Páginas

Translator

jueves, 30 de julio de 2015

"Y creo que muero, si no siento el roce de tu cuerpo"

Cuánto miedo, o bien vergüenza, nos ha dado a veces observar nuestro cuerpo y aun más mostrarlo o tocarlo, ¿no? Pero, ¿podemos llegar a valorarlo y amarlo si no lo hacemos? A veces, por pudor, otras por complejos y, otras, por lo que puedan decir de nosotros, pasamos por alto la exploración del cuerpo humano, algo que, nos parezca más o menos bello, no deja de ser una muestra de naturaleza extraordinaria. Pero, para disfrutarlo lo máximo posible, creo que antes de todo debemos reflexionar sobre algo imprescindible: la negativización  de aspectos corrientes.

Términos como “celulitis”, “granos”, “verrugas”, “cicatrices”, “michelines”, “pelos sin depilar”, “manchas”, “arrugas” o incluso alguna deformidad,  han llegado a sernos percibidos de manera negativa y no como realmente debería considerarse: parte de la más absoluta normalidad. Somos nosotros mismos los responsables de fomentar esa percepción que sigue generando más de algún quebradero de cabeza, cargándose alguna autoestima y egocentralizando algunas otras. Eso sí que me parece de tarados porque, si no es una cosa, será otra y, si no es en la cara, será en la panza o en el culo… pero es triste que veamos como aspectos horribles algunas características que, lejos de ser excepcionales, son comunes entre nosotros.

Saber apreciar cuerpos no es una idea tan descabellada como antesala a lo que pueda haber tras él. La comparación con los demás debería transformarse en un ensalzamiento a la belleza de las diferencias. La exploración de nosotros mismos debería ayudarnos a respetarnos más y descubrir placer en el sinfín de sensaciones que nos ofrece. Y, el descubrimiento de otros ajenos quizás nos haga, a veces más animales, pero también mejores personas y más conscientes de que poseemos y nos rodeamos de más belleza de la que pensamos. Lejos de ser algo repugnante o perverso, el descubrimiento del cuerpo humano es algo básico e incluso placentero si nos lo proponemos.

Sea el nuestro o el de otros, cuando llegas a ver belleza o cariño incluso en aquellos puntos que querríamos cambiar, o en los que podríamos considerar imperfectos, aprendemos a apreciar lo que sí tenemos, como lo tenemos y la forma en la que podemos utilizarlo. Y lo que es tan o más importante, aprendemos a ver aquellos que nos rodean sin tanta competitividad y crítica, sino con particularidades y normalidad, una opción más sana. Así que, está bien que nos cuidemos e intentemos mejorarnos pero, por nuestro bien, más vale que normalicemos y disfrutemos por igual de esos detalles que no nos hacen ni más guapos ni más feos, sino igual de humanos a todos.

miércoles, 15 de julio de 2015

¿Dar o recibir?

No sé si alguna vez os lo habéis planteado, pero el otro día nos lanzaron la pregunta: Qué creéis que da más felicidad , ¿dar o recibir? (Y dejad de pensar solo en connotaciones sexuales, marranos). Probablemente lo primero que viene a la cabeza es que un mix es la combinación perfecta; que “no lo uno sin lo otro”, ¿no? Pero, si se ciñe a tener que escoger entre una u otra acción, ¿cuál creéis que objetivamente hablando aporta mayor satisfacción?

Para algunos, elegir “dar” como respuesta podría sonar demasiado sumiso, de tontos de los que se aprovechan y, otros, podrían preguntarse: ¿quiere decir eso que “dar” tiene una base egoísta si provoca autosatisfacción? ¿Se da siempre con un interés implícito? Seguramente a veces sí, se espera recibir un reconocimiento como mínimo. Pero también espero que, la mayoría de ocasiones, eso sea una consecuencia a que, la motivación principal de dar, lo provoque el placer de tener delante a alguien que lo inspira.  ¿Es posible que haya alguien que se limite a “recibir” sin “dar” en algún momento? Creo que no. Creo que simplemente son impresiones que causan las personas cuando no somos nosotros, o el entorno que conocemos, quienes lo recibimos. En una relación de dos personas, sea esta del tipo que sea, si solo una de esas personas da y la otra se limita a recibir, probablemente la relación tenga todos los puntos para ir en declive. Y no quiere eso decir que esa persona no sepa dar sino que, aunque suene duro, dará a alguien por quien sienta (más) interés, seguro.

Dar a alguien que exige, hace que sintamos desdén y rabia. Dar a alguien de manera voluntaria provoca bienestar porque, durante el tiempo en el que se idea, se hace y se lleva a cabo eso que das, uno se siente coherente con lo que siente. De ahí que, después, esperemos recibir, más que por lo que puedan aportarnos, para percibir que los sentimientos de la otra persona se correspondan a los nuestros. De esa manera, dando, ambos salen ganando. Por eso, si  volvemos a la pregunta inicial, quizás la fórmula perfecta se acerque más a que las dos personas estén dispuestas y motivadas a “dar”. Porque si ambos dan, ambos en algún momento reciben, y solo así puede generarse una relación sana y positiva. “Recibir”, pues, puede simbolizar un reconocimiento hacia nuestra persona pero, “dar”, seguramente sea una necesidad humana de alguien que siente. Y, más allá de por quién o cómo, todos sentimos.

viernes, 3 de julio de 2015

Lo que podría haber escrito mañana

Ama hoy y no mañana. Porque, mañana, es inalcanzable hoy y quién sabe, ya sabes. Si eso, mañana ya volverás a amar hoy. Y así con cualquier verbo. ¡Buen fin de semana!