Permitirse caprichos es algo a lo que nos acostumbramos como vía de
escape de alguna sensación mejorable en el momento en el que decidimos
dárnoslo. Más que una necesidad es, al final, algo que hemos hecho necesario.
Un capricho significa concedernos algo novedoso, algo a lo que no estábamos
acostumbrados y que nos gusta. El problema, a veces, es que hay demasiados
caprichos que van grapados a un precio. Cuando la economía no está para
florituras, más que nunca hay que saber sacarle partido a los placeres que
tenemos más a mano que “a bolsillo”. Esto vale para cualquier ámbito de la vida
y, este del que voy a hablar, tan solo es un ejemplo más.
Hablemos de la industria del sexo, ya que ha ido perdiendo tabúes con el tiempo y ha ido innovando a pasos de gigante ofreciendo un
catálogo más y más amplio de artículos. Todos hemos
visto alguno, unos cuantos los han probado y, otros, ya no pueden pasar sin
ellos, los quieren todos. Cuando algo nos provoca placer, es difícil renunciar
a ello por voluntad propia pero, cuando la necesidad aprieta y la guita
escasea, es imprescindible pensar en qué podemos obtener aprovechando aquello
que nos rodea. Y la verdad es que constamos de una gran variedad de
alternativas, según gustos y preferencias. En este caso concreto, hay recursos ya míticos como lo del plátano y
el pepino, el chocholata, el chocolate o la nata. Otros más típicos pero
efectivos como la saliva y la mano y algunos, más callados, como el pico
de la mesa o la lavadora en centrifugado. Que seamos más o menos guarros no
dependerá de cómo nos las ingeniemos sino, una vez más, de la higiene y el
cuidado que le pongamos. Así que, que nadie se sienta sucio por ello.
La idea es que hay rutinas que no deseamos cambiar porque, tal y como
son, ya nos satisfacen. Pero, si queremos hacerlo, si nos apetece probar algo
de lo que hasta ahora no disponíamos, hay caprichos que, más que eso, son
creatividad y parten de la curiosidad. Con pareja o sin ella, creo que
introducir cambios y prácticas depende más de imaginación que de dinero o de soledad.
Porque, en este caso, el sexo tiene tanto y más de psicológico que de físico y porque, lo
tradicional, es una alternativa segura que nunca estará mal. Sea como sea, con dinero o sin dinero, que nada nos prive del placer
casero.