Alguien se va, alguien desaparece, alguien se muere…. algo queda
vacío y ese hueco nadie más es capaz de llenarlo. Es un vacío que únicamente
puede alimentarse creando un nuevo espacio de amor dentro nuestro ser. La
alegría, el placer o la satisfacción de un logro son estados bastante limitados
dentro del tiempo, instantes pero, ¿no creéis que el amor perdura más durante
el tiempo? A veces, siendo más o menos evidente a simple vista, por siempre. Amor
vencido jamás se suplanta, a amor vencido se le ponen tiritas de distinto amor.
Seguramente por eso todos acabamos necesitando amor (porque todos tenemos
pérdidas y vacíos) y son tantas las canciones de amor, o dedicadas a este, que siguen
suponiendo un recurso de creación en nuestras vidas, una fuente de inspiración
constante y un refugio íntimo en muchos casos.
Y cuando hablo de pérdida de amor, hablo de la pérdida de cualquier
forma de amor: llámesele de un ser querido, de un gato, de alguien que no
conocías pero la presencia del cual te relajaba, de una parte de alguien a
quien conoces y sigue vivo, o simplemente de empatizar con el dolor de alguno
de tus seres-amor.
Es el amor la única energía capaz de movernos y de decidir sin
necesidad de temer si estamos haciendo bien o mal, porque nunca estará tan mal
aunque otros puedan creer que no está adecuadamente bien. Porque cuando algo o
alguien es amor para nosotros, supone aquello que nos inspira, que nos motiva y
que calma el dolor dentro de esos vacíos y carencias que tenemos... y eso es
siempre de vital importancia. De la misma manera, solo cuando nosotros sentimos
riqueza de amor en nuestro interior, somos capaces acompañar el duelo de otra
persona. Cubrimos ese vacío vislumbrando otro camino distinto al sentimiento de
apuñalamiento eterno.
Alguien se va, alguien desaparece, alguien se muere… y
debemos asegurarnos de que, hasta entonces, le invitamos a conocer el hueco
exacto que ocupaba en nosotros. Que por deprisa o por despacio que corran
nuestras elecciones en la vida, todos merecemos saber qué espacios nos pertenecen
o nos dedican y en qué espacios siempre podremos correr a protegernos con un
abrazo, una palabra bonita, una mirada o varios besos. De la misma forma, todos
merecemos comprobar que ese espacio ocupado dentro de nosotros pertenece a algo
o a alguien que, lo utilice o ya no, le atribuye sentido.
Pese a lo básico que es el amor en nuestras vidas, a menudo
nos acobarda hablar de amor. Y es que, el amor complace tanto como duele, las
muestras de amor o distintas formas de expresarlo nos hacen transparentes. Se
supone que eso es algo que todos decimos agradecer desvelar en otras personas y,
paradójicamente, resulta que nos hace sentir vulnerables en un mundo de locos en
el que parece sobrevivir más aquel que se muestra menos y aparenta ser un muro firme
que aquel que abre su pecho en canal. Tras esta reflexión, probablemente todos pensamos
que es un simple caparazón y que en el fondo solo es fuerte y
sobrevive quien recibe amor. Y que, nos sintamos hoy más fuertes o más débiles, todos tenemos vacíos y carencias (y si lo dudáis, volved a leerlo con una canción de Leonard Cohen de fondo).
Por eso, si escogemos siempre dar, no debemos exigir menos
que recibir. Y por todo lo que hemos querido y ha dejado un vacío irremplazable
en nosotros, solo debemos dejar acceder a aquellos que, consciente o
inconscientemente, estén dispuestos a ponerle esa tirita de bienestar mientras van
creando su espacio al lado.
* Hoy se lo dedico a Rubén, quien sabe que aun en la distancia tiene un refugio de amor en mí siempre que lo necesite. Y a mis abuelos, a quien seguiré refugiando en la cercanía mientras pueda.
* Hoy se lo dedico a Rubén, quien sabe que aun en la distancia tiene un refugio de amor en mí siempre que lo necesite. Y a mis abuelos, a quien seguiré refugiando en la cercanía mientras pueda.
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