Páginas

Translator

viernes, 29 de junio de 2012

Vida / Muerte


No hay vida sin muerte, no hay muerte sin vida... palabras antagónicas y una fina línea que las distingue, cuestión de un instante. ¿Hasta dónde es vida? O, ¿es seguro que no hay vida con la muerte? Todo un misterio que nos abruma a veces hasta llegar a temerlo, y es que lo que se nos escapa de las manos, aquello a lo que no encontramos una explicación exacta y convincente o aquello que se nos muestra limitado, nos ahoga. Los humanos somos reticentes ante lo incontable, pero aun más ante lo abstracto. Pretendemos controlarlo todo y a veces perdemos el control de lo más importante, nuestra existencia (al menos de la que somos conscientes).

Asumimos la vida como algo meramente positivo, igual que no llamamos “regalo” a lo dañino. Pensamos de la vida que debería ser feliz en ella misma y cuando se nos presenta alguna adversidad en forma de problema, enfermedad o derrota nos preguntamos “¿Por qué a mí?”, como si cualquier detalle negativo llegase de un mundo ajeno al nuestro con la única pretensión de jodernos la extraordinaria vida. Y así es, nos jode y el paraíso, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte tan solo en un nombre que nosotros dimos a la perfección que, aun a sabiendas de que no existía o que era absolutamente relativa, nos pasamos nuestra existencia buscando. La felicidad en sociedad está en lo imperfecto y no es una adquisición perpetua sino un momento concreto o una sucesión de estos. Quizás, como suele decirse, tampoco habría momento feliz sin otro infeliz que nos ayudase a diferenciarlos, a percibirlos y de nuevo ir a buscarlos. Igual que no hay vida sin muerte por final y no estaremos tranquilos mientras sigamos avanzando hacia ella sin asumirla sin más.

Sin llegar a ser totalmente conformistas, hay que asumir lo bueno y malo como pasajes de la vida. Hay que saber ganar y también perder, y algún día perderemos la batalla todos pero ahora toca ir ganando.

martes, 19 de junio de 2012

Máximo B. (5’9 ≈ 6)

http://www.youtube.com/watch?v=1lyu1KKwC74

Los grandes nunca mueren y para muchos serás legendario, no lo dudes.

En tantos momentos supiste reírte de ti mismo haciéndonos reír a nosotros que no puedo evitar sentir rabia, tristeza y mucha rabia. Nadie merece pasar por según qué cosas y tú saliste adelante en varias ocasiones. Se me hace demasiado raro que ya no estés, enserio, creo que justo estoy empezando a asimilarlo y a descargar y que necesito decirte cosas, demasiadas cosas aunque sea por aquí y al final solo vayan a ser unas cuantas y desordenadas, pero es como un abrazo infinito por escrito.

Voy a mandar a la mierda los últimos tiempos como si fuera tan fácil, enserio, nunca debimos llegar a según qué situaciones y creo que sobre eso deberíamos aprender. De la misma forma que este es uno de esos escritos que nunca querría necesitar escribir. Buscar explicaciones, arrepentimientos y hacer hipótesis ahora es inútil, y tú solo comprenderás del todo qué ha llevado a este final. Nosotros, los que te quisimos por lo que fuiste, te seguiremos queriendo por lo que significaste. A veces decías “Dejadme, estoy loco”, y ¿quién no lo está? Y ¿qué loco no tiene un lado de genialidad indiscutible? Tú fuiste lo que fueses, pero muchas veces genial.

Cuando te conocí en la primera masía, a las pocas horas ya estabas subido encima de una mesa haciendo de las tuyas, ¡hay vídeos! Cada una de las veces que salíamos, charlar contigo era esencial. Me hablabas de temas dispares y eras claro, directo y un guaperas muy terco, eso sí. Solo contigo podía reírme ante un “Hi Hitler”; me decías que tu hijo iba a llamarse Máximo Balsalobre porque era nombre de grande, y yo me partía. Se fue contigo el tatoo, ese que tanto burché al principio y que luego llegó a resultarme entrañable cuando me contaste su significado. Y me acuerdo de las veces que nos invitaste a churros en la churre de tus padres. Fuiste muy afortunado por tener una familia así, tengo que recordártelo porque me consta que te adoraban e intentaban ayudarte con toda su alma y hoy me duele horrores pensar en eso.

Recuerdo que en la segunda masía, aparte de ser un marrano que casi se mea encima de mí, un día nos pusimos a jugar a ping-pong y confiaste en mí para contarme lo que te pasaba, lo que veías, oías y sentías y cómo te sentías con ello. Empecé a preocuparme y valoré mucho aquel rato, seguiste siendo, aun más si cabe, uno de mis ojitos derechos e intenté ayudarte cuanto pude como tantos otros seguramente. Muchas veces era fácil hablar contigo de tus problemas y manías, hacías que fuese natural y yo intentaba que se hiciese divertido intentándole sacar ventajas o cierto humor, y seguías el rollo. Lo sufrías pero también lo sabías reír, por eso quizás cuesta hacerse a la idea de que esto haya pasado. Seguías el rollo como aquella vez que dejaste que te pintásemos dibujos por la espalda con boli, ¿recuerdas? Qué risa. O cuando dejabas que te pintásemos de rojo los labios. O cuando íbamos a ver partidos del Barça o gritábamos cualquier chorrada por cualquier lugar o jugábamos todos juntos en las BBQs y tú eras el capi del equipo chungo. Míticas ya las canciones que tanto me hacían reír del coche de tu padre, las veces que venías a buscarnos a la estación, el día que me viste una teta o el día que nos enseñaste el culo en la piscina de la masía haciendo el tiburón o cuando decías con acento marroquí “tú querer comer huevo” y cosas por el estilo.

Luego toda esa mierda que hoy no quiero recordar. Realmente es duro y muy difícil hacerse a la idea de que nunca ya voy a poder reír contigo, captar imágenes en las que salgas tú o vivir más momentos, más o menos difíciles, pero vivirlos contigo. Te diría muchas cosas cargadas de rabia ahora mismo, pero sinceramente creo que no las mereces, que ya tuviste suficiente y no voy a juzgarte porque seguro que en tu interior luchaste lo que pudiste aunque nunca hubiese estado de más pedirte un poco más.

Estoy contenta porque sé que, pese a todo lo malo, llegaste a ser feliz y a disfrutar en muchos otros momentos. También lo estoy por haber compartido contigo parte de mi vida, por haberte hecho saber que eras una persona importante para mí y por haber intentado ayudarte aunque al final no fuese suficiente. Siento no haber sabido conseguir más por la parte que me toca, pero me alegro por todo lo que tú solo, y tú con los que te queríamos, sí llegaste a conseguir.

El sábado te vi por última vez y el sabor que me queda de esta última etapa, ya sabes, es amargo. Pero Víctor, me quedo con ese último guiño de ojo que me hiciste esa última noche, porque no sé qué significaría en ese momento, pero para mí podría ser un buen resumen de todo lo vivido, todo lo vivido que más voy a recordar: diversión, complicidad, amistad y cariño, mucho cariño. Si hay algo de ti que se queda aquí, por favor, que nos dé fuerza a los que sentíamos eso porque te echaremos mucho de menos. Este es mi pequeño homenaje para ti. Descansa, guapo.

"El genio nunca desea aquello que no existe."

martes, 5 de junio de 2012

Echo de menos el amor bidireccional


"Suelo apostar de verdad para pisar en falso." Vale, la cosa es quejarse, o simplemente no sentirse cómodo con una situación igual de estancada durante demasiado tiempo. Aburre y desgasta. Ya se sabe, “demasiado” siempre es demasiado. Quién sabe, quizás es algo temporal y me pilla en una etapa ñoña, o quizás si estuviese en la situación opuesta y tuviese pareja estaría echando de menos la situación actual. Si eso pasa alguna vez, que nadie dude en, por lo menos, comentármelo, porque entonces debería replantearme el tal amor. Bueno, la cosa es que hoy lo echo de menos.

Creo que el amor es la sensación más humana. Entra con gusto por todos los sentidos, agujeros y poros del cuerpo, provoca placer y explota nuestro lado más puro. Si no, creo yo que no es amor, que es otra cosa. Otra cosa que aporta muchas cosas positivas, sin duda, pero varias negativas también (y yo de eso sé un rato, así que creedme). ¿Dónde ha quedado el amor? O si ya no el amor, el romanticismo. Yo, sinceramente, creo que me estoy perdiendo en infinidad de opciones alternativas que “hemos inventado” alrededor del amor con tal de no comprometernos o sentirnos atados (respetable). No sé cómo lo haré y a la vez supongo que no puedo hacer nada, pero creo que merezco amor, mucho amor, y creo que tengo amor por dar, mucho amor, y no pienso permitir sentirme atada, pero sí dar la oportunidad, si llega, de enredarme entre romanticismo y ver si me sorprende más de lo poco sorprendida que estoy últimamente.

Y, ¿por qué bidireccional? Porque estoy harta de dar mucho y recibir poco, y el amor unidireccional es una pm porque directamente no es amor, es un chocar contra la pared repetidamente y un juego en el que nunca gana casi nada nadie y se pierde bastante, es una lástima en sí, así que acabo detestándolo bastante. He llegado a experimentar el amor y la experiencia produce una tontería genial en el ambiente la mayor parte del tiempo. Así que después de algunos años y de varios de los últimos meses apática a las relaciones en general, me siento abierta de piernas y pecho al romanticismo, por basto y pasteloso que suene a la vez. No pienso estancarme, ni buscarlo, ni desesperarme, tampoco estoy mal, pero ahí queda dicho. Mientras tanto, a disfrutar de otras formas.