y vino bien. Me di cuenta, entonces, de lo importante que es que, inicialmente, te reciban de puertas abiertas, pase lo que pueda llegar a pasar y pese a lo desconocido, mal conocido o solo a medias con lo que, hasta ese momento, se llegue a constar. Cuando entramos a un grupo más o menos consolidado, lo primero a lo que debemos adaptarnos es a acatar unas reglas internas e inconscientes que el tiempo y los perfiles han ido estableciendo y, a la vez, sentirnos cómodos con ellas. Lo segundo es entender que es necesario un poco de esfuerzo por ambas partes y, sobre todo, por la nuestra. Debemos comprender que, la necesidad por integrarnos, la tenemos nosotros y no tanto los demás. Si nos ofrecen ayuda o ganas de conocernos, de algún modo es algo voluntario que se hace por ilusión o cariño, así que debemos tener ganas de aprovechar todo eso que nos venga dado. Lo tercero, y relacionado con lo anterior, es la conexión, eso por lo que se necesita que haya un interés mutuo por conocerse. El encaje, la forma de desenvolverse en las situaciones y la ilusión que le pongamos a aquello que hacemos o comentamos con el resto del grupo, es decisivo.

Personalmente, nunca he tenido problemas para relacionarme con la gente pero, es cierto que, darte a conocer en un grupo, no es cosa de cuatro días, sino un proceso y cuestión de tiempo. Hay gente más cerrada y gente más abierta, gente que cae en gracia y gente que se lo tiene que currar más, gente que lucha por hacerlo y gente que se deja vencer. Con este texto, quería animar a todos aquellos que sientan algún tipo de temor o barrera interna que les impida lanzarse a conocer a alguien a quien deseen conocer o “tocar a la puerta” de algún grupo del que les gustaría formar parte. Cada uno debemos tomar las riendas de nuestra vida tomando iniciativas, más o menos complicadas, pero iniciativas con paso firme creyendo en lo que hacemos. Y, con este texto, también quería aprovechar para agradecer, una vez más, a mi nueva peña del pueblo, “Los Gaxupos”, que me recibieran de puertas abiertas, desde un principio. Es de agradecer que me lo pongan fácil para divertirme, difícil para arrepentirme y que sea tan sencillo querer abrirme como, con cada uno de ellos, compartir y llegar a descubrirlos. (Y sí, me he puesto un poco sentimental, pero es lo que hay.)

jueves, 12 de septiembre de 2013

"La ley limón" de las citas

Hace unos días, mientras tomábamos algo, un amigo me habló de la teoría de “La ley limón”. No estábamos en una cita y nos conocíamos desde hacía bastante tiempo pero, de haberlo estado y ser aquel nuestro primer encuentro, podríamos haber pasado a sentir los efectos de esta. A veces, forzamos situaciones, luchamos por cambiar personas, por amoldarnos al comportamiento de otros o por intentar conocer a alguien por quien, directamente, no merece la pena que nos esforcemos demasiado. No se trata de pensar que sea una persona indeseable y tampoco de no brindarle una oportunidad, sino de, una vez brindada, ser lo suficientemente realistas, en el menor tiempo posible, y reconocer si existe esa conexión necesaria que haga que merezca la pena seguir hablando y alargar el rato.

Quizás me perdí el capítulo de “How I met your mother” en el que se hablaba sobre “La ley limón”, pero no hay duda de que todos nos habíamos visto entre la espada y la pared de esta ley antes de que el guionista de Barney Stinson la catalogara como tal. “La ley limón” pues, consiste en darse cuenta de si una cita va a ir bien o mal en, aproximadamente, 5 minutos. De si, pasado ese primer minuto de nervios, esos dos segundos de adaptación y esos dos siguientes de asentamiento, merece más la pena quedarse o levantarse e irse. Otra cosa es que lo hagamos o no, ya que la conciencia nos incita a recortar minutos pero el respeto nos hace quedarnos, aunque el feeling ya esté pronosticado. Por un lado y como precedente, si la intención es llegar a algo más que amistad con alguien, tiene que haber una mínima atracción sexual por ambas partes que despierte el interés que requiere algo así. Después, el tiempo ya hace que esa atracción se mantenga, aumente o disminuya, en la medida de la que fuese inicialmente. Por otro lado, para qué engañarnos… en el supuesto caso de que lo que busquemos o encontremos tras esa cita sea únicamente amistad, también debe existir una atracción, ya no tan física como química, pero atracción que nos provoque de cara a tener otro encuentro. Del mismo modo del que no se puede tener un affair con cualquiera, no se puede ser amigo de todo el mundo.

Personalmente, creo que la teoría que refleja esta ley es totalmente cierta llevada a la práctica, aunque quiero apuntar que 5 minutos me parecen insuficientes en algunos casos. De todas formas, lo cierto es que tampoco creo que se necesiten muchos más ni creo que necesitemos una primera cita entera, ni tan solo media de ella, para darnos cuenta del destino, más o menos victorioso, que esta aguarda. Por nuestro recorrido personal hasta ese momento, siempre congeniaremos mejor con unos que con otros y no hace falta irse demasiado hacia el futuro para verlo, por ácido que nos resulte admitirlo. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mujeres que no deberías ni ser, ni querer

Mujeres... "Más raras que un perro verde", dirían unos, "más complicadas que Eminem en karaoke", dirían otros, "más contradictorias que un fruto seco mojado", otros tantos. Y aun con todo ello, y sabiendo que a los hombres también podría atribuírsele lo mismo, sabemos que a aquellos que lo dicen no les falta razón... pero algunas preferimos defendernos. Justamente aquellas mujeres que no lo hacen, siendo capaces de no cuidarse entre ellas mismas, son aquellas que no deberíamos ser ni querer. ¿Por qué? Porque las sonrisas al frente no salvan de puñaladas por la espalda. Como ya sabéis, suelo defender a las mujeres, pero hay dos tipos de ellas que, especialmente, no deberíamos ser, ni a las cuales deberíamos querer y voy a mencionarlas.

Por un lado, encontramos esas mujeres que critican a otras cuando estas hacen lo que a ellas les encantaría hacer. Los celos matan pero, en este caso, a la que ellas consideran que tienen el éxito que desearían. Y lo de matar no lo digo tan a la ligera, ya que se han conocido casos realmente llevados al límite. Los celos son el enemigo clave por excelencia entre algunas féminas y considero que son mucho más peligrosos de lo que aparentemente pueden parecer. Pueden llegar a romper vínculos, hacer daño gratuitamente o llegar a boicotear a alguien en sociedad. Se basan en rumores, muchas veces generados por ellas mismas y, generalmente, la toman contra perfiles de chicas medianamente exitosas en algún ámbito, positivas por excelencia o, simplemente, con la personalidad que ellas querrían tener (y que, así, obviamente, nunca tendrán). Pueden llegar a machacar hasta límites insospechados y, por ello, hay que aprender a identificar a esas mujeres desde el primer segundo ya que son altamente manipuladoras.

Por otro lado, tenemos otro grupo de mujeres muy gracioso y, de tan “gracioso”, asqueroso. Se trata de mujeres que critican y juzgan a otra para distraer la atención mientras ellas hacen lo mismo, o peor, que esa a la que critican. Son capaces de poner a bajar de un burro a una de nosotras, elegida incluso al azar, con tal de que no las apunten a ellas con el dedo. Tan culpable es la sociedad por juzgar actuaciones totalmente personales sin tener ni idea, como esas bichas envidiosas que deciden hundir a una sola en vez de salir en su defensa y luchar contra ello. Creo que hay que tener un poco más de criterio y de dignidad como para hacer algo así y para creer que, de esa manera, conseguirán reflejar una imagen más limpia. Prefiero como amiga, amante, familiar o conocida a una mujer sexualmente abierta, por ejemplo (que es lo que se suele utilizar para juzgar en estos casos), que a una sin vergüenza con más malicia que ingenio. Verdaderamente, la sociedad debe tomar conciencia suficiente como para que acabemos apuntando con el dedo a ese tipo de personas y no a mujeres destacadas por envidias y chismorreos.

En conclusión y muy relacionado con lo explicado: Si una mujer se relaciona más con hombres que con mujeres, puede ser normal. Si a una mujer le gustan más los hombres que las mujeres, es normal. Si a una mujer le gusta sentirse deseada o exitosa, es más que normal… Ahora bien, cuando por todo ello una mujer es capaz de contar mentiras, pisar cabezas y hundir ilusiones, es una anormal (en el sentido insulto). Por ello, para seguir en la vía que creo que se debería seguir de la defensa entre mujeres, paradójicamente animo a rechazar algunas de ellas, a aquellas que muestren ese tipo de comportamientos. Ni deseéis ser como ellas, ni las queráis, ni mucho menos alabéis sus juegos sucios. En ocasiones, a base de palos se aprende y quizás el mayor palo y escarmiento que puede dársele a alguien así, aparte de fracasar en el intento, es no bailarle el agua.

lunes, 2 de septiembre de 2013

26 días desconectada en la era de la conexión

No era extraño hacer eso 3 meses al año cuando era pequeña, tampoco un mes y medio cuando era adolescente así que, ahora, hacerlo un mes (o lo que cada uno pueda), es incluso placentero. He asumido que, en la actualidad, el hecho de que alguien como yo aun no tenga whatsapp, tablet o móvil con Internet desde el cual poder coger wifi en cualquier momento desde cualquier parte del mundo, es inusual. (Todo llegará.) Hasta ahí puedo asumir que la rara sea yo, pero solo hasta ahí. ¿Acaso no es más escandaloso que alguien de mi edad se desespere ante la idea de pasar un par de días sin esa conexión? Somos las últimas generaciones que no nacieron con la tecnología bajo el brazo y, en vez de sacarle provecho, nos aferramos a vivir actualizados, al minuto, 365 días al año. Nos estamos volviendo, más que raros, en nuestra propia pesadilla. Existen ya suficientes causas de estrés como para ir sumándoles otras, en el fondo, sin sentido. Porque sí, estar siempre al tanto de todo puede ser agotador, huir de ello y, de repente, no enterarse de tan apenas nada, puede ser agobiante... pero también puede aliviar, hay que llegar a ese punto. Hay muchas más cosas que hacer con los dedos que teclear (y que cosas guarras que estéis pensando ahora) y, las vacaciones, pueden ser una buena oportunidad para comprobarlo.

Desde el fatídico verano adolescente en el que Alex volvió con su ex e hizo que me diese cuenta de que un mes puede ser un mes o bien UN MES, vivo intensa la previa a irme, motivada y con ganas la huida y, con intriga y algo de fatiga, la vuelta. No confío en agosto porque suele ser un mes peligroso pero, cuando de todas formas decidimos evadirnos y marcharnos fuera del ambiente que suele rodearnos, está bien que decidamos hacerlo sabiendo distanciar lo que dejas, con todo lo que conlleva, y aprovechar lo que viene, como paréntesis temporal. No hablo de no comunicarse, hablo de no obsesionarse. En ese sentido, creo que alejarse de la tecnología por un periodo, al fin y al cabo corto, ya no solo sirve como terapia de desconexión y de desintoxicación tecnológica, sino que también nos obliga a ejercer el control de nuestras riendas con recursos más básicos. Nos recuerda a cómo vivir de una forma más austera, más de antaño, más callejera por gusto o por necesidad. Un mundo sin tecnología, ahora mismo, sería un maldito caos, pero nuestro entorno, sin tecnología, sigue siendo posible. Lo recuerdo para que, si algún día pasa, no entréis en pánico, venid a picarme al timbre de casa y bajaré con una cerveza en la mano aunque antes no nos hayamos pasado media hora quedando por Internet.

Un día, estaré tan o más conectada que la mayoría de vosotros ahora. Escribo por ello, para cuando disponga de conexión 24h., poder leer esto y recordar que nos generamos agobio con demasiada facilidad cuando, realmente, debería significar avance. Internet y las redes sociales no son una obligación que nos encadene, son una ventaja para cuando los necesitamos pero, algún break de vez en cuando, también es necesario. No estoy en contra de vivir conectado, sino de no saber vivir, o de malvivir, cuando no lo estamos. Si, de vez en cuando, decimos necesitar desconexión, ¿por qué tratamos de seguir constantemente conectados a todo? La actualidad, los eventos, las ofertas, los amigos, el amor… si todo ello es tan importante sabrá proponernos cosas, de nuevo, tras un mes. Porque, agosto será peligroso, pero ya os digo yo que aun no he encontrado un mes, tras el cual el mundo haya cambiado tanto, que nos sea imposible reengancharnos. Así que aquí estoy, relajando el agobio, re-asentándome en Barcelona y retomando “rutinas” como la de escribir entradas que puedan hablar sobre estas y más reflexiones. Feliz nuevo curso.