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domingo, 27 de mayo de 2012

Qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto.


Hoy es un día mierda. Uno de esos días pastelón pastelón en los que desperdicias unas cuantas horas de tu vida pero bien. Vamos, eso que me pone de tan mala leche hacer. Digamos que es un bucle: Te aburres y no estás inspirada, no haces nada, te enfadas, estás enfadada y te rallas porque no quieres estarlo, y de estar rallada te enfadas más, y estar enfadada convencida, ya se sabe, potencia el enfado. Entonces no haces nada, te miras al espejo y te dices con la mirada “Oh, no pasa nada querida, es solo un día, ¡pero en general tú eres activa y feliz!” En general, en general, en general… ¡qué palabra tan abstracta! ¿Qué es mi general? ¿Cuánto abarca? ¿A qué viene este vocabulario tan impreciso típico de terapias de autoayuda? Cómo me cabrea. Hoy, ¡joder! Y mientras el espejo rebota palabras optimistas, tu conciencia dice lo contrario y a eso le suma adjetivos como: “absurda, perdida, perdedora, aburrida, sola” sola sola sola, solitaria, soledad, invisible... ¡Horror! ¡Huye de tu habitación!

Y entonces vas a la cocina a comer algo. Pero mierda, resulta que hace algunos días se te ocurrió la genial idea de empezar, de nuevo, a cuidar tu cuerpo serrano, ese que esta tarde solo va a restregarse por el pantalón de pijama y la camiseta con propaganda de un bar que llevas puesta. Vaya merchandising de provecho hacen conmigo, oh séh. Te quedas en el comedor entonces, no llegas a pisar la cocina, y mientras bebes mucho agua miras por el balcón que, un día como hoy, los árboles ya están verdes y hay gente ahí fuera relacionándose entre sí. Con un poco de suerte, amor o ganas, algunos de ellos esta noche incluso mojan. Bien, depresión, ¿entiendes? Estoy empezando a detestar hasta mi música preferida de Spotify y a descubrir grupos que todavía no existen.

Porque los días en los que tú decides no hacer nada con tu vida, ya sea porque estás cansada, perezosa o eres una aburrida voluntaria, no están mal de todo, al fin y al cabo tú decides que así sea, pero los días como hoy son una maldita tortura que mandarías a tomar viento y al viento a soplar piiiiii. Y más aun cuando, por el extremo aburrimiento y un poco de autocompasión, empiezan a pasársete por la cabeza imágenes de: Tus amigos emparejados con sus respectivas parejas jugando a médicos o compartiendo un melón. Toda persona que vive a 10 minutos del Passeig Marítim y se lo recorren de arriba abajo y de vuelta de abajo a arriba. Todo aquel que tiene bicicleta propia con la que salir ya de casa y llegar en menos de tres cuartos de hora allá donde te apetece. O alguna tribu africana que está buscando juncos a la orilla del río para hacerse una falda. ¿Por qué tuviste que acabar Sexo en Nueva York hace cosa de un mes? Igual es verdad que no estaría tan mal tener un perro en estos momentos. O un bote de Farmatint con el que poder experimentar y luego arrepentirte. O… ¿una guillotina? No, enserio, para. Hacer afirmaciones de ese tipo merece más de 5 segundos para pensar.

Bueno, tras arrojar mierda sobre el maldito día de hoy, parece que ya he encontrado entretenimiento, arrojarla sobre papel digital. Con un poco de suerte habrá llevado un buen rato. ¿Pero qué rato ni qué niño muerto? La verdad es que no tengo ganas de que se acabe el día. Ningunas ganas. Sé de sobras que en las próximas horas, cuando ya sea demasiado tarde para aprovechar el día, se me ocurrirá una idea brillante. Andá y vete a cagar. La verdad es que tienes cosas (aburridas) que hacer. Eres una maldita vaga quejica. Intenta invertir lo que te queda de día en intentar no perder la noche, porque parece que sí, que todo puede ser peor. Voy a beber más agua, y a darme una ducha, así si me ahogo no será entre penes… ai, digo, entre ¡penas!

sábado, 12 de mayo de 2012

Las mujeres de la casa…


hacen mucho más que convivir o discutir.
Ayer por la noche salí con mi madre. Ayer por la noche salí con mi madre y fue una noche muy divertida. Ayer por la noche me lo pasé genial. Ayer por la noche salí con mi madre y al final de todo menos billar. Ayer por la noche salí con mi madre y va a haber próxima.
Hoy toca noche de amigos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Un secreto...


Dicen que todo el mundo tiene algún secreto. En mi opinión, si no lo tienes, haz ver que sí.

El otro día, en una terraza cercana a Sagrada Familia, tres amigos hablábamos sobre regalos. Uno de ellos decía sentirse mal cuando alguien le hacía un regalo. No le gustaba porque sentía que ese regalo estaba hecho con una intención oculta como trasfondo: crear vínculos más fuertes entre el que regalaba y el que lo recibía. Como si de un plan perverso se tratase, su inconsciente sentía rechazo hacia cualquier tipo de regalo porque, a partir de ese momento, se sentía presionado a devolver el aprecio y tiempo dedicado a pensar en él que la otra persona le demostraba a través de ese detalle.

Las otras dos personas le discutimos la idea que tenía. De hecho, confieso que la idea, en parte, me ofendió. Bajo mi punto de vista, cuando regalas algo a alguien no exiges ningún compromiso mayor al que antes tenías con esa persona. Ni más atención ni mucho menos que te lo devuelvan a modo de otro regalo, sino que ese regalo se hace, de hecho, por lo que te unía a esa persona hasta el momento tal y como te unía. Un regalo en el presente como obsequio de un pasado. Un bienestar presente y pasado sin tener que pretender reafirmarlo para que se prolongue en un futuro.

Generalizando, a todos nos gusta, en mayor o menor medida, recibir muestras de cariño, y más si provienen de las personas por las que nosotros sentimos cariño, pero si el sentir cariño por alguien no es tan siquiera una elección personal, mucho menos puede ser una exigencia hacia otro, sería absurdo. De esa manera, creo que es algo opcional y que un regalo puede agobiarte momentáneamente con pensamientos como: “Jolín, qué detalle, yo nunca he pensado en regalarle nada.”, “Jolín, qué detalle, a mi me gustaría regalarle algo pero nunca se me ocurre qué…”, etc, pero no rallarte hasta el extremo de convertir ese cariño o ese, simplemente, haberte apetecido, en una tortura o una estrategia. No, un regalo ¡no tiene por qué tener gato encerrado!

Entonces pensé que, si un regalo le generaba angustia y sentía que pretendía atarle en cierto sentido a otra persona… Que le contasen un secreto, ¿le generaría la misma angustia o incluso más? ¿Sería un secreto un regalo? Pues bien, no, no le generaba angustia porque le generaba morbo. Y ahí se derrumbó un poco la teoría. En principio, que alguien te cuente un secreto ya no es que pretenda unir más, sino que, en primer lugar, inevitablemente crea unos vínculos de confianza que te hacen partícipe de algo más íntimo que un “simple” regalo. Pero “para gustos los regalos” y él prefería el regalo morboso.

Creo pues que: La angustia que puede llegarnos a generar un regalo se debe más a prejuicios y paranoias nuestras. Que somos tontos porque detrás de un detalle hay un sentimiento bonito en todo caso, sea en forma de regalo-abrazo o de regalo empaquetado, por poner algún ejemplo. Y que somos unos morbosos (y quizás por eso mismo hayas accedido a leer todo esto).

martes, 8 de mayo de 2012

El mundo en llamas


Ayer fui a ver una película buena pero llena de mierda. No diré el nombre pero narraba la típica historia de conflictos entre dos países, mejor dicho, la típica historia en la que se matan entre pueblos/civiles por el conflicto entre un par de gobiernos descerebrados. Mejor dicho aun y ojalá no, la típica realidad. Destructivo, loco, ambicioso, pero sobre todo injusto.

En una de las escenas, uno de los personajes habla con uno de los periodistas corresponsales que están siguiendo el conflicto. Le pregunta qué cree que va a hacer la gente de los países a los que llegue la información cuando vea las imágenes de lo que está ocurriendo unos kilómetros más allá de donde viven. Este le contesta que levantar la cabeza de la mesa, mirar la tele, escuchar, ver con espanto y seguir cenando. Es cruel pero es así. ¿Estamos tan acostumbrados a recibir noticias trágicas e injustas que se nos hacen demasiado trágicas e impotentes?

Por una parte, ¿quién y cómo se puede calmar algo que casi nadie entiende y conoce cómo se pudo encender? Somos muchos, pero no podemos permitirnos el lujo de pensar que somos demasiados porque probablemente tú no querrías ser el que sobrase. Aspecto y raza son condiciones innatas, pero de tus actos eres esclavo y de tu actitud parte tu sentencia. Tu sentencia, porque permitirse el lujo de sentenciar a los demás es un abuso imperdonable. Lo alarmante es que una única persona puede encender un fuego pero no crear un enorme incendio hasta que este no se propague. Es tan culpable entonces el fuego como lo que provoca que se propague, y a mayor magnitud y puntos incendiarios mayor es la dificultad de apagarlo por un único individuo. De ahí parte la impotencia, la injusta “aceptación", la resignación, la derrota anticipada y el mundo en llamas.

Por otra parte, el gobierno es una representación que asegura querer lo mejor y hacer lo mejor para su nación. Considero que tanto ellos como cada uno de nosotros a nivel personal debemos tener presente y no olvidar que lo que significa “lo mejor” para uno mismo puede no significar “lo mejor” para otro individuo. ¿Quién no ha mostrado mayor autoridad sobre un grupo de personas alguna vez aun sabiendo que se movía entre iguales? Abusar del poder es una actitud que, a veces, puede ayudar a resolver algunas situaciones pero, en cualquier caso, debemos tener claro que es un juego muy arriesgado que, o contextualizas bien, o puede acabar en catástrofe (entre naciones, entre razas, entre amistades, entre familiares, o entre todos.)

Quien hoy lleva la batuta mañana la puede perder, así que siempre será mejor si la llevamos todos un poco por igual. Y quien hoy prende fuego, mañana puede arder. Lo malo es que habrá ardido demasiada injusticia antes de que se haga justicia. Y nada será justo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Profiterole bloggea

Welcome to Profiterole's blog!

(¡Calla! ¿Otro? ¿Tu no eras la eterna Fotologera?)
Tras el incomprensible veto en mi blog personal hasta el momento (¡cabrxnes!), llevaba un tiempo pensando la posibilidad (y las ganas) de crear esta otra cuenta, que a fin de cuentas será una continuación de los que he tenido hasta ahora, en cuanto al punto de vista en la escritura al menos.

Voy a empezar haciendo referencia a la cita que, repitiéndose en mi cabeza una y otra vez, ha decidido que lo crease: "¿Y por qué no? ¡No tienes nada que perder!". Simple, tópica, pero efectiva, es la frase que me lleva a hacer probablemente la mayoría de cosas importantes que hago. (Oh, séh! Estoy insinuando que este blog va a ser de una importancia extrema, ¡cómo no!)


Dicho lo dicho, ¡creado queda! A ver ahora lo que se me ocurre...

xx
Profiterole